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» Diario Cordoba
Fecha: 13/06/2025 23:20
La falta de viviendas accesibles es una realidad de la que pocas personas con discapacidad consiguen escapar. Casi ninguna vivienda está realmente adaptada a las personas con movilidad reducida -tampoco a los mayores-, ni les permiten vivir de manera independiente y segura. La falta de un diseño universal, espacios amplios que permitan el movimiento de sillas de ruedas o vehículos de movilidad personal, incluyendo el tamaño de puertas, pasillos y habitaciones, rampas y ascensores de buen tamaño, baños y cocinas accesibles, o incluso iluminación o señalización hacen que muchas personas se vean obligadas a dejar sus hogares y comenzar desde cero en otra vivienda, además teniendo que hacer importantes reformas para adaptarlas a sus necesidades, con el perjuicio económico que eso conlleva. Domingo García Pérez tiene 63 años y la mitad de su vida ha estado en silla de ruedas tras sufrir un accidente laboral en su juventud. Se cayó de un camión y se partió la columna, con afectación medular. Estuvo 18 meses ingresado en el hospital y, al salir, «me di cuenta de la cruda realidad, que no puedes acceder a tu vivienda y debes hacer otra inversión». En su caso, el tamaño del ascensor de su bloque no era el adecuado para su silla de ruedas. «Yo vivía en una cuarta planta y me tiré tres meses sin salir porque no tenía a nadie que me ayudase», agrega. Por ello, se vio obligado a cambiar de vivienda y volver a una hipoteca y a numerosas obras para adaptarla en su interior con cosas que hasta ahora le eran ajenas. Domingo García Pérez. / Ramón Azañón Para el presidente de la asociación Cota Cero en Córdoba, Javier García, una cosa fundamental que considera que hay que entender es que «la mayoría de la gente piensa que la accesibilidad es privativa de la enfermedad o de la discapacidad, y nada más lejos de la realidad, normalmente los problemas de movilidad sobrevienen fundamentalmente con la edad». La población de Córdoba está cada vez más envejecida y cada vez va a necesitar más de la accesibilidad. «Cuando somos jóvenes nos traiciona la edad y nos compramos unas viviendas que no son totalmente accesibles, y con el paso del tiempo nos vemos obligados a o bien hacer unas reformas importantes o bien a cambiar de vivienda por problemas de accesibilidad». Él, afectado por la polio, también se vio obligado a dejar su hogar cuando el paso del tiempo y la evolución de la enfermedad lo obligó. Reformas para poder vivir Si ahora es complicado, hace 30 años encontrar una vivienda accesible era casi misión imposible. «Tuve que hacer una serie de reformas y considero que las constructoras todavía se tienen que concienciar en la adaptación, ya no solo de la vivienda, sino de las zonas comunes», agrega Domingo. María Moral también es afectada por la polio y vivía en un piso de la Agencia de Vivienda y Rehabilitación de Andalucía (AVRA) en el barrio Guadalquivir en el que, aunque era en una primera planta, no podía subir porque no tenía ascensor. Estuvo cuatro años solicitando a AVRA reformas para poder acceder a su piso, pero al final solo consiguió que la cambiaran de vivienda. El proceso burocrático «es agotador», y hace que «mucha gente se quede por el camino». María Moral. / Ramón Azañón La polio, cuenta, tiene una primera fase «más llevadera», pero al cumplir los 40 años todo se empieza a intensificar y se vuelven más dependientes. En materia de accesibilidad, todas las medidas que se adopten y todas las actuaciones que se hagan tienen que ser para favorecer que la persona sea autónoma y pueda hacer la mayoría de las cosas de forma independiente, pero eso, en una vivienda que no está adaptada, es difícil de conseguir. María tuvo que cambiar de vivienda y ahora reside en La Corredera, en un bajo en el que está mejor, pero que eventualmente también necesitará de reformas para hacerlo más accesible. Tiene, por ejemplo, un escalón para entrar a la ducha que, de momento, consigue sortear, pero que requerirá alguna obra en un futuro no muy lejano. Ayudas para reformas, un sistema «injusto» En obras y adaptaciones se gastan mucho dinero, desde el tamaño de las puertas, rampas, o adaptación en las habitaciones, baños y cocina. Existen diferentes ayudas estatales o autonómicas para acometer reformas en materia de accesibilidad, sin embargo, los afectados critican que si no cumplen los requisitos económicos -usualmente basados en la renta- no llegan a estas subvenciones. «A mí no me corresponde nada, nunca me han dado nada y eso es tremendamente injusto porque yo he cotizado durante toda mi vida y a mí ya no me pertenece nada por haber aportado, la sociedad ahora te castiga en lugar de reconocerte», critica Domingo García, a quien tampoco le han reconocido la ayuda a la dependencia. Javier García. / Ramón Azañón El presidente de Cota Cero considera que «vincular el nivel de renta de la persona con discapacidad a la percepción de las ayudas es tremendamente injusto, porque es una cosa objetiva, tenemos que detraer de la renta personal unos recursos para satisfacer cuestiones que son de accesibilidad y que aunque las pides para ti, son para todo el mundo» porque, eventualmente, lo disfrutarán quienes en un futuro vivan en esos pisos, sobre todo si son mayores. «Hay cosas que parece que nadie necesitaba y ahora todo el mundo aprovecha» agrega sobre las obras de accesibilidad en la vía urbana. En cuanto a la reserva de viviendas accesibles en nuevas promociones, sobre todo de VPO, desde Cota Cero critican que no suelen tener las medidas adecuadas para su movilidad y para poder maniobrar y, además, que no se ponga a las personas con discapacidad en el centro de las políticas que se impulsan, desde atención a la dependencia hasta las obras en calles y zonas comunes porque «no podemos depender del político de turno» para tener calidad de vida. Suscríbete para seguir leyendo
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