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  • La manta corta de la economía argentina

    Buenos Aires » Infobae

    Fecha: 18/06/2025 16:31

    Fachada del Ministerio de Economía de Argentina (REUTERS/Agustin Marcarian) La metáfora de la manta corta describe mejor que cualquier tecnicismo lo que le sucede, una y otra vez, a la economía en la Argentina. Se trata de esa situación en la que, al intentar cubrir una necesidad, inevitablemente se descubre otra. Si se ajusta el gasto, se enfría la economía y si se estimula el consumo, nace el déficit, la emisión y la inflación. Es como querer taparse la cabeza y los pies al mismo tiempo. Lo cierto es que el verdadero problema estructural que arrastra el país desde hace décadas no es técnico, es político. Es la incapacidad de construir un consenso económico que sobreviva al recambio de gobiernos. En la Argentina, no hay un rumbo sostenido en el tiempo, no porque falten ideas, sino porque cada nueva administración se siente habilitada a deshacer lo hecho por la anterior, como si gobernar fuera empezar de cero. Este comportamiento tiene su origen en un déficit político que comenzó después de uno de los mayores logros de nuestra historia: el acuerdo democrático de 1983. Este no solo representó la recuperación de las libertades, sino que selló un acuerdo fundacional basado en la convivencia en paz, el respeto institucional y el “nunca más” a la violencia política. Fue y sigue siendo el mayor activo que la sociedad argentina logró construir en su historia reciente. El verdadero problema estructural que arrastra el país desde hace décadas no es técnico, es político Pero ese gran consenso, con todo su valor, no vino acompañado del acuerdo económico que el país necesitaba. Mientras la democracia se consolidaba, nuestros líderes no lograron sentarse a debatir un rumbo económico compartido, con políticas estables y sostenidas en el tiempo. A lo largo de los años, distintas propuestas prometieron resolver dichos problemas. Sin embargo, muchas se apoyaron sobre falsas dicotomías: emisión vs. déficit cero, dólar controlado o liberado, motosierra vs. Estado presente, ajuste ortodoxo vs. licuación inflacionaria. Cada una fue presentada como “la solución definitiva”, sin un diagnóstico común, sin una visión compartida de país. Y sin eso, no hay política económica que funcione. La manta seguirá corta y seguirá cambiando de manos sin que nadie logre estirarla. Israel: el valor de acordar y sostener Un caso diferente es el de Israel. En 1985, este enfrentaba una inflación anual de 444%, una economía en crisis y una sociedad al borde del colapso. La solución, sin embargo, no vino de un solo partido ni de una elección más, sino de un acuerdo amplio entre sectores políticos, económicos y sociales. Se implementó un plan de estabilización con medidas contundentes muy parecidas a las que en su historia económica eligió Argentina: congelamiento de precios y salarios, disciplina fiscal, independencia del Banco Central y reformas estructurales. La diferencia no fueron las ideas, sino que este acuerdo se sostuvo en el tiempo, incluso con alternancia política, y sentó las bases para la estabilidad macroeconómica y un posterior proceso de desarrollo sostenido. Después de treinta años de emprender en nuestro querido país, y a pesar de las reglas del juego poco duraderas, doy fe de que es posible desarrollarse, crecer, invertir y generar empleo Mientras tanto, Argentina también aplicaba un plan similar, el Plan Austral. La inflación bajó, la actividad repuntó y parecía que el camino estaba despejado. Pero al poco tiempo, sin respaldo político, transversal ni compromiso colectivo, el rumbo se diluyó. Y con él, otra oportunidad. No fue la única, unos años más tarde, el Plan de Convertibilidad volvió a generar condiciones de estabilidad e incluso logró controlar la inflación y atraer inversiones, pero el resultado, pese a que el éxito se prolongó por más de diez años, volvió a ser el mismo. Si hubiese existido el respaldo político necesario, el consenso económico pudo haberse alcanzado en ese momento. Incluso, hoy están las condiciones dadas para comenzar a transitarlo. Impacto empresarial Después de treinta años de emprender en nuestro querido país, y a pesar de las reglas del juego poco duraderas, doy fe de que es posible desarrollarse, crecer, invertir y generar empleo. Pero es imposible dejar de pensar como sería la actualidad si hubiésemos tenido un país predecible con consensos básicos. La falta de reglas estables no solo afecta a quienes invierten, sino también limita el desarrollo, el empleo y la innovación. Ningún modelo económico puede funcionar si todo cambia con cada elección. Por eso, la salida no puede depender únicamente del recambio electoral. Argentina necesita que, por una vez, todos empujen en la misma dirección, acordando políticas de Estado claras: equilibrio fiscal, estabilidad monetaria, normas para invertir, producir y trabajar. Para eso, se requiere un acuerdo político nacional amplio, con dirigentes comprometidos. Solo sobre esa base, se podrán construir políticas sustentables. Pero para que esos acuerdos sean posibles, también debemos cuestionar el modo en que está operando hoy nuestra democracia, ya que esa realidad que sigue ilusionando a todos los pueblos del mundo, todavía nos debe una respuesta. Nos ofreció el derecho a votar, pero no siempre el derecho a un futuro previsible. Y aunque sea y siga siendo la mejor forma de gobierno que conocemos, tal vez sea hora de fortalecerla desde adentro, con más acuerdos que disputas y con más rumbo que recambios. La falta de reglas estables no solo afecta a quienes invierten, sino también limita el desarrollo, el empleo y la innovación Si algún día logramos consolidar instituciones fuertes, estabilidad macroeconómica y consensos de largo plazo, entonces podremos discutir cómo avanzar hacia formas más participativas de gobierno. Suiza, por ejemplo, institucionalizó la democracia directa con consultas populares regulares y mecanismos de involucramiento ciudadano. No fue magia, fue producto de una sociedad madura y un sistema político previsible. Es tiempo de avanzar y mirar al futuro. De dejar de resistir y empezar a construir. De dejar de hacer negocios con la grieta y empezar a hacer política con grandeza. El desarrollo no se impone, se acuerda. El orden de la economía es un gran primer paso para comenzar a discutir este consenso. Si eso sucede, quizás por fin logremos taparnos la cabeza y los pies al mismo tiempo.

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