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Parana » ER 24
Fecha: 20/06/2025 05:54
LA DIPUTADA LAURA STRATTA SE QUIERE COLGAR DE LA MARCHA, PERO NO SE BORRA SU PRONTUARIO Mientras miles de personas se movilizaron con genuina convicción en defensa de los derechos, la democracia y la memoria de un modelo que supo garantizar dignidad para las mayorías, Laura Stratta intentó —una vez más— colgarse de una causa popular para esquivar su destino judicial. Como si el pañuelo, la calle o las banderas de lucha fueran escudos morales capaces de tapar su prontuario. La exvicegobernadora, devenida en experta del camuflaje político, transitó de marquista a urribarrista, de allí a una adhesión sobreactuada al bordetismo, y ahora intenta pegarse al michelismo o al bahlismo, según sople el viento. Esa gimnasia de supervivencia, más digna de una cortesana en decadencia que de una dirigente con convicciones, tiene un único objetivo: no rendir cuentas por sus delitos comunes disfrazados de “gestión”. Porque Laura Stratta no es una perseguida política. Es una funcionaria que deberá responder por: el pago de sobreprecios escandalosos en frazadas y asistencia social; los subsidios a personas fallecidas que seguían cobrando; los créditos truchos entregados a punteros sin ningún tipo de control; la contratación irregular de personal en el Senado, con vínculos familiares y favores partidarios; el uso discrecional de los fondos reservados del Senado, hoy bajo sospecha. El problema de Stratta no es político, es penal. Y la marcha del pueblo no fue para bancar su impunidad, sino para defender otra cosa: los derechos sociales, el trabajo, la salud pública, la educación, la memoria de los 30 mil, y también —por qué no— la dignidad de quienes no tienen un aparato para blindarse en la Justicia. Ella, sin embargo, lo tergiversa todo. Se monta sobre la condena de Cristina como si eso la autorizara a diluir sus causas en una supuesta persecución colectiva. Pero no: lo de Stratta no es lawfare, es fraude. No es persecución, es corrupción con nombre y apellido. Ayer, su presencia fue más ruido que respaldo. Su “tropa”, como la llama en privado —en un desprecio clasista que revela cómo ve a su gente: como caballos de tiro, no como ciudadanos— no estaba ahí por ella. Estaba ahí a pesar de ella. Porque Laura Stratta no representa a nadie más que a sí misma. Y la Justicia, más temprano que tarde, deberá decirlo con claridad.
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