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Buenos Aires » Infobae
Fecha: 15/06/2025 04:39
Nacho Pereyra junto a sus hijos. (Gentileza Nacho Pereyra) “¿Por qué soy como soy como varón? ¿Por qué me gustan las cosas que me gustan y por qué no? ¿Cuánto de eso es cultural y cuánto no? ¿Y esto sería igual si no fuera varón? ¿Y esto lo hago porque soy varón? ¿Y esto, en realidad, es de varón? ¿Qué es de varón y qué no lo es? ¿Hay un límite?”. Ignacio “Nacho” Pereyra se describe como “en estado de pregunta permanente”. Dice que es algo que lo caracteriza desde siempre pero que con la paternidad se disparó aún más, y así también describe a su newsletter, Recalculando: “Diario de un nómade en crisis. Hablo de paternidad y masculinidad. Más preguntas que certezas. Más dudas que respuestas. Siempre estoy pensando”. Cuando se convirtió en padre a Nacho Pereyra se le esfumaron las certezas. Su vida dio un vuelco y necesitó comprender qué le sucedía y escribir sobre sus experiencias, un poco a modo de catarsis. En un primer momento comenzó una crónica que, de tan extensa, devino en borrador de libro para finalmente transformarse en newsletter como un espacio sostenido en el que volcar sus vivencias, sus aprendizajes y reflexiones constantes en torno a la paternidad, a la masculinidad, a los vínculos de pareja después de que llegan los hijos, las hijas. Nacho es periodista, argentino, y desde 2020 vive en Grecia con su compañera, italiana, Irene Caselli —también periodista y autora de una newsletter llamada The First 1000 Days (Los Primeros 1000 Días), sobre crianza y la importancia de los primeros mil días de vida—. Pero antes de instalarse en Grecia para echar una raíz que aún no saben si dejarán crecer mucho tiempo más allí, vivieron en Italia, en Argentina, y estuvieron cuatro años siendo nómades sin un lugar al que llamar “casa”. La pandemia los sorprendió en medio de esa situación con su primer hijo aún pequeño y los obligó a establecerse: eligieron las afueras de Atenas, frente a la playa. Cuando nació su primer hijo, Lorenzo, Nacho entró en crisis y comenzó a escribir sobre sus dudas, sus reflexiones y sus experiencias como padre. (Gentileza Nacho Pereyra) La crisis de Nacho que dio inicio a su newsletter no tenía que ver con el nomadismo al que ya estaba acostumbrado —o no principalmente— sino a que junto con la paternidad, a los pocos meses de nacer su primer hijo, a Irene le llegó una muy buena propuesta laboral. Esto, sumado a que su trabajo no iba muy bien y a que a poco de intentar sostener los trabajos de ambos y la crianza de un bebé se dieron cuenta de que el equilibrio era imposible, decantó en que él renunciara y se dedicara enteramente al cuidado y la crianza de su hijo. Así lo cuenta en uno de los primeros envíos de Recalculando: “Los primeros meses de Lorenzo coincidieron con un fracaso laboral propio, que resonó aún más porque contrastó con un éxito de Irene, mi compañera, también periodista, que pasó a convertirse en el sostén económico de la familia. Sin pensarlo demasiado, dejé a un lado casi dos décadas de trabajo como periodista para ocuparme a tiempo completo de Lorenzo y de las tareas domésticas. De pronto los roles de género tradicionales con los que habíamos crecido quedaron invertidos. En teoría, y durante los primeros días, no veía ningún problema. Pero a medida que pasaba el tiempo fue creciendo una sensación de incomodidad e insatisfacción. Desorientado, apareció una pregunta a la que intenté dar respuesta: ¿quién soy yo si no trabajo para ganar dinero?“. Así me lo cuenta a mí: “Vivíamos como nómades, cuidando casas, no teníamos infraestructura alrededor para criar a un chico si no era con uno de los dos full time en eso, aunque eso lo entendí después. Entonces, naturalmente, dije: “Sí, dale, yo me quedo con Lorenzo, no pasa nada”. Irene viajaba y yo iba con ella a lugares pero era estar atrás de Lorenzo. Iba como lo que algunos llamaban babysitter, un poco como broma, pero al final siempre había alguien que me decía: ‘Que, ¿sos el babysitter?’, ‘No, soy el padre’. Pasaba mucho eso. La cuestión es que empecé a sentir un malestar ahí. Ya había dejado las colaboraciones que hacía en medios porque no podía editar hasta las cuatro de la mañana y levantarme a las siete, terminaba muerto. Con ese malestar empiezo a escribir”. Cuando a su compañera se le presentó una buena oportunidad laboral, Nacho pausó su carrera para dedicarse a tiempo completo a la crianza y las tareas de cuidado. (Gentileza Nacho Pereyra) Nacho dice algo que las mujeres repiten hasta el hartazgo al convertirse en madres: “Yo no tenía tiempo para mí, no tenía nada, estaba todo el día con Lorenzo y nada más”. Entonces comenzó a levantarse a las cinco de la mañana para poder arrancarle más horas a su día y tener algo de tiempo propio antes de empezar a cuidar a su hijo, a las 9. Algo que usualmente también hacen las mujeres que maternan y trabajan de forma remunerada. Y las que escriben. “Y ahí empiezo a escribir y, claro, sale como una especie de catarsis, escribo un montón, y lo que era una crónica se transforma en un libro, que todavía tengo ahí, son más de 200 páginas”. Era entonces 2021, Irene y una amiga le sugirieron postular a un programa de beca del International Center for Journalists (Centro Internacional para Periodistas) —ICFJ por sus siglas en inglés— en el que escogían un proyecto de medio digital para subvencionar y otorgaban capacitación a su autor para crearlo. Se postuló con la idea de su newsletter, lo eligieron y así comenzó Recalculando. Para empezar, le sobraba material: “Tenía un montón de borradores escritos en notas del teléfono, por todos lados. Escribía en las siestas de Lorenzo, escribía en los ratos que él se enganchaba a jugar con algo, cuando se dormía, parado en una plaza: escribía cuando podía. Escribía como algo un poco terapéutico y para procesar. Escribir me ayuda a pensar y pensar me ayuda a ver todo lo que no sé y todo lo que no entiendo”. Nacho comenzó su newsletter maldormido, aprendiendo a cuidar un bebé a tiempo completo, mudándose de un lado a otro y escribiendo parado entre hamacas y toboganes. Y —algo que destaca— sin red. Sin tribu. Porque ni él ni su compañera tenían a su familia ni a sus amigos cerca la mayoría del tiempo. Lleva tres años así. En este tiempo con Recalculando cosechó aprendizajes, tanto del boletín como espacio como de los temas sobre los que escribe. Dice que “la newsletter tiene un potencial enorme” y que le brindó “un montón de perspectivas nuevas, experiencias de lectores, la posibilidad de mirar hacia adentro y ver cosas que no veía, de reflexionar”: “Irene siempre es una primera lectora y me hace comentarios, entonces me ayuda a parar la pelota y a ver con un poco más de profundidad. Es un privilegio tener el tiempo de pensar y de buscarle la vuelta, ya sea a cosas con los chicos, a mi forma de ser varón y por qué determinadas cosas me hacen sentir mal y por qué no”. La recepción de la newsletter, dice, fue mucho mejor de lo que esperaba, con suscriptores en sus versiones en inglés y en español y un muy buen feedback . “Me escriben más mujeres que varones diciendo: ‘Está buenísimo lo que decís, me gustaría que lo leyera mi pareja, pero no se suscribe’. Entonces se la reenvían. También me escriben varones que reaccionan cuando hablo de un tema en particular y me dicen: ‘Siempre pensé en escribirte pero no lo hice y ahora que veo que los varones te escriben, te escribo’, y me mandan mails larguísimos. Así que en ese sentido estoy supercontento”. Del intercambio con los lectores también destaca las devoluciones de un papá primerizo que se sentía identificado y cobijado por la newsletter: “Sentía que [el boletín] le decía: ‘Ey, hay que laburar esto o lo otro’, sentía que le hablaba a él pero que le daba una chance de repensar y repensarse en vez de ponerlo solamente contra el paredón”. Dice también que es en esta forma de interpelar a quien lee, generando identificación, mostrándole que no es la única persona con determinado pensamiento o atravesando alguna situación, y en la cercanía entre autor y lector que genera el intercambio por mail, sin algoritmos ni intermediarios, donde radica la mayor riqueza de la newsletter como medio. En 2022, tras recibir una beca para crear un medio digital, Nacho lanzó 'Recalculando', una newsletter sobre paternidad y masculinidad con versiones en español y en inglés. (Gentileza Nacho Pereyra) Recalculando plantea temas como por qué los varones deben involucrarse en la organización de los cumpleaños de los hijos e hijas, “desde un concepto bastante pragmático porque creo que los varones somos bastante iletrados en tareas de cuidados por una cuestión de cómo está conformada la sociedad y de qué nos enseñan de chicos a unos y a otros. Los varones aprendemos a ser fuertes, a diseñar una carrera para generar plata y las mujeres están educadas en los cuidados. Entonces llegamos bastante ignorantes (te hablo siempre en línea generales) a esas tareas cuando se presentan”. Sigue: “Y si cuando uno quiere hacerlo se siente hostigado o maltratado porque ‘Ah, sos un inútil, dejá que lo hago yo’, creo que lo que pasa es que muchos varones prefieren no hacer nada a enfrentar un conflicto. Tampoco el varón está muy acostumbrado al conflicto en territorios en los cuales no se siente fuerte. Una cosa es en el laburo donde sí está entrenado o en otros ámbitos y otra en el ámbito doméstico, donde no tiene las herramientas para defenderse, o en la crianza, porque no se siente muy seguro y al varón no le gusta sentirse inseguro. Entonces creo que viene por ese lado ese feedback de lectores. Creo que tiene que ver con lugares de partida. Y yo también escribo la newsletter desde un lugar, lo pongo ahí, muestro mi curva de aprendizaje. No escribo desde un lugar de sabiduría sino desde cómo la experiencia me atravesó porque me tocó, ni siquiera porque la elegí en el sentido altruista, no es que dije: ‘Yo lo voy a hacer por una cuestión de género’. Lo hice porque me pareció obvio que si Irene ganaba buena guita, yo me ponía a cuidar a Lorenzo. Con mucha ignorancia, lo hice. Y, cuando me lancé, la experiencia me cagó a palos. Ahí empiezo a aprender y a entender. Ahí empiezo a ver las cosas que nunca había visto”. Los temas más recurrentes que surgen en el intercambio con los lectores tienen que ver con lo cotidiano: cómo encontrar el equilibrio en las tareas domésticas y de cuidado, cómo resolver rispideces o conflictos en la pareja y cómo continuar con la pareja y alimentarla después de tener hijos. Ahí, él dice que su newsletter funciona como un puente: las parejas se las envían a sus compañeros o compañeras a modo de llamado a la reflexión. Para que lean lo mismo que les sucede a ellos y quizás no pueden poner en palabras o lo que les interesa que comiencen a plantearse. “Me parece que lo que falta ver es que más allá de lo individual hay un problema estructural muy grande. Depende del contexto de los países pero, en general, se repite un poco el patrón de que laburamos como bestias, todo el tiempo, ya no importa casi donde estés, somos esclavos de nosotros mismos, y en eso nos cuesta ver que tener hijos es un montón. Y que encima dedicamos, el que menos, dos o tres horas por día al teléfono, a estar conectados ahí, y en esas dos, tres horas podrías hacer un montón de otras cosas. Eso atenta contra la crianza. Y después te frustra cuando un hijo te demanda atención casi plena. Al varón, como me pasó a mí, lo hace descubrir lo que es vivir interrumpido todo el tiempo, algo que las mujeres siempre padecieron”. Nacho lleva tres años intercambiando con lectores desde "Recalculando", el boletín que publica cada dos semanas, y dice que si bien no se siente como cuando lo comenzó las dudas no desaparecieron: cambiaron. (Gentileza Nacho Pereyra) Respecto a las nuevas masculinidades y a la deconstrucción de los viejos modelos tiene puntos interesantes: pide un poco de paciencia a las mujeres y sugiere a sus congéneres no huir de los conflictos y “dejar de barrer abajo de la alfombra” por comodidad. En vez de esto propone llegar a puntos de negociación para tener relaciones más armoniosas: “Al varón le puede parecer un embole tener que limpiar el baño tres veces por semana y a la mujer le parece supernecesario. Ese desencuentro lo podemos simplificar en: ‘¡Ah, qué pesada!’ o llegar a un acuerdo: ‘Yo lo limpiaba una vez por mes, vos lo limpiabas tres veces por semana, qué te parece si hacemos una vez por semana’. Encontrar un punto medio en el que funcione para los dos”. Dice que muchas de estas actitudes están muy arraigadas en los varones y que él puede verlas más claramente desde que cursó la Diplomatura en Masculinidades y Cambio Social de la UBA, la primera oferta académica de este tipo, a la que llegó a partir de que comenzó a escribir y a pensar sobre estas cuestiones. “Haber estudiado eso me ayudó a poner en palabras cosas que me habían pasado los últimos años”. Luego siguió y sigue formándose en masculinidades y paternidades a través de lecturas, cursos y consumos culturales. “Creo que eso me da una visión mucho más amplia respecto a que esto que me pasaba no me pasaba solo a mí si no a muchos”. A comienzos de este año, con dos hijos un poco más grandes —Lorenzo de seis años y León de dos— volvió al mercado laboral: comenzó a trabajar como editor de una revista anual sobre primera infancia —es la publicación de la Fundación Van Leer que cada año elige a alguien nuevo en ese puesto y lo seleccionaron por Recalculando—. Aún así asegura que el subibaja emocional, la crisis inicial que disparó la newsletter y las preguntas constantes cambiaron pero no se extinguieron, lo que en su opinión es saludable. “Hay momentos en que me siento más seguro y menos vulnerable, y otros en los que me sigue costando. Yo empecé a laburar desde muy chico, entonces nunca dependí económicamente de nadie y de repente pasé a depender de mi pareja por más de cuatro años. Y si bien, racionalmente, eso no me parecía un problema, había un lugar en mí en el que me costaba vivir sin ganar plata, sin ser el que generaba la plata, por más que mi laburo era estar con los chicos y ocuparme de la casa y que haya todo un trabajo invisible ahí que, si hubiera que pagarlo, costaría tal vez lo mismo que gana Irene en su trabajo, que es lo que les pasa a las mujeres todo el tiempo. Lo que me pasaba y me pasa a mí como varón es lo que le pasó a las mujeres durante décadas”. “Entonces sí, cambió la manera en que me sentía [cuando inicié Recalculando] porque tengo más herramientas para poner en palabras eso y transformo lo personal en algo colectivo”.
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