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» Comercio y Justicia
Fecha: 19/06/2025 09:54
Por Eugenia Gutiérrez de Vásquez * – Exclusivo para Comercio y Justicia Caminante, son tus huellas el camino y nada más; caminante no hay camino, se hace camino al andar (…) (Antonio Machado Ruiz, 1875-1939). ¿Qué sucedería si aplicamos analógicamente el texto citado a la práctica de la mediación? ¿El mediador hace camino al andar? ¿De qué forma se hace camino en mediación? Toda mediación es un camino nuevo y se va haciendo camino al andar en el proceso aplicando sus técnicas. Nos vamos a referir en esta columna a la técnica de preguntas. Ahora bien, en la teoría todo parece ideal y perfecto. Sin embargo, cuando estamos comenzando la mediación, cada clase de preguntas que vamos haciendo depende de múltiples variables: la oportunidad, el modo de preguntar, los contextos humanos, la parte gestual, etc. Para sostener la afirmación precedente utilizaremos, de manera alegórica, el uso de algunos tipos de preguntas como si fueran olas del mar. Es decir, cómo opera una pregunta en mediación, así como una ola en el mar impacta en la costa. Previamente nos vamos a detener en lo que nos enseña Marinés Suares: (…) Para construir preguntas que sean efectivas en el proceso de mediación es necesario tener en cuenta las respuestas de cada una de las partes, conocer los objetivos a los que apunta nuestro trabajo, utilizar el lenguaje que ellos usan y recurrir a toda nuestra creatividad. No despreciar nuestra creatividad utilizando una “receta de preguntas”. Es decir, tener en cuenta al otro y ser creativos, sin olvidar el para qué de nuestras preguntas (…) (Mediación, Conducción de disputas, comunicación y técnicas, Marinés Suares, Paidós, 2012, pág. 276). Retomando el sentido figurado del movimiento de las olas del mar como si fuera el mediador al hacer la pregunta, podemos expresar que: si observamos el movimiento de las olas al dejar y luego al retirar algas en la costa, la forma en que lo hacen la podemos asimilar a las preguntas que hacemos como mediadores. El mediador obtiene información de las partes igual que el mar lame la costa con diferentes formas de olas. Así, algunas olas son anchas y directas, llevando y trayendo hacia el mar un pedacito de algas. Del mismo modo, si hacemos una pregunta abierta dependerá si se hace en el momento adecuado para obtener datos para avanzar en el proceso. Otras olas son pequeñas, pero llegan en el lugar y el momento oportuno para llevarse hacia el fondo del mar una cantidad importante de algas. De igual manera podemos hacer una pregunta cerrada, hipotética, circular, reflexiva, etc., en el momento correcto y vamos a obtener una mayor cantidad de datos. Otras olas son circulares, muy interesantes por el modo en que arrastran las algas. Y así hay tantas olas diferentes como modos de preguntar en mediación. Simbólicamente lo que deseamos resaltar es que, si la pregunta del mediador está planteada en el momento oportuno y del mejor modo posible, al igual que una ola, podrá obtener mucha información para luego ir elaborando otra pregunta importante. Ciertamente, tan importante es lo que decimos como el modo en que lo expresamos. Si hablamos con voz fuerte, utilizamos un tono de voz suave, gritamos o hablamos sin claridad, las partes no entenderán el mensaje. También influye si hablamos rápido o demasiado lento. No es lo mismo una mirada atenta que una mirada dura, de enojo. Todo influye en el receptor del mensaje. Por ello debemos cuidar tanto lo que decimos como el modo en que lo decimos. Como se muestra en este modesto análisis, cada mediación es un camino nuevo por hacer, tal como expresa el poema que citamos. La técnica que utilicemos, el modo en que la planteamos, la oportunidad, el tiempo, la modulación y el tono de voz, la delicadeza en nuestros gestos que acompañan, la expresión de nuestro rostro, la mirada, todo influye en el camino de la mediación. Es que el clima de confianza en la mesa de mediación no es algo que se construye tan fácilmente. En efecto, si hacemos una pregunta cerrada con una mirada que muestra apresuramiento, ira o desagrado; si la hacemos en un tono de ostentación, de soberbia, de arrogancia, probablemente haremos sentir a la persona cohibida o amedrentada. De este modo, no vamos a obtener ningún dato importante. De igual manera pasa con las olas del mar. Una ola enorme, rimbombante, pero agresiva, no logrará retirar muchas algas. Si esa pregunta cerrada es realizada con empatía, buenos gestos, con mirada que genere confianza y en el momento oportuno, seguramente nos brindará más datos para poder avanzar en el camino de la mediación. En síntesis, no se trata de ser demasiado edulcorado ni empalagoso al preguntar, como tampoco el extremo de ser arrogante y preguntar con dureza. Encontrar el punto medio respetando el modo de ser de cada persona que está en la mesa de mediación es una tarea compleja pero no imposible. La supervisión es un trabajo en equipo que, realizada después de cada mediación, nos brinda una poderosa herramienta para revisar nuestros errores. Existe, evidentemente, una gran similitud en el ejercicio de la mediación y el poema que citamos en el comienzo: mediador, son tus huellas, el camino y nada más; mediador no hay camino, se hace camino al andar. (*) Abogada, mediadora
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