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  • Necesitamos recrear el optimismo ante el futuro que nos propone la IA

    Buenos Aires » Infobae

    Fecha: 22/06/2025 08:51

    La inteligencia artificial complementa el trabajo humano. (Imagen Ilustrativa Infobae) El debate sobre el futuro del trabajo humano está al rojo vivo. Nuevos estudios, ensayos y pronósticos se suceden cada semana. Coinciden en algo central: el poder transformador de la actual revolución tecnológica impulsada por la inteligencia artificial avanzada, es más veloz y profundo que en cualquier otra época de la historia. Por primera vez, hemos creado dispositivos tecnológicos con capacidades que invaden el terreno humano más propio, como por ejemplo los modelos de IA generativa que ya despliegan procesos de razonamiento y los agentes que comienzan a proliferar entre nosotros y son capaces de ejecutar tareas complejas sin intervención humana. El último Informe anual sobre el futuro del trabajo del World Economic Forum (2025) refleja la amplitud y velocidad que va adquiriendo este fenómeno de transformación del trabajo en el mundo. Entre otros indicadores y proyecciones de gran valor, dicho documento alerta acerca que el 59% de la fuerza laboral actual necesitará aprender nuevas habilidades para desempeñarse hacia el año 2030. Si bien pronostican un saldo positivo en materia de generación de empleos (170 millones de nuevos trabajos frente a 92 millones destruidos para 2030), la magnitud de los cambios laborales para tantas personas y la compleja transición que supone activa todas las alertas de los sistemas políticos, económicos y sociales en esta tercera década del Siglo 21. Otro estudio, en este caso del FMI, titulado Gen-AI: Artificial Intelligence and the Future of Work (2025), pronostica que el 40% de los empleos globales están altamente expuestos a la nueva ola de automatización tecnológica de tareas que viene dada por el transversal despliegue de las aplicaciones de IA generativa. Dicha proyección se eleva al 60% en economías avanzadas, lo cual refleja el nuevo poder de las tecnologías inteligentes para incursionar en tareas de índole cognitivas, históricamente más inmunes al avance de la automatización y con mayor volumen en las economías con altos estándares de desarrollo. Al respecto, el Burning Glass Institute, en conjunto con la Society for Human Resource Management (SHRM), han publicado un documento, La fuerza laboral frente a la IA generativa (2025), revela que en 2025 se concretará mucho de lo que se viene anunciando en torno al impacto real de la IA en la economía y el empleo. El 46% de los altos directivos de empresas consultadas afirman que este año serán escaladas las iniciativas sobre IA generativa que vienen experimentando en distintas áreas. Semejante avanzada de cambios profundos da forma a un clima de época que se expande: pánico por nuestro futuro. ¿Qué lugar quedará para las personas en economías donde las máquinas pueden producir, administrar, vender, entregar, cobrar y otras acciones de forma cada vez más eficiente y autónoma? Analistas de distintas especialidades lo reflejan de manera contundente. Como Judd Rosenblatt, que en un reciente artículo en The Wall Street Journal titulado “La IA está aprendiendo a Escapar del Control Humano” explica como los modelos de IA tienden a autopreservarse y define como la gran misión que viene es alinear la IA con la Humanidad para que respete lo que valoramos. O también Kevin Roose, quien en The New York Times publicó “Se Aproxima una IA Potente. No estamos preparados”. Allí argumenta que, bajo el loop de innovaciones cada vez más frenético, es hora de tomar en serio la posibilidad de la tan mentada Inteligencia Artificial General (aquella que trasciende usos específicos), incluso si no sabemos exactamente cuándo llegará ni qué forma precisa adoptará. En síntesis, cunde el pánico acerca del futuro que nos espera. Y crece el escepticismo acerca de lo que podamos hacer colectivamente para encauzar este fenómeno tan potente hacia el beneficio colectivo de la Humanidad. Se anuncian el fin de muchos trabajos y profesiones, se promueven modelos de empresas gestionadas totalmente por agentes de IA, se deciden reducciones de plantillas en grandes corporaciones globales y se suceden gurúes que, sin pudor alguno, anuncian que en el mundo que viene la recomendación más segura para los jóvenes es estudiar plomería o apostar por ser jugadores de futbol (dos actividades con pronóstico de escaso reemplazo tecnológico). Frente a esta narrativa debemos rebelarnos. No como una manifestación de fe o una expresión de deseos desconectada de la realidad. Sino como un esfuerzo sistemático para comprender lo que subyace debajo de la parte más visible de semejante transformación tecnológica. Un optimismo responsable, que nos ayude a separar datos del ruido, que nos permita visualizar oportunidades e impulsar estrategias para capturarlas, que nos prepare para la transición dolorosa que debemos atravesar para dejar atrás mucho de lo que hemos conocido como producción y trabajo, abriendo las instancias para construir nuevos modelos bajo los que vamos a funcionar en el futuro. Si abrazamos una mirada optimista, sin renegar del final incierto que este proceso tiene para la Humanidad, podremos ver con claridad algunos factores que tienen el potencial de preservar y transformar positivamente el trabajo humano futuro en la era de la IA. Aquí cinco que creemos más relevantes: Los trabajos humanos son mucho más que una sumatoria de tareas específicas. Mientras crecen la cantidad de tareas que, en cada trabajo, son o serán hechas por máquinas, emerge con fuerza la idea de que esa sumatoria no alcanza para reemplazar totalmente un trabajo humano (o al menos la mayoría de ellos). Hay una dimensión más compleja en los mismos, que suele incluir interacciones, interpretaciones, variaciones, emociones, coordinaciones, etc. Todo ello que suele ser difícil de clasificar, es lo más difícil de reemplazar. Y paradójicamente es aquello para lo que menos tiempo teníamos cuando estábamos abocados a tantas tareas procesales en nuestros trabajos. Es el caso de un vendedor, que crece en relevancia por todo lo que puede hacer bien, a pesar de tantas tareas de su función que ya se sabe pueden ser mejor hechas por una máquina. O del radiólogo , que tenía pronósticos de desaparición hace algunos años y hoy se demanda con fuerza debido a que es el profesional que debe orquestar y comunicar la enorme cantidad de tareas sueltas que la IA hace en materia de imágenes médicas. Nuevas tareas no mapeadas aparecen como necesarias cuando cambia el paradigma de producción y servicios en una economía . Esto sucede sector por sector, profesión por profesión. Pero aplica una regla general: frente a cada salto tecnológico que cambia las maneras de hacer cosas, algunas tareas humanas se van y otras aparecen como necesarias. Es lo que se conoce como la “falacia de la carga fija de trabajo”: los trabajos no tienen una carga fija de tareas, cambian y evolucionan con el tiempo. Hay un repertorio inacabado de habilidades o skills sobre las que se asienta esta dinámica. Es el caso del Docente , que deja corregir exámenes por ejemplo, pero que comienza a organizar espacios interactivos de aprendizaje como idea central para que los estudiantes avancen. Nuevos trabajos, oficios y formatos de trabajo irrumpen en la escena: como siempre ha pasado, hay nuevas necesidades en los mercados que son capaces de ser cubiertas por personas o equipos con determinadas habilidades y propuesta de valor. Hacer algo que la gente quiera y que te paguen por ello, explica Paul Graham . No todo ha sido creado ya en materia de trabajos y profesiones humanas. Hay nuevas disciplinas, conocimientos y tecnologías que se combinan y dar forma a perfiles nuevos. Lo que es lo mismo decir, nuevos trabajadores con potencial de crecer. Muchos de ellos, trabajos independientes o flexibles, que inexorablemente se multiplicarán en el futuro. Hablamos del Health Coach, por ejemplo, como aquel que ofrece servicios para que las personas gestionen sus caminos personales de bienestar. O del Operador de IA, como esa persona capaz de ayudar a una Pyme a organizar mejor sus procesos y servicios usando herramientas de IA, cada vez más accesibles e interconectadas. Elevación de trabajos medios y eliminación de la “prima por expertise”. Algo que fundamenta con amplitud el experto del MIT David Autor : ante la creciente disponibilidad de data y herramientas de IA accesibles a personas calificación media en distintos sectores y profesiones, el campo de desempeño de las mismas y el valor que pueden entregar a sus públicos, se eleva y enriquece, reduciendo la prima que anteriormente tenían aquellos que lograban ser expertos en una disciplina, fruto del acceso a niveles educativos superiores o experiencias de alto nivel. Es decir, se configura una oportunidad expansiva para muchos trabajos de clase media, abriendo instancias para mejorar su productividad gracias a la tecnología. Es el caso del o la enfermera , cuyo campo de acción se potencia en el marco de entidades sanitarias con creciente presencia de tecnologías inteligentes que les proveen datos para tomar mejores decisiones y acompañar más proactivamente el despliegue de los médicos. Preferencia humana y sectores de la economía que demandan más personas: mientras crece el consenso de que las máquinas inteligentes nos entregan un valor superior a un humano en muchas necesidades, crece en paralelo la “preferencia de que sean humanos quienes hacen para nosotros muchas otras cosas”. No queremos que todo sea hecho por máquinas. Hay actividades y servicios que los mercados exigirán que tengan intervención protagónica de personas. Quizás por atributos de calidez, emocionalidad, accesibilidad. U otras razones. Y quizás también por un sentido de autopreservación que crecerá en nuestra especie. Pero además, se recrean sectores de la economía que demandan más personas y exhiben en el mundo dificultades para cubrir sus requerimientos de talento. Economía de los cuidados por ejemplo, con el enorme repertorio de actividades y prestaciones que se van configurando en un espacio enriquecido gracias a los huevos hallazgos en materia de bienestar. O Ciberseguridad, donde necesitaremos muchos roles humanos para que nos cuiden con tanto de nuestras vidas en la Nube. En definitiva, hay razones para combatir el pánico. Nada de todo esto puede presentarse como pronósticos certeros. Pero tenemos señales fuertes que pueden alimentar nuestro entusiasmo para construir futuros. Recrear el optimismo es combustible para la acción colectiva. Y lo necesitamos más que nunca.

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