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» Diario Cordoba
Fecha: 22/06/2025 17:07
A dos de los hermanos Oteros, Francisca y Antonio, los dieron por tontos. Que nadie se ofenda, porque así se hacían las cosas cuando fueron jóvenes, y de eso hace mucho tiempo. Los deudos han visto ya 95 y 90 primaveras, respectivamente, en su pueblo natal, Nueva Carteya. Nunca se casaron ni tuvieron hijos y nadie jamás les enseñó lo imprescindible para valerse por sí mismos. Sin parientes de primer grado ni recursos para permitirse una residencia, es su sobrina Mercedes —que también peina canas a sus 70 años— quien se encarga de ellos, con la inestimable pero escasa ayuda a domicilio, y lo hace con gusto. Entre los tres suman 255 años en un hogar bien llevado que supone un ejemplo del envejecimiento de la sociedad, pero también de que la estación término de las residencias no es una parada obligatoria. Francisca tiene un defecto en el habla que «en aquellos tiempos decían que fue por una meningitis», aunque nunca recibió un diagnóstico; «no se qué grado tiene de inteligencia, pero de tonta ni hablar», refiere su sobrina Mercedes. Antonio tiene alguna deficiencia sin determinar porque «no lo valoraron como ahora hacen estas cosas». No fue a la mili, que por su edad le debió tocar a principios de los 50, «porque le encontraron algo» y siempre trabajó como peón agrícola con su familia. «Es una persona amable y normal y llevándolo bien es estupendo, no tiene medicación ni nada», lo define Mercedes. Siete hermanos En la familia Oteros eran siete hermanos «y los dos que se suponían deficientes fueron los que hicieron compañía y ayudaron a sus padres», relata Mercedes, en una casa en donde el dinero siempre escaseó. Cuando faltaron los progenitores hace ya tres décadas, la familia se hizo cargo de mantener a Francisca y Antonio. «Se quedaron los dos solos en su vivienda sin apaños y sin saber dirigir una casa», narra la sobrina. Mercedes, aunque por entonces vivía en Cabra, siempre estuvo con ellos. «Al principio venía dos veces por semana, pero luego vi que la casa era un desastre», rememora. Por eso ha estado «30 años yendo y viniendo todos los días a Cabra». Desde hace siete años, ya viuda y jubilada, vive en la casa de sus padres en Nueva Carteya, ahora en propiedad, haciéndose cargo plenamente de sus tíos. Podía haber tenido una vejez distinta, pero «me daba lástima vender la casa y mandarlos a la residencia, así que aquí estamos los tres». Lo hace sin queja y con el escaso apoyo de algunas horas de la ayuda a domicilio para dos personas que necesitan apoyo para tareas cotidianas. Ayuda en tareas cotidianas En su día a día, Francisca y Antonio necesitan ayuda para muchas de las tareas cotidianas: «Hay que ponerles hasta el vaso de agua, si no, no son capaces de ir al grifo». También necesitan apoyo para bañarlos y vestirlos, pero por lo demás tienen cierta autonomía. «Procuro que estén comidos, vestidos y arreglados», resume Mercedes. Cuentan con unas horas de ayuda a domicilio asignadas a Francisca, porque Antonio aún no ha sido valorado a pesar de sus 90 años. Mercedes no se queja de nada y asegura que hacerse cargo en casa de los ancianos es algo que «se puede hacer, no implica tanto, y puedes tener tu vida también». Termina con un consejo: «Para esto, primero hay que preparar una casa cómoda» Suscríbete para seguir leyendo
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