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» Diario Cordoba
Fecha: 21/06/2025 06:44
Estamos de celebración: Francia ha sido la primera en regular la ropa de «usar y tirar», que termina generando basureros de plástico no retornable porque es de muy mala calidad y se vende a bajo coste. Comprar y tirar en un corto espacio de tiempo. ¿La iniciativa de un país puede frenar una tendencia global de consumo tan extendida? No, pero por algo se empieza. Ahora, de aquí a que sus homólogos europeos vayan a copiar su medida... Queda. No veo tan sencillo que suceda en España, que me parecería genial. Simplemente creo que hay cosas más urgentes que regular, como el tema de la vivienda, y mucho inmovilismo por parte del Gobierno central. En sí, es una ley pionera que busca «reducir el impacto ambiental de la industria textil». ¿Cómo llevarlo a cabo? Se prevé prohibir la publicidad de estas marcas y cargar a las prendas con una «tasa verde». Hasta ahora, lo que se había hecho en este ámbito era impulsar el reciclaje para reducir los desechos, lo que ha dado lugar a grandes vertederos de prendas y más prendas, en lugar de rebajar las prendas que salen a la venta. Por suerte, esta nueva legislación va directa al origen del problema. Pero, ¿y si la UE estuviera tan metida en la propia generación del problema como para saber qué hacer o cómo posicionarse? Según la Fundación Ellen MacArthur se producen en 92 millones de toneladas de basura textil cada año, y solo el 1% de las prendas desechadas terminan recicladas en otras prendas de vestir. De hecho, en la Unión Europea, «la limitada capacidad de reutilización y reciclaje» hacen que una gran parte de la ropa usada que se recoge termine exportada a África o Asia, según explica la Agencia Europea de Medio Ambiente (EEA). «El textil utilizado se ha convertido en un problema creciente de desechos y exportación», dice la EAA. Además, es que el propio proceso de producción del textil es muy contaminante: la Fundación Ellen MacArthur ha calculado que esta industria gasta unos 93.000 hectómetros cúbicos de agua al año –incluidos los cultivos– y causa un 20% de aguas residuales por los tintes o los microplásticos liberados, a lo que se suma que el sector es responsable de, aproximadamente, un 10% de las emisiones de CO2 mundiales –la aviación y transporte marítimo equivalen al 4% mundial–. ¿Cómo ponerle freno a todo ello si son industrias que no operan en Francia como para poder controlar el sistema e intervenir directamente? Parece un poco David (Francia) contra Goliath (el consumo mundial de estas ropas). Aunque la legislación francesa tiene muy buenas intenciones, cómo se aplique resultará clave a la hora de demostrar si puede frenarse esta tendencia global tan extendida y que parece condenada a no tener solución. Desgraciadamente, no será tan sencillo como decir: «Au revoir, Shein; au revoir, Temu». *Escritora
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