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Concordia » Diario el Sol
Fecha: 19/06/2025 06:50
MANDAY, MANDAY, MANDAY Que botón aprieto ? Algo nos viene pasando. Algo que no podemos —o no queremos— resolver: la pobreza de nuestros gurises, que es la más alta de la Argentina, y hoy ya no es una estadística: es una condena. Montamos estructuras, sumamos funcionarios con sueldos siderales, importamos expertos porteños que prometen enseñarnos a gobernar nuestras parcelas del Estado local. Pero no aparece ni una idea, ni un plan, ni una luz que marque el rumbo. Mientras, en los sillones del Palacio Gris de Paraná, reina el desconcierto. Los funcionarios no piensan: sobreviven. Intentan esquivar a los empleados que reclaman lo que les deben, y hasta hay ministros refugiados bajo sus escritorios como si fuera zona de guerra. De allí no sale gobernanza: sale silencio, confusión y parálisis. Y no, los porteños no van a venir a sacarnos del pozo. No lo hicieron antes y no lo harán ahora. Entonces, vamos a tener que arreglárnoslas solos, con lo que tenemos y con lo que somos. Pero ni siquiera cuando convocamos a consensuar, ocurre algo. Porque consensuar no es exigir: es ceder, es construir juntos. Y acá seguimos cada cual atrincherado, reclamando que otro venga a apagar nuestro incendio. ¿Y cuál es el foco más urgente? La niñez. La pobreza de nuestros chicos, consecuencia directa de la pobreza de sus padres. Concordia no está así por este gobierno ni por el anterior: está así por décadas de decisiones erradas y por no hacernos cargo. Ya es hora de mirar de frente esa responsabilidad. Y entonces: ¿tenemos herramientas para revertir esta espiral de hambre? Hoy Concordia supera en pobreza infantil al mismísimo Haití, con cifras que sólo se ven en los países africanos más postergados, como Chad, Sudán del Sur o la República Centroafricana. Según la ONU, ni siquiera en la devastada Franja de Gaza —con un 60,7% proyectado de pobreza en medio de una guerra— se alcanzan nuestros niveles. Somos campeones mundiales de algo que debería avergonzarnos. Pero si uno le pregunta al funcionario local cómo piensa salir de esto, responde con la fe ciega de quien cree que lo salvará “el gobierno provincial”. Es como poner a un piloto sin experiencia al mando de un jet que despega desde un aeropuerto nuevo de 50 millones de dólares... sin pista para volver. El copiloto le indica mal, el piloto aprieta botones al azar: “Echar empleados”. El avión no sube. “Reducir raciones”. Tampoco sube. “Silenciar pasajeros”. El ruido cesa, pero sólo en la cabina. Porque el jet va en picada, directo al desastre. Así vamos. En el vuelo AIR CONCORDIA, sin plan de vuelo ni pilotos habilitados. En cabina no hay botón de eyección, y nadie dio aún el “Mayday, Mayday, Mayday”. Pero el peligro no es inminente: ya es real. El avión va cayendo. Y el asiento 11A no está vacío: lo ocupa un gurí con hambre, esperanza y futuro.
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