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    » Diario Cordoba

    Fecha: 17/06/2025 09:22

    Ya lo advertía Calderón de la Barca en una de sus obras, aunque la expresividad de esa máxima se condujese por la aspereza de un auto sacramental: El gran teatro del mundo. Más facilito nos lo ponía Olga Guillot descarnando el desprecio en un bolero, espetando por despecho que Lo tuyo es puro teatro. Y no deja de ser cierta, sin tener que ser deshonrosa, esta afirmación, pues cada día le toca a todo quisqui representar el papel que le ha tocado vivir. Pero hay funciones y biologías extremas, catárticas, que producen indignaciones o consternaciones en la sociedad por la repercusión de ese acto. La contrita comparecencia de Pedro Sánchez me recordó una representación del kabuki, esa forma de teatro tradicional japonés que llegaba a levantar más pasiones que las funciones en el Globo de Shakespeare, y en el que los actores se embadurnaban de maquillaje para acentuar su histrionismo. A Sánchez se le fue de las manos esa sombra demacrada, unas líneas en los pómulos que querían acentuar la gravedad del momento, sin querer darse cuenta de que la araña de ese perdón suele ser implacable: ya tejió el final político de Rajoy, o sentenció el descrédito del Emérito cuando comunicó con intenciones párvulas que no lo volvería a hacer tras el destape de los elefantes. Esas rayas en la cara, que pudieron tener reminiscencias de Bowie, eran en el fondo brochazos de cinismo; la figuración en una cartela de las andanzas del señor Sánchez Castejón, viñetas de su vida y milagros cantadas por trovadores en los pórticos de la iglesia y en el que también aparecen otros tres personajes, cuyo cariotipo encaja en la foto policial de presuntos facinerosos: buen buche y puteros. Sánchez se presentó ante los medios implorando compunción, recordando a ese papel que borda Paul Newman de un abogado en horas bajas, que dejaba su pésame y su tarjeta en los velorios para sacar indemnizaciones y demás tajadas tras el sepelio. Su narcisismo ha dejado a los pies de los caballos a un partido cercano a cumplir 150 años y que ahora ha de pecar la penitencia de la adulación. Habrá que geolocalizar a su círculo íntimo, por si deciden inmolarse como vestales del sanchismo o emprenden maniobras evasivas para darle un chance a su supervivencia política, como hizo Cuca Gamarra tras la caída de Casado. La última bala para redimirse ante la Historia sería convocar elecciones para otoño y adelantar para este verano un congreso de refu ndación socialista, comprometiéndose a dejar definitivamente el escenario. Una maniobra que posiblemente llevaría al socialismo a doblar su cabo de Hornos. Pero ante aquella histriónica semana de reflexión, el búmeran de los bulos y el teatro de las maravillas que gestiona la descomposición en Moncloa, difícil será que renuncie a su papel en el kabuki. *Licenciado en Derecho. Graduado en Ciencias Ambientales. Escritor

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