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» Diario Cordoba
Fecha: 22/06/2025 17:06
Se llamaba Juan Zafra Raigón y formaba parte de la conocida saga familiar de «Los Membrillos» de Montilla. En 1936, tras el golpe de estado que desencadenó la Guerra Civil española, fue dado por muerto hasta que, más de ocho décadas después, la investigación personal emprendida por su sobrino-nieto, Miguel Guillén Burguillos, ha permitido reconstruir una historia familiar marcada por el silencio, el exilio y el trauma colectivo. Politólogo, escritor y profesor del Tecnocampus-UPF, Miguel Guillén Burguillos ha descubierto en Angoulême, la ciudad francesa conocida como «El balcón del suroeste», la historia oculta de su tío-abuelo, dado por muerto durante más de ocho décadas. El hallazgo cambió por completo la versión que siempre se había dado por cierta en su familia. Juan Zafra, el pequeño de seis hermanos, no fue asesinado ni desapareció sin dejar rastro. «Ochenta y cinco años después, descubrir que un miembro de la familia, a quien creíamos perdido, murió con 69 años en Francia supone una conmoción difícil de describir», confiesa Miguel Guillén. Durante décadas, el recuerdo del hermano pequeño acompañó en silencio a su abuela Gabriela, que murió con la pena y la incertidumbre que suponía haber perdido a su hermano en 1936. «Mi tío-abuelo Antonio habló en su día con el cónsul de Francia y le dijo que lo habían localizado, pero la información era confidencial y no se pudo averiguar nada más», relata. Movido por su empeño por rescatar las raíces, en diciembre de 2015 contactó con el historiador Arcángel Bedmar, cuya labor ha sido fundamental para entender el contexto de brutalidad que vivió Montilla tras el golpe del 18 de julio de 1936. Según recoge Bedmar en su obra Los puños y las pistolas. La represión en Montilla (1936-1944), «la represión arranca con el golpe de Estado del 18 de julio y no acaba hasta la muerte de Franco». En ese ambiente asfixiante, donde la única salida para muchos fue la huida, Juan Zafra cruzó la frontera hacia Francia en 1939, tal y como Miguel Guillén descubrió años después en una base de datos del departamento de Pirineos Orientales. El joven montillano, entonces con apenas 18 años, fue internado en el campo de concentración de Argelès-sur-Mer. En la ficha digital aparecía su nombre completo, fecha y lugar de nacimiento, así como su condición de campesino y su estado civil: soltero. La clave del hallazgo llegó en septiembre de 2024, cuando Guillén, casi por rutina, tecleó de nuevo el nombre de su tío-abuelo en un buscador de internet. «Apareció un resultado que no esperaba en absoluto: su obituario, de fecha 24 de enero de 1990, en una web holandesa que remitía a otra fuente: la página del Instituto Nacional de Estadística y Estudios Económicos (INSEE) de Francia». En la web del cementerio Trois Chênes de Angoulême localizó la tumba de Juan Zafra, junto a Christian e Yvonne Balandre. Fue esta pista la que permitió encontrar el lugar de residencia de su familia en Francia: Saint-Yrieix-sur-Charente, una población de apenas 6.300 habitantes en la región de Poitou-Charentes. Un mensaje enviado a varias asociaciones locales obtuvo una respuesta inesperada. Patrick Villessot, coronel de la reserva francesa, ofrecía los datos de contacto de Jean-Max Zafra, hijo del desaparecido. Miguel le escribió entonces por WhatsApp, y la respuesta fue inmediata. «Esa tarde mantuvimos una larga conversación. Yo estaba completamente emocionado y percibí que Jean-Max, también», rememora. A partir de ese momento, comenzó una relación afectiva que culminó en un encuentro presencial durante la pasada Semana Santa. «Nos fundimos en un fuerte y emotivo abrazo y él, mi primo, emocionado, no pudo reprimir las lágrimas». «No conocía prácticamente nada respecto de su infancia y juventud en España. Según mi primo, no hablaba sobre el pasado y, a duras penas, conocía el pueblo donde nació —Montilla– y el nombre de su madre: Dulce», detalla Guillén. El silencio de Juan Zafra, como el de tantos otros represaliados, forma parte del trauma colectivo que marcó a toda una generación. «Opino que mi tío-abuelo Juan, quizá de forma meramente instintiva, decidió encerrarse en sí mismo y tratar de olvidar, si es que esto es posible en algún caso, todo lo que debió pasar durante la guerra en España, el exilio y los primeros años cuarenta en Francia», verbaliza el artífice de este hallazgo. Hoy, tras el reencuentro de las ramas separadas por la historia, Jean-Max Zafra ya sabe de dónde procedía su padre y cuáles eran sus orígenes familiares. Suscríbete para seguir leyendo
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