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Buenos Aires » Infobae
Fecha: 15/06/2025 07:02
Resumen del viaje de que emprendió Aito junto a su hijo Bartolomé por América, que los llevó desde Bahía Blanca hasta Los Angeles (IG @elbartomotorizado) Aito Tellarini vive en Bahía Blanca, tiene 65 años y durante más de cinco décadas repartió su vida entre su trabajo de auditor, la familia y los viajes. Desde joven, adoptó un estilo aventurero. Primero fue con mochila, luego con jeep, más tarde a caballo y en los últimos años en moto. El último de esos viajes, una travesía de 22.000 kilómetros que lo llevó desde su ciudad natal hasta Los Ángeles, California, lo hizo acompañado por su hijo Bartolomé, de 26 años. Fueron un poco más de 4 meses de travesía y 13 países visitados. Pero también, un recorrido por el vínculo entre generaciones y la construcción de un legado. Como símbolo de esa herencia, Aito enterró en el desierto de Nazca, en Perú, una carta dirigida a sus futuros nietos. “Es mensaje secreto para ser leído cuando el destino lo decida”, remarcó Aito en diálogo con Infobae. Aito y Barolomé a bordo de sus motos, antes de partir desde Bahía Blanca La idea de unir Bahía Blanca y Los Ángeles en moto había nacido casi 30 años atrás. En 1996, Aito Tellarini había intentado hacer un recorrido similar por América, pero los conflictos armados en Chiapas, México, lo obligaron a cancelar la travesía. “Me quedé con la espina clavada”, recordó. Fue entonces cuando redobló la apuesta y se propuso una nueva meta: “La próxima vez será con un hijo”. En 1999 nació Bartolomé. Y Aito esperó. Mientras su hijo crecía, lo acompañó en un proceso gradual de aprendizaje sobre dos ruedas. A los 16 años, “Barto” empezó con una moto eléctrica, luego pasó a una de mayor cilindrada, y juntos iniciaron los primeros viajes: anduvieron por el norte y el sur de Chile, cruzaron dos veces la cordillera a caballo y exploraron el Salar de Uyuni. En 2022 intentaron salir desde Ezeiza hacia Estados Unidos para iniciar la travesía de norte a sur, pero por problemas administrativos en la Aduana no pudieron embarcar las motos, y el tan ansiado viaje se volvió a postergar por segunda vez. “Para algunos puede ser demoledor. Nosotros lo tomamos como un incentivo: volvimos con más ganas”, contó Aito. Padre e hijo recorriendo las rutas de Costa Rica Finalmente, padre e hijo partieron de su ciudad natal, Bahía Blanca, el 2 de enero de 2024 rumbo a Los Ángeles, donde vive la hermana de Aito. Viajaron en dos motos Honda XRE 300 idénticas, equipadas con defensas, valijas, luces auxiliares, GPS, portaequipajes y tanques de combustible adicionales. “Atravesamos la ruta de la muerte en Bolivia, cruzamos la selva panameña, convivimos con caravanas de migrantes centroamericanos, sorteamos zonas de tensión de Ecuador -cuando se declaró el estado de emergencia por violencia e inseguridad- y lidiamos con la escasez de combustible en algunos países”, recordó Aito, “Hay peligros, sí, pero como en la vida misma. Si uno toma recaudos y se apoya en otros, se puede”, reflexionó. El recorrido incluyó mucho más que rutas de asfalto, ripio, arena, tierra y hielo. Visitaron lugares como el volcán Acatenango, en Guatemala; el oasis de Huacachina, en Perú; el Santuario de las Lajas, en Colombia; el canal de Panamá; el Cabo San Lucas, en México; y la línea del Ecuador que parte el mundo en dos. Pero lo que más destacó Aito no fueron los paisajes, sino las personas. “El viaje son los momentos, los momentos son las personas, y las personas hacen al viaje”, escribió. De los paisajes más imponentes de Perú, Aito señaló que quedó fascinado con el oasis de Huacachina En Bolivia, contó, conocieron a otro dúo padre-hijo colombiano que viajaba en sentido inverso y compartieron una parte del recorrido. “Mi hijo tiene un padre y un hermano colombiano. Yo tengo un hijo en Colombia. Gané un hermano más del camino”, resumió. Meses después, esos mismos compañeros de ruta vinieron de visita a Buenos Aires y durmieron una noche en su casa en Bahía Blanca. En Costa Rica, a mitad de trayecto, se reunieron con el resto de la familia. Josefina, hija mayor de Aito, viajó desde Barcelona; y Cecilia, su esposa, desde Argentina. “Fue una forma de que el viaje sea de todos. Reunirnos fue compartir también desde otro lugar”, remarcó. Aito y Barolomé en la línea del Ecuador, que separa al mundo en dos hemisferios Una botella enterrada en el desierto con un mensaje para sus futuros nietos En un alto en el desierto peruano de Nazca, Aito tomó una botella, colocó dentro tres páginas escritas a mano y la enterró en un punto secreto. La piedra con la ubicación exacta está guardada entre sus cosas. La carta está dirigida a sus nietos, aunque aún no los tiene. “No sé si mis hijos van a querer tener hijos, pero si algún día lo hacen, podrán ir a buscarla”, señaló. El gesto está inspirado en una tradición familiar: su bisabuelo había dejado una carta a sus nueve hijos en 1900 con máximas de vida como “que el sol nunca te agarre en la cama” o “sé médico de vos mismo”. Aito replicó el gesto al cumplir sus hijos los 18 años, y ahora proyecta una tercera generación. “Me gustaría que no tomen un avión directo. Que vayan en moto, en bicicleta, caminando. Que sea un viaje de aprendizaje, como el que hicimos nosotros”, expresó. Momento para recordar: así fue la secuencia del entierro de la carta de tres páginas que Aito le dejó a los nietos que aún no tiene. Fue en el desierto de Nazca, en Perú Al momento de transmitir las sensaciones que les dejó este viaje, Aito recordó que Bartolomé -que tenía en su mente emigrar cuando se recibiera de ingeniero- volvió con una mirada distinta. “Vio la pobreza, la desigualdad y la violencia en otros países. Lo comparó con Argentina y entendió que vivimos es un gran país. Y que a pesar de los muchos problemas que tenemos, no estamos tan mal como creemos”, relató su papá. Además del recorrido geográfico, Aito aseguró que hubo uno personal. “Fueron tres viajes en uno: el del padre con su hijo, el del hijo, y el del padre. Cada uno con su propia mirada, pero compartida”, enfatizó. "La historia queda viva", dijo Aito sobre esta tradición familiar “Los viajes hacen a las personas” Aito vio en esta travesía una forma de madurar, reflexionar y aprender mutuamente. “Nos llevamos 40 años de diferencia. Viajamos a ritmos distintos. Pero aprendimos el uno del otro”, resumió. El viaje concluyó en mayo de 2024, cuando cruzaron la cordillera de regreso desde Chile, ya nevada, hacia Bahía Blanca, dejando atrás una infinidad de anécdotas. Pero, sobre todo, una carta enterrada en el desierto como testimonio silencioso del amor entre generaciones. “Lo que más cuesta es partir -dijo Aito-. Pero una vez que uno sale, empieza a vivir de verdad. No hacen falta grandes presupuestos. Hace falta tiempo y decisión”. Fin de la travesía: Aito y su hijo posan con la bandera argentina y sus motos en Santa Mónica En tiempos donde todo se acelera, esta historia cobra una importancia especial este domingo, que se celebra el Día del Padre. Su testimonio invita a frenar, mirar a los costados y caminar -o rodar, como fue en este caso- junto a quienes amamos. “Un buen consejo es anotar o escribir en un papel, cuaderno o libro lo que uno piensa de la vida o de una situación; y con el paso de los años volver a leer. Seguramente habrá otros puntos de vista, enfoques que se suavizan, rumbos que se cambiarían. Y entonces uno ve que de eso se trata la vida, de un viaje”, concluyó Aito con la mirada puesta en su futuro heredero y las ganas de poder acompañarlo a buscar esa carta que escribió para él.
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