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  • ¿Los yerbateros han perdido la esperanza? – MisionesOpina

    » Misionesopina

    Fecha: 18/06/2025 01:21

    Por Mónica Gómez* Aquel día quedó marcado en la memoria del sector: una tela escrita a mano, sencilla pero contundente, decía: “Hay esperanza, tenemos INYM”. Fue hace más de veintidós años, y un símbolo de una conquista colectiva, de años de luchas, movilizaciones y caravanas hacia Buenos Aires. Un logro que le dio a los pequeños y medianos productores una herramienta para defenderse frente a los vaivenes del mercado y el poder de los grandes industriales. Hoy, esa conquista está bajo ataque frontal. El gobierno nacional avanza sobre la única herramienta que protege a los productores de yerba mate. Sturzenegger, ensañado, sólo escucha la voz de la industria y el productor misionero, otra vez al borde del abismo. Por decadas, la historia del Instituto Nacional de la Yerba Mate (INYM) fue, en gran medida, la historia de los productores. De sus luchas, de sus movilizaciones, de sus caravanas interminables hacia Buenos Aires pidiendo reglas claras, un precio justo para su materia prima, y un esquema que los protegiera frente a los abusos de los grandes compradores. El INYM, con todas sus limitaciones, fue el símbolo de una conquista. No perfecta, pero indispensable para que los pequeños y medianos productores no quedaran a merced de los grandes industriales. Hoy, esa conquista está bajo ataque frontal. El gobierno nacional, con Federico Sturzenegger a la cabeza, desde que llegó al poder ha puesto al sector yerbatero en la mira. Cada vez que el ministro de desregulación habla del INYM, lo hace desde el desconocimiento más brutal o, peor aún, desde el desprecio deliberado por la producción primaria. En sus discursos, repite conceptos de manual sobre “ineficiencias”, “barreras al mercado” y “rigideces absurdas” sin mencionar jamás el verdadero problema: la desigualdad estructural entre quienes producen y quienes compran. Sturzenegger parece obsesionado con desmantelar cualquier regulación que proteja a los pequeños productores. Para él, la yerba mate es apenas una cuestión de precios industriales, de competencia, de exportación. Nunca habla del colono, del tarefero, o del que pone el cuerpo todos los días en la chacra. Habla como si el único actor relevante fuera la industria molinera, esa que desde hace décadas presiona para pagar lo menos posible por la hoja verde. Y lo más preocupante es que no está solo. Dentro del propio directorio del INYM hay hoy representantes de la producción que, de forma inexplicable, acompañan estas ideas de desregulación, olvidando la historia reciente y entregando las herramientas que tanto costaron conseguir. Es una paradoja dolorosa: los que deberían defender a los productores, hoy son funcionales al discurso que los empuja al abismo. Mientras tanto, en Misiones, la realidad no necesita grandes diagnósticos: chacras en venta, productores que abandonan la actividad, rentabilidad que no alcanza, pagos demorados, costos imposibles. Las redes sociales se llenan cada semana de nuevos avisos de venta de tierras. Es el síntoma de un modelo que ya no contiene al eslabón más débil de la cadena: el productor. Hablan de modernización y competitividad, pero detrás de esos términos se esconde un objetivo viejo y conocido: concentración. Menos productores, más tierra en manos de grandes grupos, más poder para la industria, menos soberanía productiva para Misiones. Los yerbateros no han perdido la esperanza porque quieren. La están empujando al borde del precipicio. Pero aún saben, porque ya lo demostraron antes, que cuando el sector se une, cuando levanta la voz y vuelve a organizarse, puede frenar hasta los avances más violentos del poder. Hoy no está en juego sólo un instituto. Lo que está en riesgo es la tierra, la dignidad y el futuro de miles de familias misioneras. Como escribió Borges: “Tenemos el derecho y el deber de la esperanza”. El derecho conquistado por los yerbateros sigue en pie; ahora es tiempo de cumplir con el deber de sostener la esperanza.

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