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Parana » Informe Digital
Fecha: 17/06/2025 15:59
La agricultura es una de las actividades más antiguas de la humanidad. Sus orígenes se remontan al período neolítico, hace unos 10.000 años, cuando la siembra y domesticación de trigo, cebada, garbanzos y lino inició un proceso de transformación civilizatoria que dio paso a prácticas productivas y económicas tanto agrícolas como ganaderas. A lo largo de la historia, la humanidad ha centrado su atención en la manera en que se producían sus alimentos, cómo se les añadía valor y cómo se distribuían. La alimentación es nuestra necesidad fisiológica y básica primordial, lo que resalta la importancia de cómo producimos nuestros alimentos. En definitiva, somos lo que comemos. A medida que la agricultura proporcionó la materia prima necesaria para la alimentación, la civilización pudo desarrollarse en otras áreas, como lo social y lo cultural. Históricamente, ha sido necesario automatizar o simplificar la producción agrícola para optimizarla al máximo, reducir su impacto, conservar suelos y medio ambiente, y, a la vez, alimentar a un mundo en constante crecimiento y cada vez más exigente. A lo largo de los siglos hemos aprendido de nuestros errores y perfeccionado nuestros aciertos. En este último período, Argentina ha desempeñado un papel destacado a nivel internacional. Hay una oportunidad para la ArgentinaRoberto Peiretti Lo primero que debemos destacar es que la inteligencia artificial (IA) no es una novedad para el sector agropecuario, y menos aún para el agrícola argentino. Podríamos decir que su aplicación en el agro comenzó incluso antes de alcanzar la popularidad actual, a través de sensores, maquinaria automatizada, GPS y diversos análisis geográficos. Sin embargo, su reciente auge presenta un desafío para un sector acostumbrado a la innovación constante y a la vanguardia tecnológica, que debe replantearse cómo impactarán y se aplicarán de manera más integral estos nuevos avances, aunque, como mencionamos, no parte de cero. El sector agropecuario argentino almacena miles de gigas de datos en diversas bases que establecen un esquema robusto para cualquier análisis de inteligencia artificial. Desde datos climáticos de más de un siglo hasta rendimientos por hectárea en las zonas productivas más relevantes del país; variaciones, desvíos y todo tipo de información se encuentra documentada, ya sea en formato manuscrito o digital, en un sector históricamente habituado a tomar nota, cuantificar y decidir con base en estadísticas aplicadas para minimizar errores. En este contexto, emerge una enorme oportunidad para el sector: utilizar inteligentemente los datos almacenados y transformarlos mediante la IA en información que impulse la eficiencia en el uso de recursos, la sostenibilidad, el incremento de producción por unidad, la predicción de eventos y la reducción de riesgos, lo que nos permitirá acceder a nuevos mercados internacionales. Un ejemplo de esta oportunidad es el aprovechamiento de diagnósticos a través de imágenes, que, mediante visión artificial, podrían determinar qué tipo de enfermedad afecta a los cultivos, la ubicación de las malezas y si el estado corporal es adecuado, con el fin de ajustar la alimentación. Asimismo, se pueden utilizar drones equipados con sensores de movimiento o de humedad y temperatura, aportando información continua sobre silos y silo bolsas. Hay que generar confianzaShutterstock – Shutterstock Estos son solo algunos ejemplos que garantizan la confiabilidad de nuestros productos primarios, lo que nos permitirá conquistar los mercados más exigentes con productos más fiables, mejorando la competitividad de nuestras empresas, haciéndolas más trazables y con la menor huella ecológica posible. Sin duda, para que esto suceda es necesario desarrollar esquemas y proyectos que fomenten la investigación y aplicación. Revistas como el Journal of Artificial Intelligence Applied to Agriculture ya han publicado más de 250 artículos sobre casos de implementación de IA en la agricultura. De manera continua, ingenieros industriales, electrónicos, informáticos, agrónomos y productores o gestores agropecuarios encuentran diversas intersecciones para contribuir a la mejora continua. La agricultura condiciona nuestro desarrollo como país y como civilización. La IA plantea una oportunidad en la que el salto depende de cómo sepamos utilizar y aprovechar los vastos datos que poseemos sobre la producción primaria de Argentina. El autor es ingeniero agrónomo, director del Departamento de Agronomía y Ambiente e investigador del Instituto de Tecnología (Intec) de la Universidad Argentina de la Empresa (UADE)
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