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» Misionesopina
Fecha: 18/06/2025 12:38
Por Luis Huls* En los últimos días abundaron los análisis sobre el resultado electoral del 8 de junio. Se dijo de todo, pero poco se profundizó en lo esencial: por primera vez en dos décadas, el Frente Renovador de la Concordia perforó el piso simbólico de los 30 puntos. Sin embargo, si de lecturas políticas se trata, el dato más potente no está en el oficialismo, sino en la oposición. Siete de cada diez misioneros votaron en contra del gobierno. Solo tres de cada diez lo respaldaron. ¿Qué significa esto? Que la sartén está ahora en manos de la oposición. O, si se quiere otra metáfora futbolera, que la pelota está en su campo. Y con la pelota en los pies hay que jugar, recorrer el terreno, mostrar habilidades, no alcanza solo con selfies y redes sociales. La oposición tiene, desde este momento, una responsabilidad política que no puede esquivar. No puede malinterpretar el voto como un premio. Tampoco subirse al podio antes de correr la carrera. Ya hay quienes se entusiasman sumando votos en papel como si la política fuese una planilla de Excel: "Si sumamos el segundo y el tercero, le ganamos al primero", repiten con tono triunfal. Pero en política hay de todo, menos ingenuos. Y creer que el escenario del 2025 va a repetirse tal cual en el 2027 es, por decirlo amablemente, una zoncera. El Frente Renovador es un espacio que lleva 22 años en el poder. Con luces y sombras, ha sabido mantenerse con equilibrio fiscal, cumplir con sueldos aún sin recursos extraordinarios, invertir cuando hay caja y resistir cuando no la hay. Apostó fuerte a la educación, a la salud pública, al conocimiento y a un modelo de gestión que, guste o no, está institucionalizado. Incluso en lo político, ha demostrado vocación de renovación: apertura a jóvenes, diseño de sublemas, refresco constante de nombres. Se lo podrá criticar, pero tiene una estructura sólida y un método aceitado. ¿Y la oposición? Hoy es un rompecabezas con piezas nuevas que no sabemos cómo van a encajar. Diego Hartfield fue el outsider revelación. Ex tenista, empresario, opinador serial en redes. Pero el lunes 9 de junio volvió a sus asuntos privados, sin dar señales de asumir el rol que le asignaron las urnas. ¿Ese era todo su compromiso? Una candidatura que recogió los votos del sello de LLA (Milei en 2023 sacó 57% en Misiones) ¿y ahora se desentiende? El segundo opositor más votado fue Ramón Amarilla, un emergente del malestar policial, una especie de sindicalista que llegó a la campaña desde el penal. Fue liberado por los fueros tras ser electo, pero todavía carece de propuestas concretas para el agro, para el comercio, la economía de frontera o la construcción. Hasta ahora, solo defendió un salario: el de los policías. ¿Qué hará por los demás misioneros? El único que pareció tomarse en serio el resultado fue Héctor “Cacho” Bárbaro, tercero entre los opositores. Apenas terminada la elección, convocó a una asamblea de yerbateros en San Vicente para reactivar el reclamo por el INYM o, en su defecto, impulsar un Instituto Provincial. Fue el único que estuvo con los productores cuando nadie más aparecía, en febrero y marzo. Mantiene su trabajo territorial. Después viene Martín Arjol, el radical que en 2023 cosechó el 27% y ahora se disfrazó de libertario (radical con peluca) para raspar un 8%. En el Congreso votó contra las universidades públicas y contra los jubilados. ¿Ese es el proyecto político que propone? ¿Más ajuste desde Misiones hacia los que menos tienen? Lo cierto es que al gobierno se lo evalúa todos los días, en cada corte de luz, en cada medicamento que falta, en cada bache que no se tapa. El oficialismo rinde examen permanente. Pero ¿la oposición también rinde examen? ¿Quién le pasa factura por sus ausencias, por sus improvisaciones, por sus promesas de ocasión? El 72% que no votó al oficialismo no un cheque en blanco para los opositores. Es una advertencia, un llamado a la acción política madura, comprometida y concreta. Ese 72% debe ahora demostrar si está a la altura de lo que dice representar. Porque la verdadera pregunta no es qué hizo el gobierno en 22 años. La pregunta ahora es qué va a hacer la oposición en los próximos dos. ¿Van a pelearse o van a construir una alternativa real? ¿Van a tirar piedras desde la vereda o a diseñar propuestas? ¿Van a aparecer solo en campaña o van a sostener una agenda política activa, seria y coherente? Es fácil aparecer cada dos años y romper algunos ventanales del Gobierno. Lo difícil es trabajar todos los días. Hasta ahora, la mayoría opositora ha sido más electoral que política, más coyuntural que estructural, más reactiva que propositiva. El 8 de junio terminó una elección. Pero el plebiscito recién empieza. Y esta vez, le toca a la oposición. Es hora de plebiscitar también a la oposición.
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