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Buenos Aires » Infobae
Fecha: 24/06/2025 08:47
Estudios científicos confirman que la convivencia refuerza los rasgos compartidos entre humanos y sus mascotas (Imagen Ilustrativa Infobae) Ver a un perro parecido a su dueño no deja de sorprender. En muchos casos, causa ternura e incluso risa, ya que este fenómeno de similitud no se reduce únicamente a rasgos físicos, sino que las investigaciones también detectaron paralelos en aspectos del comportamiento y la personalidad. Estudios internacionales confirmaron que personas y mascotas muestran coincidencias que van más allá del aspecto físico, con rasgos de carácter cada vez más similares a medida que conviven a lo largo del tiempo. De acuerdo con National Geographic, diversos experimentos pusieron a prueba la capacidad de voluntarios para emparejar fotografías de perros y dueños. Esto comprueba que las personas logran identificar estas coincidencias con éxito por encima del azar. En uno de los estudios citados, los participantes lograron asociar correctamente a los perros y sus humanos con solo observar los ojos de cada uno. La revisión, publicada en la revista Personality and Individual Differences, identificó rasgos compartidos sobre todo en dimensiones como la extroversión y el neuroticismo. Según detalló el medio, existen varias hipótesis para explicar por qué ocurre este fenómeno: algunas postulan que los propietarios eligen a mascotas que se parecen a ellos de alguna manera, otras sugieren que la convivencia propicia la alineación de comportamientos y emociones, lo que permite que tanto humanos como canes refuercen mutuamente sus actitudes y aprendan juntos. La elección de mascotas puede estar influida por la tendencia a buscar reflejos de la propia imagen en los perros (Imagen Ilustrativa Infobae) La directora del estudio, Yana Bender, investigadora del Instituto Max Planck de Geoantropología en Alemania, explicó que la relación entre un perro y su dueño emula muchos aspectos de las dinámicas humanas. “Se parece a la forma en que también buscamos a nuestras parejas. Los perros y sus dueños comparten una relación muy estrecha comparable a muchas relaciones humanas”, sostuvo. Otro hallazgo destacado señala que, frecuentemente, las mujeres presentan una longitud de cabello similar a la de las orejas de sus perros. Este patrón lleva a los científicos a pensar que existe una tendencia, consciente o inconsciente, a elegir mascotas que de alguna manera reflejen la propia imagen, o incluso una versión canina de un hijo. Entre las limitaciones de la investigación, los autores mencionan el tamaño reducido de las muestras y el predominio de propietarios de perros de raza pura, lo que restringe la generalización de los resultados. Un desafío adicional es la falta de un estándar para evaluar la personalidad de los perros, por lo que los científicos confían en los propietarios, quienes pueden carecer de objetividad al describir el carácter de sus animales. Para reducir el sesgo, los investigadores comenzaron a plantear preguntas muy específicas acerca de las acciones del perro en diferentes circunstancias. Borbála Turcsán, especialista en comportamiento animal en la Facultad de Ciencias ELTE de Hungría, expuso que aproximadamente un tercio del temperamento del perro tiene origen genético, mientras que los dos tercios restantes dependen del ambiente, siendo la influencia del dueño determinante especialmente si ambos conviven desde la etapa de cachorro. El ambiente y la actitud del dueño influyen en dos tercios del temperamento del perro, superando la genética (Imagen Ilustrativa Infobae) Turcsán indicó que los perros, fruto de un largo proceso de domesticación, desarrollaron una profunda relación de confianza con los humanos, muy semejante a la que un niño establece con su madre: “Es la base de todas las relaciones sociales entre canes y humanos. Al igual que un niño, los perros miran a sus dueños como modelos y confían ciegamente en que ellos saben más”. En situaciones cotidianas, como el paso de un camión ruidoso, los perros observan la reacción de sus dueños para decidir cómo responder a esa experiencia. Conforme explicó Turcsán, si la persona demuestra tranquilidad, el animal aprende a no inquietarse. Además, la experta sugiere que esta confianza puede aprovecharse pedagógicamente. Así, alientan a los propietarios a exponer a los cachorros a estímulos fuertes como fuegos artificiales, dentro de ambientes controlados para ayudarles a modificar su reacción al miedo. El impacto de la conducta humana en el desarrollo y bienestar de los perros adquiere una relevancia mayor si se considera el papel que muchos canes cumplen actualmente en tareas de búsqueda y rescate, seguridad pública o apoyo como perros de servicio. Según expresó Bender, comprender mejor cómo ajustar el trato hacia el animal resulta clave para potenciar las capacidades de cada uno: “¿Cómo debo tratarlos para que sean la mejor versión de sí mismos?” plantea como pregunta esencial para quienes desean estrechar el vínculo con sus mascotas. La autora del reportaje ilustra el fenómeno con una experiencia personal: tras adoptar a Milo, un perro mestizo de orejas cortas y morenas al que considera parecido a su propio peinado, reflexiona sobre el proceso de selección de mascotas apoyado en la observación de cientos de fotografías en refugios de Los Ángeles. Destaca también el valor de la relación y el profundo efecto que el trato diario puede ejercer en el carácter del animal. Según concluye su experiencia personal, la correspondencia —física y emocional— puede materializarse sin importar si alguna vez ganan un concurso de imitaciones. El estudio publicado arroja nueva luz sobre la conocida idea de que dueños y perros terminan pareciéndose. Estas similitudes trascienden lo anecdótico y están sustentadas por investigaciones científicas recientes, situando el vínculo humano-canino en un nivel comparable a las relaciones afectivas más próximas dentro de la sociedad.
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