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  • Cristina presa, nada que festejar

    Buenos Aires » Infobae

    Fecha: 15/06/2025 05:43

    Cristina Kirchner Me duele, me lastima, y quisiera que nos doliera y nos lastimara a todos. No es cuestión de celebrar ni de discutir el fallo. Horacio Rosatti fue Constituyente, Intendente, Ministro de Justicia de Néstor Kirchner, figura, a mi entender, intachable del Derecho. No soy de imaginar conspiraciones, el mismo Lorenzetti , más allá de su trayectoria posterior, fue designado por el Presidente Kirchner, y Rosencrantz se desempeñó como un respetable asesor de Raúl Alfonsín y, también, como abogado de grandes medios. El Kirchnerismo eligió no continuar con la pacificación que el líder del peronismo nos había legado y eligió la confrontación como sistema. Cómo olvidar aquel patético programa 678 de la Televisión Pública o la concepción del periodismo militante. Elegir el conflicto cuando se tienen los votos es una manera de invocar a la derrota. Lamentablemente, esa visión espuria de la profesión se trasladó a la obsecuencia ilimitada con la que contó Macri y, más recientemente, se impuso entre quienes solo asienten con la cabeza o las palabras cuanto diga o haga Milei, carentes de capacidad argumentativa -o de la voluntad de ejercerla si supieran hacerlo- como para repreguntar, tarea fundamental del periodismo. No lo olvidemos, si no todo lo condenable cae de un solo lado, y no es justo. Y si a la impunidad nos referimos, mencionemos también a Fernando De la Rúa, sin castigo por los muertos de diciembre de 2001 y la instalación del Estado de Sitio, previo “corralito”, y a Mauricio Macri con las sospechas de corrupción del soterramiento del Sarmiento, su presencia en los Panama Papers y la enorme y perdurable deuda del Correo Argentino, jamás juzgados. En cuanto al gobierno actual, el caso $Libra y su promoción desde el Ejecutivo son objeto de denuncias judiciales en otros países afectados por la estafa mientras que aquí no parece pasar nada al respecto. ¿Se extenderán los juicios a otros sospechados de corrupción? Sería justicia. Acompañé a Néstor y Cristina en la dura etapa de desprendernos, por vía democrática, de Carlos Menem, oscuro personaje que arrastraba sobre sus espaldas la voladura de Río Tercero, entre otras causas. Como sabemos, murió impune. Los acompañé con convicción, creyendo que el Grupo Calafate inauguraba una nueva forma de hacer política. Pasó mucho tiempo desde entonces, aunque es necesario aclarar que al inicio del primer gobierno de Cristina, me alejé de mi función y de ellos. Se cumplieron cinco décadas desde el momento en que el Ministro de Economía de Isabel Perón Celestino Rodrigo inició la destrucción de nuestra estructura económica. Me referí a él y a sus continuadores en mi artículo de la semana pasada. El periodista Carlos Pagni señaló hace unos días en su programa televisivo que la Argentina de los setenta tenía el mismo nivel educativo que Francia. Enfrentamos cinco décadas de decadencia, de pérdida de patrimonio, de empobrecimiento, de endeudamiento, de marginalidad, de narcotráfico y narcomenudeo. Y estas penurias no empezaron con el advenimiento de la democracia, sino con la dictadura cívico- militar. No me canso de repetir que no existe democracia entre enemigos, forma de gobierno posible solamente entre adversarios. Ese absurdo, que un conocido hombre de prensa denominó grieta, nos instala ante dos alternativas sin salida: una de ellas es Cristina, de la que me distancié, como dije, hace demasiado tiempo, y la otra es Milei, opción a la que jamás me hubiera acercado. Hubo momentos en los que discutí con Cristina sobre el valor del pensamiento de Perón, en el cual ella no creyó hasta ahora, cuando visita el local partidario y nos habla, en Paso de los Libres, de elecciones internas que no autorizó en otros tiempos. Reitero: la traté y fui su amigo, pero ella nunca aceptó a su lado a quienes teníamos un pensamiento propio y no estábamos dispuestos a obedecer sin cuestionamientos. La misma limitación ejercería luego Mauricio Macri y, exagerada al límite de lo racional, la conduce hoy el presidente Milei. La política verdadera es la que piensa en el destino colectivo, asume el patriotismo y convoca a la inteligencia que siempre está acompañada por la originalidad y la rebeldía. Los obedientes suelen servir para las guerras, pero no para la política. Cristina recibió un peronismo con una sólida expresión nacional y fue perdiendo paulatinamente distintas provincias hasta reducirlo en el presente a una suerte de partido vecinal. Ojalá esta situación se revierta. Me duele su cárcel, pero más me entristece una sociedad que deba contemplar en esa situación a una figura que ayer ejerció la investidura presidencial. Asumo que el final de Menem era mucho más duro, y que a fin de ser justos, son unos cuantos los personajes que están más cerca del castigo de la justicia que del bronce de la historia. Muchos más de los ya mencionados más arriba. Debemos bajar el nivel de agresión que hoy nos daña como atroz compañero de nuestra decadencia. No tenemos clase dirigente, no hay grandeza, los negocios privados imponen su codicia sobre el destino colectivo y adhieren festiva y livianamente al lenguaje procaz, al insulto, a la descalificación, siempre y cuando las medidas presidenciales, incluidas la violación de la institucionalidad y la destrucción de la industria nacional, sirvan a sus intereses y les permitan el goce de la renta financiera. El mundo está en crisis; nosotros, en la más penosa, abominable decadencia. Milei no tiene futuro, su ficción de moneda estable con deuda ilimitada puede ayudarlo hasta las elecciones, o quizá, ni siquiera hasta allí, pero su paso dejará una destrucción productiva y social más grave que la causa por la que hoy se condena a Cristina. A no dudar de esto. Nada hay para festejar con Cristina presa, el futuro que nos ofrece Milei es hasta ahora el punto más bajo de nuestra historia, aplaudido por el poder económico concentrado y los medios hegemónicos y sus empleados. Queda como siempre convocar a la grandeza, a la unidad nacional, al patriotismo, a la dignidad hoy ausente en la casta que nos conduce y tan ausente aún de la sociedad que la necesita.

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