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» Diario Cordoba
Fecha: 14/06/2025 04:03
La apertura a las visitas del Templo Romano de Córdoba, gracias a la intervención que ha llevado a cabo el Ayuntamiento de Córdoba, permitirá conocer de primera mano qué fue y cómo funcionaba el complejo arquitectónico de Claudio Marcelo, dedicado al culto imperial. Se trataba de un edificio de colosales dimensiones construido en la mitad del siglo I después de Cristo que formaba parte del foro provincial junto con un circo, que estaría ubicado en los actuales jardines de Orive, y cuya vida se prolongó hasta la segunda mitad del siglo III. Para la construcción del templo se aprovechó el desnivel natural de la ciudad y se elevó sobre un podio. La reconstrucción, llevada a cabo por el arquitecto Félix Hernández en los años 60 del siglo XX, le confirió la imagen que de él se ha tenido en la contemporaneidad. Precisamente, esta última intervención ha procurado llevar al visitante a la cota original romana para que, desde arriba, pueda acercarse a la grandiosidad que tuvo en su día el edificio e imaginar el resto del conjunto estructurado a través de terrazas que irían descendiendo hasta Orive. El Templo Romano se va a convertir en la imagen urbana de la Córdoba de los siglos I y II, ubicado en alto para que pudiera verse desde kilómetros recuperando el esquema helenístico. José Antonio Garriguet Mata, profesor titular de Arqueología de la Universidad de Córdoba (UCO), asesorará científicamente al Ayuntamiento para dotar de contenidos la visita en un futuro espacio de interpretación de la Córdoba Romana. "Este tipo de conjuntos arquitectónicos localizados en capitales provinciales romanas, como Córdoba, Ankara o Tarragona,--explica-- querían ser un escaparate del Imperio, que permitía a las ciudades mirarse en Roma". "El Templo Romano es el cordón umbilical de Córdoba con su pasado romano", añade. Así luce el Templo Romano tras finalizar las obras. / A.J.González Divus Claudius El culto imperial es un fenómeno político-religioso, una manera que tiene el Estado romano de cohesionar y dar unidad a sus territorios a través de la veneración de un dios estatal: el emperador que una vez fallece es divinizado por el Senado. Aunque no se ha encontrado la inscripción que lo atestigüe, el profesor Garriguet lanzó hace unos años la hipótesis, sustentada en años de estudio, de que el templo de Córdoba estuviera dedicado al emperador Claudio divinizado. Asesinado por su mujer, Agripina, en el año 54 d.C.., "se convierte en Divus Claudius, el segundo emperador divinizado en el imperio, después de Augusto, que parece ser que tenía ya un templo en Córdoba, en la calle Morería", explica el profesor de la UCO. "Si en Córdoba se está construyendo un edificio que podemos vincular al culto imperial dentro de un complejo arquitectónico tremendo y estructurado en terraza, puede ser que estuviera dedicado a Claudio. Es una propuesta bastante sugerente", añade para recordar que en la década de los 60 del siglo I es un cordobés, Séneca, la mano derecha de Nerón, que cuando muere Claudio se convierte en el emperador. Además, el filósofo no era el único hombre influyente de la Bética que sabía moverse en Roma. La estatua del filósofo Séneca situada en la Puerta de Almodóvar. / Sánchez Moreno El culto imperial El funcionamiento de los templos estaba perfectamente regulado y al menos una vez al año acogían una gran reunión de representantes de las ciudades que componían la provincia. Esos delegados elegían al flamen provincia, el sacerdote encargado de celebrar el culto imperial durante un año. Además, el calendario estatal romano, válido para todos los territorios del Imperio, prescribía determinadas fechas para la realización de sacrificios o celebraciones dedicadas a los emperadores divinizados, ya fueran cruentos o incruentos. A esos habría que sumarle las fiestas del calendario local, que señalaban la obligación, por ejemplo, de sacrificar una vaca o un toro. Los cordobeses de la época participaban en los sacrificios (en el culto imperial se reparte la carne del animal sacrificado y se celebran banquetes), pero sin entrar en el templo, que no recibía feligreses como entendemos hoy día. "El templo es la casa de la estatua del dios donde solo entran los sacerdotes y quienes mantienen el edificio", señala Garriguet. "La gente puede participar asistiendo a los sacrificios y luego, evidentemente, al estar conectado todo ese recinto con un circo, que estuvo activo hasta al menos finales del siglo II, y es donde se producía el culmen de esa ceremonia dedicada al culto del emperador con los juegos circenses". Suscríbete para seguir leyendo
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