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  • Ciudades enfrentadas a desafíos comunes

    » Diario Cordoba

    Fecha: 22/06/2025 17:03

    De izquierda a derecha, José Ramón Mendaza, director de La Opinión de Málaga; Francisco de la Torre, alcalde de Málaga; Noelia Arroyo, alcaldesa de Cartagena; María José Catalá, alcaldesa de València, y Jaume Collboni, alcalde de Barcelona. / F. Bustamante / R. Arjona / A. Zea / J.L. Roca / F. Silva "Estoy muy de acuerdo con el alcalde de Barcelona cuando dice que su objetivo es garantizar el derecho de sus conciudadanos a quedarse en su ciudad". La frase es de María José Catalá (PP) e iba dirigida a Jaume Collboni (PSC). Catalá y Collboni son alcaldes de la segunda y la tercera ciudad de España en número de habitantes: 1,7 millones y 844.000, respectivamente. Ambas ciudades esperan que finalmente en 2027 puedan estar unidas por el AVE. Sería 35 años después del primer AVE entre Madrid y Sevilla. Luego quedará ir trabajando el proyecto hacia Andalucía oriental. El debate entre alcaldes celebrado durante el Segundo Foro del Mediterráneo organizado por Prensa Ibérica en Málaga fue de guante blanco, elegante y constructivo, a pesar de diferencias puntuales en la manera en que debe atajarse el problema de la vivienda o la gestión del turismo. Además de Catalá y Collboni, participaron en la mesa redonda el alcalde de Málaga (sexta ciudad de España con 591.000 habitantes), Francisco de la Torre; el alcalde de Palma (431.000), Jaime Martínez Llabrés, y la alcaldesa de Cartagena (222.000), Noelia María Arroyo. Estos tres también pertenecientes al PP. "Que cada ciudad sepa mantener su identidad", volvió a manifestar la alcaldesa valenciana. Un Perogrullo que a veces es necesario recordar y que le permitió decir a la alcaldesa de Cartagena: "Yo no tengo presión turística", para reclamar que vayan a la ciudad murciana más viajeros, "hay suelo y libertad para cualquier tipo de vivienda turística", agregó, contraponiéndose a las políticas de intervencionismo activo sobre las viviendas turísticas expresadas por Collboni. El alcalde de Barcelona defendió que su ciudad tiene derecho a proteger el uso residencial de una vivienda y que "las plataformas -léase, entre otras, Airbnb- no deben decidir nuestro modelo de ciudad". En el aire quedó una pregunta: ¿puede un Gobierno decirle a un propietario el uso que debe hacer de su casa? ¿Cuáles son los límites que deben exigirse? En medio del fragor del debate, sentencias para recordar. Martínez Llabrés: "Frente a la España vaciada, nosotros somos la España que se llena, que nos obliga a pensar en modelo demográfico y turísitico". De la Torre: "Prefiero tener hoteles de cinco estrellas que de menos". Y, de nuevo, Catalá: "Hay 10.000 viviendas vacías en Valencia porque los propietarios no quieren alquilarlas por miedo a la okupación". Pidió una ley estatal que ponga freno y garantice la seguridad de la propiedad privada. Collboni explicó que una tercera parte de los ingresos de las tasas turísticas anuales (120 millones) ha ido a la climatización de 170 escuelas de educación primaria. Todos estuvieron de acuerdo en que, salvo hecatombe geopolítica, el crecimiento del turismo a nivel internacional en el próximo decenio seguirá manteniéndose con la llegada de más viajeros procedentes de China y la India. La presión para las poblaciones españoles más turísticas y visitadas se incrementará. El control en la entrada de cruceros que no pasan noche empieza ser una de las microcirugías que se empieza a aplicar. Diferencias en el debate La ejemplaridad de la mesa redonda entre alcaldes sirvió para evidenciar las diferencias del debate en España según quién y cómo se registre. Hace años que el país va mostrando una división en dos partes. La que simbólicamente representa la que está dentro de la M-30 de Madrid, con sus tentáculos radiales a 50 kilómetros alrededor y cuyo griterío y bronca endémica empieza en la plaza de las Cortes, y otra España que cubre el resto del territorio. Es una división formal, de estilo, que no niega la mayor: en muchos casos, las corruptelas, los clanes y sus tráficos de influencias y tejemanejes que ensucian nuestra democracia se originan fuera del lazo del poder central, como ha demostrado la historia y corrobora el presente liderado estos días por Koldos, Cerdanes y otros personajes poco ejemplares que nada tienen que envidiar a los Bárcenas y compañía de hace años. Sin embargo, es en el centro donde el efecto repercusiona hasta sobrepasar todos los límites. El insulto ha ascendido a la primera categoría del debate cortesano. Vomitado en las Cortes para reproducirse más allá. Así llevamos ya unos cuantos años. Pero, cuando hablan los alcaldes, independientemente de su color político, las atenciones son otras. La razón es la cercanía de su votante, el ciudadano que paga sus impuestos, que no sabe muy bien a qué se dedican, pero que sí quiere ver limpias las calles, los jardines, vivir seguro y tener buenos servicios públicos. Objetivos comunes, desafíos compartidos.

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