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  • La noche de San Juan

    Parana » AIM Digital

    Fecha: 23/06/2025 15:30

    Hasta hace algunas décadas, cada 23 de junio se celebraba con fogatas en las calles el solsticio de invierno en el hemisferio sur y de verano en el norte. Sobre todo, los chicos bailaban y cantaban en torno de muñecos que quemaban en la calle. El desencantamiento del mundo, que el sociólogo alemán Max Weber resumía como burocratización y secularización, goce inmediato y finalmente pura sobrevivencia sin horizonte, ha terminado con las fiestas populares, reemplazadas por emprendimientos comerciales en que la gente consume y mira un espectáculo. Para Weber el desencantamiento no implica un creciente conocimiento de las condiciones generales de nuestra vida. "Su significado es muy distinto; significan que se sabe o se cree que en cualquier momento en que se quiera se puede llegar a saber que, por tanto, no existen en torno a nuestra vida poderes ocultos o imprevisibles, sino que, por el contrario, todo puede ser dominado mediante el cálculo y la previsión". Se puede adivinar la mentalidad de la burguesía triunfante, dura, seca y sin ilusión, que participa de las diversiones y distracciones sin perder de vista el beneficio. Hasta hace algunas décadas los 23 de junio se celebraba con fogatas en las calles el solsticio de invierno en el hemisferio sur y de verano en el norte. Sobre todo los chicos bailaban y cantaban en torno de muñecos que quemaban en la calle. La noche de San Juan recuerda con su nombre a Juan Bautista, el que según el evangelio de Juan, dijo "es preciso que él crezca y que yo mengüe", en referencia a Jesús, al que bautizó en el Jordán La de San Juan fue en los orígenes una noche mágica y proviene de una tradición milenaria ligada, a las hogueras, los saltos, reuniones de amigos y a tirar los malos recuerdos al fuego convertidos en papel. Se trata, como siempre, de ahuyentar todo lo malo y propiciar todo lo bueno. En las playas de Europa, donde es verano, a la medianoche los jóvenes saltan las olas a la orilla del mar en la medianoche del 23 al 24 de junio. Miles de años antes del cristianismo, que luego monopolizó la fiesta, se encendían hoguera en la noche del solsticio de verano, el día más largo del año, para enviar poder al sol que comenzaría a debilitarse hasta la llegada del otro solsticio, el de invierno, cuando volvería a crecer. En el hemisferio norte, las horas de luz solar comienzan a disminuir a partir del solsticio de verano y se inducía a encender hogueras y lámparas para dar fuerza al sol. El verano es la estación de la alegría, de la diversión, de la vida al aire libre, del triunfo de la luz, así como el invierno es su inversa. La tradición proveniente del norte llegó al sur y acá también celebramos San Juan, pero en invierno, justo cuando el periodo de insolación comienza a crecer de nuevo Desde el punto de visita tradicional lo que ha alcanzado su máximo solo puede decrecer, y lo que ha llegado a su mínimo no puede sino comenzar a crecer. El filósofo francés René Guénon explica que en la tradición hindú, la fase ascendente se pone en relación con el deva-yâna, y la fase descendente con el pitr-yâna. Por consiguiente, en el zodíaco, el signo de Cáncer, correspondiente al solsticio de verano, es la "puerta de los hombres", que da acceso al pitr-yâna, y el signo de Capricornio, correspondiente al solsticio de invierno, es la "puerta de los dioses", que da acceso al deva-yâna. Agrega que el período "alegre", es decir, benéfico y favorable, es la mitad ascendente del ciclo anual, el que entre nosotros comienza en el solsticio de invierno y su período "triste", es decir, maléfico o desfavorable, es su mitad descendente, que comienza en el hemisferio sur el 21 de diciembre, con el sol en su esplendor máximo, cuando comienza a declinar. La poesía tradicional española tiene un romance muy notable, el del conde Arnaldos, que tiene lugar justamente la noche de San Juan. El romance del conde Arnaldos apareció alrededor de 1545 en una colección de romances españoles, tradicionales ya entonces, publicada en Amberes. Está ubicado entre los romances populares porque es anónimo a diferencia de los “prestigiosos” de autor conocido. ¡Quién hubiere tal ventura sobre las aguas del mar como tuvo el conde Arnaldos la mañana de San Juan! Su tema desconcierta: prodigio, maravilla, magia, mística, fe, Orfeo, ideas de diferente origen y sentido, confundidas por los que informan sobre él sin atreverse a confesar la evidencia: desborda la comprensión crítica habitual. Según Azorín el conde Arnaldos ha salido en la mañana de San Juan a dar un paseo por la dorada playa. Ante él se extiende el mar inmenso y azul… El conde ve avanzar una galera… Las velas son blancas: blancas como las redondas nubes que ruedan por el azul; blancas como las suaves espumas de las olas. En el bajel viene un marinero entonando una canción; su voz es llevada por el ligero viento hacia la playa. Es una voz que dice contentamiento, expansión, jovialidad, salud, esperanza. ¿Qué cuitas íntimas tiene el conde? ¿Por qué, al oír esta voz juvenil y vibrante, se queda absorto? Una honda correlación hay entre la luminosidad de la mañana, el azul del mar, la transparencia de los cielos y esta canción que entona al llegar a la costa quien viene acaso de remotas y extrañas tierras. “Por Dios te ruego, marinero, dígasme ora ese cantar “ exclama el conde. Y el marinero replica: —Yo no digo esa canción sino a quien conmigo va. Nada más: aquí termina el romance. A quien conmigo va. El 24 de junio es la fiesta de San Juan Bautista, exactamente a seis meses del nacimiento de Cristo y a casi seis meses de la fiesta de San Juan Evangelista. Es decir, uno “ascendente” y el otro “descendente”. El Bautista anunció que decrecería para que Jesús crezca tal como el sol que empieza a crecer al comienzo del invierno y a decrecer al inicio del verano. De la Redacción de AIM. Relacionada Paraná celebra la 25° edición de Sant Joan en el Balneario Municipal

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