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Concordia » Diario Junio
Fecha: 16/06/2025 03:44
Toda guerra es un retroceso civilizatorio, gane quien gane. Cuando el terrorismo del fundamentalismo religioso y racial; el terrorismo económico; el terrorismo del supremacismo nacionalista; y el terrorismo de la expansión imperialista se alinean como planetas saliéndose de las órbitas de la racionalidad, basta que líderes mediocres, con poder, respaldados por las naciones «globalistas» y las corporaciones financieras, accionen para encender la chispa que desate el infierno. Entonces, la destrucción se impone como única estrategia, la verdad se distorsiona en los medios hegemónicos, y la humanidad queda atrapada en un conflicto diseñado para sostener privilegios, saquear recursos y disciplinar a los pueblos que se atreven a desobedecer el orden impuesto por el poder concentrado. Esta guerra, que ha tenido su capítulo más cruento el jueves pasado con una operación de tipo “preventivo”, según Israel (hecho que está prohibido por la Carta de la ONU), fue realizada inesperadamente por los israelíes, a través de una mentira de Donald Trump, que le aseguró a los iraníes que el domingo siguiente iban a reanudar las conversaciones de un alto el fuego. Pero, de golpe, Israel atacó, tomando desprevenidas a las defensas iraníes, y con información precisa del Mossad y de los opositores “muyaidines”, que provocaron sabotajes e infiltraron información. Pero la información vital acerca de la ubicación de las plantas de procesamiento de uranio enriquecido fue proporcionada por el director de la Comisión de Control Nuclear, el argentino Rafael Grossi, siendo Irán uno de los pocos inspeccionados con suma rigurosidad, hecho que a Israel no lo inspeccionó. Además, Netanyahu se enteró de que los servicios de inteligencia de Irán tenían en su poder documentos esenciales sobre el programa nuclear secreto de Israel. El mundo entero sabe que Israel tiene armas nucleares, pero el arsenal atómico no ha sido declarado ni está sujeto a ningún control internacional. Los documentos que la inteligencia iraní ha logrado obtener pueden modificar la actitud de las restantes potencias nucleares, porque conocen dónde y cómo están las instalaciones nucleares, y qué tipo de armamento posee Tel Aviv, todo resumido en un acto de espionaje secreto de Irán. Hasta hoy, en ninguna convención sobre armamento estratégico como el nuclear, se ha estipulado que país alguno, sometiéndose a los artículos de prohibición, no pueda procesar uranio para conseguir energía, como lo hace Francia, por ejemplo. Ni tampoco está estipulado que Irán no pueda acceder al Club Atómico. En realidad, esta guerra no es más que una pieza del inmenso tablero de ajedrez que empezó a jugarse en el siglo XX, cuando los británicos, en 1919, permitieron a los judíos europeos instalarse en lo que era Palestina. Ahí comenzó un derrotero expansionista de los colonos judíos, con la expulsión de 700 mil palestinos, y que a través de la historia que ya hemos detallado in extenso, termina con la aparición de un primer ministro israelí, el sionista Benjamín Netanyahu, que hace treinta años escribió un libro donde detallaba los siete países que debían desaparecer, incluido Irán. Con la complicidad de la OTAN, ya seis han capitulado bajo las metrallas y el fuego de las bombas: Yugoslavia, Libia, Líbano, Siria, Palestina y ahora Irán, que es el hueso más duro de «roer». Israel quiere arrastrar a EE.UU. a la guerra con Irán, quiere que se comprometa formalmente, ya que empezó la ayuda con los tres aviones tanque que le proveyeron combustible a los aviones caza israelíes, porque el recorrido era muy largo para ir y volver después del bombardeo. Días antes del primer ataque, EE.UU. le proporcionó 300 misiles de alto poder destructivo. Y comenzó a instruir a la Marina con un portaaviones para situarse en las inmediaciones. Todos los demás líderes europeos salieron a proclamar su adhesión a Israel, sobre todo Reino Unido, Francia y Alemania, expresiones decadentes de un continente a la deriva, con dirigentes de «vodevil». El proyecto de “recuperar” Irán bajo la esfera de EE.UU. comenzó cuando el Ayatolá Jomeini destronó al Sha de Persia, cosa que le permitió a EE.UU. quedarse con el petróleo de Irán, que es el cuarto productor del mundo. Y esta guerra actual de Israel le permitiría desestabilizar a su enemigo y provocar su derrocamiento, porque una ocupación territorial es casi imposible. Pero además está el problema económico. Irán tiene en sociedad con Qatar una planta de gas que comercian a todo el mundo, sobre todo a europeos. El Reino Unido empezó a involucrarse cuando permitió a los aviones israelíes resguardarse en la isla de Chipre, y sus satélites con sus operadores brindaron las coordenadas para llegar al blanco específico. Es decir, que esta operación de Israel está de acuerdo en su origen durante la operación de la administración Biden, y que Donald Trump la continuó por más que intente quitarse la presión. Este operativo es similar al que se realizó contra Rusia, atacando los aviones Tupolev de la Tríada Nuclear. Y cuando el diseño es el mismo, son los mismos que planificaron este ataque israelí. La segunda fase de ese ataque era a la cadena de mandos de Irán, descabezando a varios jefes militares de alto rango y a científicos en energía nuclear. La tercera fase es el ataque contra los silos de fabricación de energía nuclear, algo que está prohibido por la posible fuga de material radioactivo de fácil diseminación. Si la guerra no se ajusta a lo planeado por Israel, algunas fuentes aseguran que planean atentar contra el Ayatolá Jameneí. Si esta guerra continúa de esta manera, será una guerra de desgaste entre quienes tengan mayor capacidad de resistencia. Esperemos que el costo humano sea lo menos posible, aunque a los líderes occidentales poco les importe, ya que la historia de ellos está escrita en páginas manchadas de sangre. Continuará
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