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  • Claudio Cosano: de una infancia marcada por la escasez a revolucionar la moda y ser el elegido de Mirtha Legrand

    Buenos Aires » Infobae

    Fecha: 20/06/2025 10:40

    Claudio Cosano celebró los 30 años de su atelier con un desfile exclusivo (RS Fotos) La sonrisa que no se borra, los flashes, los saludos, el abrazo emotivo. La celebración por los 30 años del atelier de Claudio Cosano se transforma en una fiesta del glamour y de la alta costura, con un desfile de la nueva colección que ninguna de las figuras que años anteriores vistieron sus prendas se quisieron perder. Fernando Burlando ríe y aplaude. Su mujer, Barby Franco, es una de las cabezas de este exclusivo desfile en el que las modelos que portaban los vestidos se funden en un solo universo con aquellas que en el pasado brillaran sobre las pasarelas y marcaron el camino. Mora Furtado y Anamá Ferreyra comparten recuerdos con Lucía Miranda, Elena Fortabat, Nequi Galotti y Evelyn Scheidl. En tiempo presente, Karina Milei y Yuyito González juegan a las escondidas y se saludan para la cámara en una gala con una diva indiscutida que brilla por encima de todos: Mirtha Legrand. El atelier cumple treinta años, pero esta historia empezó mucho tiempo antes. “Yo vengo de una familia muy, muy sencilla. Demasiado sencilla, porque era mi mamá con cuatro hijos que nos logró dar educación y criar y alimentar. Y cuando empecé a crecer, sabía que eso no lo quería para mi vida”, se confesó Cosano con Teleshow horas antes de la celebración, en ese mismo espacio donde el eco de los recuerdos se entrelaza con la celebración de tres décadas dedicadas a la alta costura argentina. Barbi Franco fue una de las destacadas modelos en lucir la nueva colección (RS Fotos) Aquel niño que a los doce años vio a su padre irse de la casa, y enfrentó junto a su madre y hermanos la crudeza de una infancia marcada por la escasez, se convirtió, contra todo pronóstico, en uno de los nombres esenciales de la moda local. “Si me salvo yo, nos salvamos todos”, pensó en los primeros años del negocio familiar, cuando la superación era una urgencia cotidiana y no un relato romántico para entrevistas. A veces no había comida, y la madre se mataba trabajando para alimentarlos. En ese ambiente, eligió estudiar arquitectura con la ambición de seguir los pasos de figuras como César Pelli o Clorindo Testa. Sin embargo, el futuro tenía algo mejor preparado para él: terminó descubriendo su pasión casi por accidente, en el taller de una casa de modas, rodeado del trajín de telas y patrones. La línea de tiempo de su vida, sin embargo, nunca fue simple ni lineal: “La vida a veces te va llevando por caminos que ni uno lo sabe. Y fue así de casualidad. Entré a trabajar en una casa de modas y ahí descubrí mi verdadera pasión. Porque en realidad yo quería ser arquitecto”. La noche estuvo marcada por los impactantes diseños (RS Fotos) El festejo por los 30 años del atelier es mucho más que un aniversario: es la síntesis de un recorrido en el que la moda, el esfuerzo y los lazos familiares tejieron no solo un destino personal, sino también una identidad profesional imbatible. El ingreso al universo de la moda, sin embargo, no fue inmediato ni buscado: lo hizo a través del área administrativa de una gran casa de ropa. Lejos de las tijeras y las telas, relojeaba el bullicio de los talleres. “Como me gusta mirar y aprender, me llamaba la atención eso de apilar las telas, cortarlas. Entonces los mediodías bajaba a los talleres y chusmeaba. Un día me di cuenta de que no lo veía tan complicado, la verdad”. La pregunta surgió espontánera y retumba en la charla, mucho tiempo después. ¿Qué pasa si pruebo a hacer algo por mi cuenta para ganarme un mango extra y pagarme la carrera?”. El impulso tenía algo de necesidad, mucho de curiosidad y una dosis no menor de resiliencia heredada de la madre. Así, con una audacia casi intuitiva, incursionó en la confección de prendas sencillas: “En ese momento no hacía la ropa que hago hoy, obviamente, eran joggings, buzos, remeras”. La modestia de los comienzos pronto se vio desbordada por la demanda: “Venían a buscar un buzo, pero después te pedían una pollera. De la pollera, te pedían un pantalón. Hasta que un día una atrevida me dijo, ‘¿Por qué no me hacés el traje de novia?’ Le dije ‘Obvio’. Y mirá… terminé siendo lo que soy”. Los cambios de texturas y colores, además de los largos, fue una constante en a noche (RS Fotos) La precariedad no fue obstáculo, sino motor para buscar soluciones alternativas: “Al principio, como no tenía nada, absolutamente nada de nada, le pedí a una amiga que me prestara una máquina de esas a pedal y empecé así. Yo cortaba, cosía, terminaba, planchaba, vendía, cobraba, era todo. Era mi propia empresa, era yo solo”. El relato destila una humildad desarmante, que lejos de ocultar los pesares, ubica el valor de cada pequeño logro en su justa escala. El crecimiento fue paulatino, casi artesanal. “Después, cuando empecé a crecer, pude comprar una máquina, tener un empleado, luego una modelista. Y después, cuando vi que esto se transformaba en algo serio, con posibilidades verdaderas, empecé a traer a la familia. Dije que si me salvo yo, nos salvamos todos”, reveló, marcando un hito que daría identidad definitiva a su proyecto profesional y personal. La reconstrucción familiar tuvo, en el atelier, su escenario impensado. La primera en sumarse fue su madre, experta en la costura, a quien siguieron el hermano, la cuñada y la otra hermana. “Se armó como una pequeña empresa familiar, y así fui creciendo. Fue una locura porque todos los años me iba mudando del lugar porque iba creciendo, iba aumentando el espacio, hasta que la meca mía era, obviamente, llegar a Barrio Norte”. El atelier fue reconvertido en espacio para el desfile y la presencia de destacadas figuras (RS Fotos) La culminación de esa travesía fue la mudanza a una de las zonas más exclusivas de la ciudad de Buenos Aires, con un local propio y la consolidación de una dedicación plena al diseño, al finalizar una carrera de arquitectura de la que nunca llegó a titularse. “Ya había terminado de cursar pero me quedaron unos finales pendientes. Estaba tan metido dentro del mundo de la moda, porque esto te atrapa. Y así empecé un recorrido largo y muy sacrificado”. Aquella promesa de ayudar a los suyos se cumplió, y la memoria de la madre y la hermana, a quienes la vida fue llevándose, persiste, indeleble, en el ADN del atelier: “Mi mamá falleció. Mi hermana también. Fuimos quedando solo mi hermano y yo”. Convertido ya en referente, reconoce cuánto esfuerzo requirió el salto de calidad: “Cuando empecé a ver que esto se tornaba como serio, porque tenía demanda, venía la gente del barrio a pedirme prendas, empecé a estudiar, a leer libros, aprendí de moldería. Me perfeccioné y me lancé a hacer este tipo de ropa, pero el camino solo me fue llevando”. Fernando Burlando junto con su mujer, en el momento del brindis (RS Fotos) Tras ello, revive con emoción ese instante decisivo en que su sueño de vestir a las grandes divas comenzó a hacerse realidad. “¿Sabés? El camino aparece, casi sin darte cuenta, pero en el fondo creo que uno lo va buscando con el alma”, asegura, evocando sus primeros años, muy lejos de los escenarios de brillo que hoy lo rodean. “Llegué con lo puesto, con la esperanza al hombro y una convicción poderosa: tenía que hacerme notar. Sabía que, de alguna manera, el mundo tenía que descubrir mi trabajo”, recuerda. Se anima, entonces, a marcar el número de Carmen Yazalde, la supermodelo del momento, apostando todo a una jugada valiente. “La vida está llena de golpes de suerte, y yo tuve varios. Cuando Carmen atendió y aceptó venir fue como si las puertas de otro universo se entreabrieran”. Por aquel entonces, Carmen aparecía todos los mediodías junto a Susana Giménez, durante “la época dorada” en la que el país entero se rendía ante la pantalla para participar del sorteo millonario. La visita de Carmen al pequeño taller de Claudio no sólo lo emocionó: ella se enamoró de sus vestidos y le aseguró: “A vos te tiene que conocer Susana”, algo que, por un instante, pareció un sueño imposible. “¿Cómo iba a venir Susana Giménez a mi local?”, se repetía incrédulo. Pero la magia ocurrió. La modelo habló con la diva, y un buen día, como caída de otro mundo, la Su apareció en la televisión con sus diseños. “Te juro que casi me descompenso”, confiesa, aún conmocionado por aquel milagro. La animada charla entre Nequi Galloti, Karina Milei, Evelyn Scheidl y Lucía Miranda (RS Fotos) Esa imagen quedó grabada en su memoria: un jueves sucedió el encuentro, y el lunes siguiente, su creación lucía en el programa más célebre del país. “Fue un espaldarazo al corazón. Me dio la seguridad de que lo que hacía tenía valor, algo bueno debía estar logrando si Susana Giménez elegía mis vestidos”, describe, aún asombrado. “Me fui sintiendo más fuerte. Sentí que mi ropa valía, que el esfuerzo tenía sentido. Cuando finalmente me animé a los desfiles, supe que el glamour ya era parte de mi historia”, evoca, con la emoción intacta de quien nunca dejó de creer en su talento ni en los pequeños milagros que la vida ofrece. Con los años, la perspectiva sobre el oficio se volvió también defensa ante ciertos lugares comunes del ambiente: “A veces la gente de afuera ve que vestís una celebridad o estás al lado de Mirtha Legrand y piensan que todo es así y nada que ver. Es un trabajo muy sacrificado, porque generalmente no tenés fines de semana, porque los fines de semana se los dedicás a las novias”, explicó el hombre, que entre otras celebridades, vistió a Wanda Nara en su casamiento con Maxi López. Ana Rosenfeld se sumó al encuentro de las destacadas figuras de la pasarela de décadas pasadas. (RS Fotos) Pero, como dejó claro durante la charla, no fue tan fácil llegar a todas: “Al principio, cuando recién empezaba, yo quería tener a las más diosas en pasarela. Me costaba porque son reticentes a un diseñador nuevo. Pero cuando vieron que eso funcionaba porque al otro día del desfile de Cosano aparecía hasta en los noticieros, después ellas mismas me llamaban a mí para poder estar”. Lo dice con orgullo, se le siente en el tono de voz: “Yo fui el loco que hace veinte años, cuando Nicole Neumann, Julieta Prandi y Pampita eran mega tops y se odiaban, logré juntarlas en una pasarela y al otro día salió en los noticieros. Yo buscaba eso, que mi moda trascienda, que no quede solamente en el ámbito de la gente que va al desfile. Y empezaba a provocar esas cosas que dieron resultado". El trabajo artesanal es inseparable del concepto de vínculo. Aunque la suya es la cara visible, sabe bien que los logros nacen del esmero colectivo: “Esto es un trabajo en equipo. Yo por ahí soy el que voy a la tele, que hago los desfiles, que me presento, pero detrás mío hay un montón de gente, sobre todo hoy, que han pasado años”. Claudio Cosano y el abrazo con Yuyito González (RS Fotos) La referencia al núcleo humano se vuelve aún más cercana cuando cita a su hermano: “Fabián es la mitad de la cosa. Sin él no podría hacer las colecciones que hago”. El equipo, además, tiene historia y arraigo: “Tengo chicas que hace 20 años que están conmigo. Es como una gran familia y por eso se pueden hacer vestidos de la envergadura que hago”. Es que en treinta años, el taller devino refugio y motor, reuniendo bajo su techo la tradición de la costura, la calidez familiar y la innovación constante Sin embargo, para llegar a eso hay un camino mucho más largo de lo imaginado: “uno ve el producto terminado, pero por ejemplo yo hago colecciones grandes, presento generalmente 60, 80 vestidos, uno totalmente diferente al otro. Y todo eso tiene un trabajo. Yo termino una colección e inmediatamente empiezo la siguiente porque prácticamente cada colección me lleva seis meses armarla, porque además la voy armando entre los huecos que me permite el trabajo, porque siempre le doy prioridad a la clienta que viene a comprar, que es la que te genera el lucro. De nada sirve aparentar algo que no sos. No me sirve hacer desfiles, invertir una fortuna y después no tener para bancar a mi gente que trabaja”. Los festejos por los 30 años del atelier encuentran a Cosano mirando hacia atrás con un orgullo sin estridencias y la emoción sosegada de quien sabe que cada puntada tuvo un sentido. La evocación de la madre, la memoria de los inicios precarios y el presente de colaboraciones y vínculos forjados a fuerza de trabajo constituyen el legado real de su firma. Claudio Cosano junto con Mirtha Legrand y Karina Milei (RS Fotos) “Cuando tengo que vestir a una figura muy importante, o en los Martín Fierro, me desvelo. Y creo que el día que eso lo perdés, se te acaba la pasión por lo que hacés”, reflexionó. Ya imagina nuevos desafíos para su atelier, fiel al impulso que lo forjó: “El camino solo me fue llevando”, dijo, y en ese andar, la promesa de seguir creando, reinventándose y honrando la memoria de quienes estuvieron a su lado late en cada nueva colección que se proyecta, puntada a puntada, en su taller de Barrio Norte.

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