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Buenos Aires » Infobae
Fecha: 22/06/2025 08:40
El sistema de defensa antiaérea israelí dispara para interceptar misiles durante un ataque iraní a Tel Aviv, Israel, el 21 de junio de 2025. (AP Foto/Leo Correa) El ataque israelí a las instalaciones nucleares militares de Irán responde a una estrategia pensada desde hace años. Esta tenía como premisa que la acción militar contra el régimen de Teherán iba a realizarse con el aval y cooperación de Estados Unidos. En particular Donald Trump, en su primera presidencia, sacó a Estados Unidos del acuerdo para controlar el plan nuclear iraní que habían firmado los cinco miembros permanentes del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas y Alemania. Israel creía, con razón, que la capacidad atómica iraní era un “peligro existencial” para el país y funcionarios iraníes más de una vez dijeron que dicho país debía ser destruido. Pero en los primeros meses de su segundo gobierno, Trump abordó el conflicto iraní con una política de negociación. Eligió uno de los seis emiratos del Golfo Pérsico para tener un interlocutor en las conversaciones. Se trata de Omán, que había tenido hasta ahora un bajo protagonismo como negociador en este tipo de conflictos. Trump realizó numerosas declaraciones sobre el conflicto de Irán con Occidente en las últimas semanas. Las hubo amenazantes, como decir que el régimen de Teherán sufriría graves consecuencias de continuar con su plan nuclear-militar. En otras, en cambio, se mostraba relativamente optimista sobre la marcha de las negociaciones. Poner a Irán bajo control efectivo del Organismo Internacional de Energía Atómica de Naciones Unidas era uno de los objetivos de Trump en su rol internacional de gestor de acuerdos que contuvieran conflictos de alcance global. Pero este ataque inició una escalada que dio por tierra con este objetivo. Mientras tanto, en Israel, la situación política interna puede haber jugado un rol en la decisión adoptada. El gobierno de Netanyahu se encontraba en una situación de extrema debilidad. Su alianza con los sectores israelíes más duros, que le resulta imprescindible para articular la coalición gobernante, estaba bajo fuerte tensión. La decisión de subordinar la libertad de los rehenes a los objetivos del plan militar para aniquilar a Hamas encontraba un creciente cuestionamiento en la opinión pública. Las acusaciones de corrupción que afectan al primer ministro israelí desde hace años horadaban su figura. Pero su papel como líder guerrero en el conflicto con Hamas -apoyado en la red de resistencia articulada por Irán que le permitía hasta ahora mantenerse en el poder- pareció ponerse en duda. De acuerdo a esta interpretación, el ataque a Irán parece haber complicado a Trump y beneficiado a Netanyahu. Versiones periodísticas en la semana posterior al ataque habían dado cuenta de que la relación Trump-Netanyahu se encontraba bajo tensión por puntos de vista divergentes y que esto tenía que ver con atacar o no a las instalaciones nucleares de Irán. A las pocas horas de ocurrido el hecho, Trump hizo público, a través de su red Truth Social, su desacuerdo y rechazo al ataque realizado por Israel a Irán. Pero ahora la situación ha cambiado. Los funcionarios de primera línea, como el Secretario de Estado, Marco Rubio, y el Jefe del Pentágono, Pete Hegseth, pasaron del rechazo inicial al ataque israelí, a la condena a Irán. La historia muestra que las crisis suelen escalar por errores de cálculo y esto no es sólo un razonamiento o experiencia histórica. Cuando el 22 de febrero de 2022 Rusia invadió Ucrania, pocos imaginaron que tres años y medio después seguiría sin final a la vista y con una cantidad de muertos que no fue prevista entonces. Cuando Hamas realizó el 7 de octubre de 2023 el ataque terrorista sobre Israel, una guerra que llevara veinte meses y se transformara en un conflicto global no era el escenario más probable. La persistencia de las milicias hutíes pro-iraníes en atacar a Israel y complicar la navegación en el Mar Rojo tampoco parecía que podría tener el alcance que finalmente tuvo, ni su duración, que ya lleva un año y medio. Pensar a comienzos de 2022 que a mediados de 2025 el mundo se enfrentaría a este conjunto de riesgos militares, sin duda no era considerado el escenario más probable. Como se dijo, la historia y los hechos recientes confirman la premisa de que las guerras, como las grandes crisis, suelen escalar por errores de cálculo, y eso está pasando en el mundo al promediar la tercera década del siglo XXI. La situación requiere un llamado a la prudencia, pero los líderes políticos de hoy no parecen estar caracterizados por esta virtud. El ataque israelí a Irán confirma que el mundo se encuentra frente a la situación más peligrosa e inestable desde el final de la Segunda Guerra Mundial y los contraataques iraníes lo confirman peligrosamente. Israel ha logrado destruir instalaciones nucleares de Irán pero no decisivas, incluso la central destruida había sido inspeccionada y aprobada por la OIEA. Las instalaciones nucleares iraníes, que resultan vitales para la construcción de armas nucleares, se encuentran debajo de la superficie, a cientos de metros de profundidad. Para destruirlas hace falta utilizar explosivos anti-búnker que sólo posee Estados Unidos. De utilizarlos, sería necesaria también la participación de aviones estadounidenses para su transporte. Trump ha comenzado a amenazar con esta posibilidad, al exigir la “rendición incondicional” de Irán y afirmando que será eliminado el líder político-religioso iraní, Kahmenei, si no se rinde. La política dialoguista del presidente norteamericano ha tornado ahora en un belicismo extremo que no deja margen a las negociaciones. El mundo desarrollado, representado por el G7, cuyos Jefes de Gobierno se reunieron en Canadá, ha apoyado la posición de Israel. Por otra parte, la mayoría de los países árabes han rechazado el ataque, pero evitan intervenir en el conflicto. Rusia, a su vez, aprovecha la situación para intensificar una ofensiva exitosa contra Ucrania. China se mantiene al margen y adopta una actitud prudente, de la cual puede obtener ventajas políticas globales. Irán tiene una capacidad en materia de drones con la cual está respondiendo a los ataques israelíes, con mayor eficacia que la prevista A su vez, cuenta con una fuerza militar regular con capacidad de combatir con éxito contra su enemigo. Si Estados Unidos no destruye la instalación nuclear iraní, el conflicto puede prolongarse durante semanas o incluso meses y quizás esto es lo que ha producido el cambio de Trump. El descabezamiento de la conducción militar iraní ha sido importante y eso seguramente ha disminuido su capacidad de reacción. Pero sus operaciones continúan y su alcance sobre Israel es mayor al esperado inicialmente. El conflicto entre Israel e Irán ya ha escalado y el cambio de posición de Trump ha sido el factor decisivo para ello. Detrás de él hay un ganador, que es Netanyahu. Pero se están cumpliendo las órdenes militares de Trump, para estar en condiciones de poder ir a la guerra en pocos días. Un tercer portaaviones navega hacia la zona del conflicto. Ya se encuentran en la isla Diego García 30 aviones de transporte de combustible que pueden abastecer en vuelo 200 aeronaves de combate a través de miles de kilómetros. Los proyectiles anti-búnker que sólo tiene EEUU estarían en el lugar. Los 50.000 hombres que tiene en la decena de bases de Medio Oriente plantean la posibilidad de tener muchas bajas. ¿Las dos semanas que le ha dado Trump a la diplomacia, son para negociar o poder completar el despliegue para un enfrentamiento generalizado?
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