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Parana » Radio La Voz
Fecha: 23/06/2025 21:32
Se armó una ronda espontánea en el pasillo del edificio viejo del IAPV. Perros y Grillos se arrimaron con mate caliente y ganas de largar la lengua. La excusa: una resolución que levantó más polvo que la camioneta del Presidente saliendo del playón con rumbo incierto. Tomó la palabra Perro Mariscal, con voz de trueno y cara de lunes: —Dicen que hay más de 20 mil partidas, y que un 25% está con la cuenta suspendida. ¿Sabés qué significa eso? ¡Juicio ejecutivo para todos! Y con menú incluido: cuota impaga de $1.000 y honorarios de $600.000. —¿Y eso lo cobra el IAPV? —preguntó un Grillo joven, recién salido del cascarón. —¡No, pichón! —le respondió Vizcachón entre risas—. Lo cobra el abogado amigo, el procurador de la casa. Vos debés dos mangos y terminás pagando un huevo y medi de capital y ‘gastos legales’. Eso sí, al Jurídico no se le mueve una ceja. Igual, yo no me meto con lo que le da de comer a otro, eh… Los murmullos aumentaban. En una esquina, alguien susurró que todo era una maniobra para evitar la vía administrativa. Otro, más picante, agregó: —El problema no es solo lo que se cobra, sino lo que no se controla. El Tribunal de Cuentas no tiene cómo auditar qué juicios se cobran, qué ingresos hay, ni cómo se reparten. Un festival sin rendición. Y mientras hablaban de regulaciones, Perro Jirafa interrumpió: —Y si no querés juicio, te hacen una “propuesta administrativa”. Pagás los honorarios en efectivo, y te levantan la suspensión. Sin ticket, sin sistema. Un Grillo afilado recordó que la Auditoría Interna ya había propuesto un convenio con el Colegio de Abogados para abrir el juego a los jóvenes, como hizo la muni. Pero claro, eso no camina cuando los dueños del kiosco están en pareja con la caja. —¿Y los autos oficiales? —tiró al aire Perro Ametralladora, mientras miraba por la ventana. —Olvidate. El Presidente anda en un Vento como si fuera embajador. Los demás funcionarios usan los autos del IAPV como si fueran propios. Van al súper, a buscar los chicos al colegio, y estacionan en la puerta del Instituto como si fuera el garage de casa. Pero vos dejá el auto cinco minutos en doble fila y te lo lleva la grúa. El mate se enfrió. Nadie dijo más nada. Hasta que Perro Vizcachón, medio en joda y medio en serio, cerró con un suspiro: —Al final, en el IAPV hay dos formas de tener casa: por sorteo… o por amor en la oficina. Estas Charlas de Pasillo son una obra de ficción. Que los personajes recuerden a personas reales, que los hechos se parezcan demasiado a la realidad, o que los diálogos suenen familiares, es pura coincidencia. O tal vez no. Pero digamos que sí, así nadie se ofende… ni denuncia.
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