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Buenos Aires » Infobae
Fecha: 24/06/2025 04:32
Lagos, como futbolista y en el rol de barbero El Auckland City es uno de los equipos más humildes del Mundial de Clubes. Con un plantel cargado de futbolistas semiprofesionales, la mayoría de los jugadores que arribó a Estados Unidos debieron tomarse vacaciones en sus respectivos trabajos para enfrentarse con las potencias del planeta. La delegación del elenco oceánico incluye conductores de carretillas elevadoras, un vendedor de gaseosas, agentes inmobiliarios, profesores, estudiantes universitarios y hasta un gerente de almacén. El propio capitán, Mario Ilich, trabaja en el departamento de ventas de Coca-Cola. Entre ellos se destaca la historia de Jerson Lagos, un colombiano que emigró hacia Oceanía en busca de un destino cargado de aventuras y se gana la vida como peluquero. En una entrevista con el diario As, el extremo que se describe como un velocista admirador de Luis Díaz había reconocido que antes de viajar hacia el país del norte trabajaba como mecánico de camiones, una labor que decidió abandonar debido a las exigencias físicas y la carga horaria que le demandaba. En ese reportaje, el delantero también explicó que la barbería le permite tener mayor flexibilidad para dedicarle tiempo a su familia y prepararse para competencias como el Mundial de Clubes, que considera una oportunidad que podría cambiarle la vida. Sin embargo, el cafetero comenzó su participación en el torneo como suplente en la aplastante goleada adversa por 10 a 0 frente al Bayern Múnich (ingresó a los 21 minutos del segundo tiempo) y luego jugó todo el partido que terminó con la derrota por 6 a 0 frente al Benfica. Bringing his passion for football from his homeland all the way to Auckland. The story of @AucklandCity_FC's Jerson Lagos. — FIFA Club World Cup (@FIFACWC) May 1, 2025 Lagos llegó al Auckland City a mediados del año pasado, y desde entonces se ha convertido en una pieza clave para el equipo que logró jugar la cita que reúne a los mejores del planeta. El futbolista colombiano contribuyó con una asistencia en la final de la Champions League de Oceanía, torneo que el club ganó, asegurando así su participación en el Mundial de Clubes. A pesar de aquel éxito, el cafetero confesó que su vida como futbolista profesional en Nueva Zelanda está lejos de los lujos que suelen asociarse con este deporte. El colombiano debe manejar hasta dos horas para llegar a los entrenamientos y equilibrar su tiempo entre el fútbol y su trabajo en la barbería. Su llegada al continente (primero fue a Australia) se dio como refugiado, un momento que marcó profundamente su vida. “Comencé a jugar desde que tenía 9 añitos y ahí he subido poco a poco”, relató. Aunque no recuerda mucho de su vida en su país de origen, ya que emigró junto a su familia a los 3 años; hizo escala en Ecuador, antes de mudarse a Oceanía. Además de su desempeño en el campo de juego, Lagos ha encontrado en la barbería una forma de conectar con sus compañeros. Según relató ante la prensa, algunos de ellos se dejan cortar el pelo por él, especialmente durante concentraciones y torneos. “Tuvimos un campeonato hace poquito que lo ganamos, era el Campeonato de Oceanía, allá lo tuvimos en una isla y ahí me tocó. Ellos me llegaban al cuarto de una y les cortaba el pelo”, comentó. “Siempre me ha gustado la peluquería, la satisfacción del corte. Cuando me cortaban me gustaba, me hacóa sentir bien", le explicó a ESPN por qué optó por dedicarse a la barbería. El futbolista también reflexionó sobre los desafíos de equilibrar dos trabajos y una vida familiar. “Es muy duro cuando uno tiene una familia, hijos, el tiempo que uno tiene no es el mismo, pero es el riesgo que uno tiene que tomar y obviamente con el fútbol, con la pasión que uno tiene casi no lo piensa. Es difícil para cualquier persona, pero es un riesgo que al final valga la pena”, subrayó. En un torneo que reparte mil millones de dólares en premios y donde todos los focos suelen apuntar a los gigantes europeos, la presencia del Auckland City se convirtió en una curiosa excepción. Los jugadores no perciben salario alguno por su labor futbolística. La legislación local pone un tope de 150 dólares neozelandeses semanales –poco más de 90 dólares estadounidenses– para gastos básicos, como la membresía del gimnasio.
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