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Parana » Informe Digital
Fecha: 19/06/2025 17:59
Quiero centrarme en las oportunidades, en ver el vaso medio lleno. Desde hace tiempo, las actividades agrícolas y ganaderas, al ser englobadas en solo dos grandes grupos, han experimentado numerosos cambios en todos los niveles, incluso desde lo semántico. Es importante destacar que Manuel Belgrano fue el precursor en Argentina de la promoción de actividades productivas de manera planificada y programada. Habló de “rotar los cultivos” y “cuidar los recursos” en 1813, siendo el primer secretario de Comercio Interior. Así, podemos afirmar que desde 1813 ya se discutía sobre agricultura. A partir de ese momento, la agricultura y la industria tomaron caminos separados; diría que hasta la aparición de la siembra directa en 1990, un hito que desencadenó un profundo cambio en la forma de producción en Argentina. A la par, comenzaba a sonar la biotecnología como ciencia transformadora y fundamental en diversas industrias, lo que marcó el inicio de la unión de estos caminos. Con el paso de los años, surgió una nueva denominación que es difícil de disociar de las producciones primarias: agroindustria. Desde 2015 (algunos mencionan 2018/2019), las transformaciones se aceleraron; mucho cambio e innovación caracterizaron el panorama. Emergiendo servicios de agricultura de precisión, empresas agtech, y una gestión de agrobionegocios que utiliza tecnología cada vez más amigable para los productores y las empresas. Además, se empezaron a fabricar productos más ecológicos y respetuosos del medio ambiente, que complementan a los tradicionales y ofrecen soluciones para aumentar los rindes de los cultivos. También, el fortalecimiento de la bioeconomía se ha vuelto parte de la respuesta a muchas alternativas, con énfasis en la biodiversidad, modelos sustentables de producción, seguridad agroalimentaria, trazabilidad de alimentos, crecimiento de la agricultura y ganadería regenerativa, y diversas formas de control de plagas, como el uso de abejas, así como la medición de la huella de carbono y la huella hídrica. Por supuesto, no se puede omitir el auge de las energías renovables y los biocombustibles, y en estos años, la introducción de cultivos como camelina y carinata para producir biocombustibles de segunda generación, muy demandados por la Unión Europea en un futuro cercano, por citar solo un caso. Hoy, nadie puede cuestionar que el futuro de los agrobionegocios está intrínsecamente relacionado con la sustentabilidad, y esta no es posible sin innovación. Desde 2018/2019, hemos visto un notable crecimiento y aceleración en este ámbito, motivo por el cual ya se habla de agrobioindustria, y en eso estamos actualmente. Argentina no puede ni debe quedar afuera de este movimiento, ya que su futuro, crecimiento y desarrollo dependen en gran medida de todos los avances de este motor económico fundamental para cada pueblo, localidad, provincia y, por supuesto, la Nación. Todo está interconectado y lo estamos viviendo. Es vital no dejar de invertir en investigación, desarrollo, conocimiento e innovación. Hoy, en cada evento y congreso de los diferentes segmentos de la agrobioindustria, se discute sobre estos temas, todos en la dirección de lo “bio”. Los ejemplos son abundantes: el Gobierno ha habilitado una nueva demanda de biodiésel al permitir su uso en embarcaciones fluviales y marítimas. Se habló de temas bios en el último congreso de CDA – Congreso de Distribuidores de Agroquímicos –, en el congreso de Maizar, en el simposio de Fertilizar, y anteriormente en la jornada de Jonagro de CRA, así como en un evento en el Parque de la Innovación (PI) en CABA, que reunió a más de 500 inscriptos (200 empresas y startups), donde se discutió sobre el presente y futuro de las Agtech hace unos días, durante el congreso organizado por Casafe sobre bioestimulantes. Hay muchas provincias con foco en la agrobioindustria En 2024, se registró un aumento de casi el 11% en estos productos. Por ejemplo, la facturación de los bioinsecticidas se duplicó, y el tratamiento de semillas ya representa el 52% del mercado general de bioinsumos. También crecieron los biofunguicidas, mientras que los bioherbicidas, donde muchas empresas están trabajando intensamente, aún tienen un gran potencial de crecimiento. Argentina no permanecerá ajena a la proyección que indica que, para 2045-2050, el mercado mundial de fitosanitarios debería estar “mejor distribuido, o por lo menos en formas más equilibradas”, entre productos con formulaciones químicas y soluciones biológicas. Algunas provincias están enfocados en trabajar estos temas, tomando el concepto de agrobioindustria como base de sustentación. Córdoba y Santa Fe, entre otras, están llevando adelante acciones concretas; la zona “centro” impulsa estos esfuerzos. En algunas universidades, como la UCA, ya se aborda el tema de agrobioindustria y se desarrollan planes, programas y ofertas académicas adecuadas, tanto para el presente como para el futuro cercano. El camino es claro y no puede ser negado, y eso es positivo. El autor fue ministro de Agroindustria de la provincia de Buenos Aires (2015-2019); es director general de ConfiAGRO, director del departamento de Agrobioindustria de la UCA y vocal titular del Centro Argentino de Ingenieros Agrónomos (Cadia).
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