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» Elterritorio
Fecha: 12/06/2025 19:25
Reynel Brito Beltrán tiene 30 años, es ingeniero civil y llegó desde Santa Clara, Cuba, para cursar un doctorado en la Facultad de Ciencias Exactas de la UNaM. Con una beca del Conicet, investiga aleaciones de aluminio aplicadas a diversas industrias. Su historia combina vocación, migración y un fuerte compromiso con la ciencia jueves 12 de junio de 2025 | 6:00hs. A los 30 años, Reynel Brito Beltrán camina con paso firme los pasillos de la Universidad Nacional de Misiones en Posadas. Lo hace con la tranquilidad de quien ha encontrado un propósito claro: aportar a la ciencia desde la ingeniería. Nacido y criado en Santa Clara, Cuba, Reynel llegó a la Argentina para comenzar su primer doctorado, y hoy forma parte de un equipo de investigación en la Facultad de Ciencias Exactas, Químicas y Naturales de la Unam. Estudia las propiedades de aleaciones de aluminio, un material que -como él mismo dice- “puede estar tanto en una olla como en una nave espacial”. Reynel se formó como ingeniero civil en la Universidad Central "Marta Abreu" de Las Villas, una de las casas de estudios más prestigiosas de Cuba. Durante años trabajó como ingeniero estructural en su ciudad natal, involucrado en obras de construcción de gran escala. Sin embargo, algo dentro suyo insistía con ir más allá. “Siempre tuve la inquietud de seguir superándome. Quería hacer una maestría o un doctorado, pero en Cuba no pude. El trabajo que tenía no era compatible con los horarios, y no se me daba la oportunidad”, recuerda. Aun así, no abandonó la idea. Y un día, entre los grupos de becas y oportunidades académicas que frecuentaba en redes sociales, encontró una convocatoria del Conicet argentino que cambiaría su rumbo para siempre. De las estructuras a los materiales: el salto a la investigación La beca lo trajo a Posadas, donde hoy realiza investigaciones sobre aleaciones de aluminio, combinando ese material con magnesio y silicio. Su objetivo es analizar los efectos de la solidificación direccional, un proceso técnico que modifica la estructura interna del metal, optimizando sus propiedades mecánicas. “Estudiamos cómo se comporta el aluminio cuando se solidifica de forma controlada. Esa estructura, que parece algo microscópico, tiene aplicaciones reales. Por ejemplo, en los álabes de las turbinas de avión”, explica con entusiasmo. Para quienes no están familiarizados, los álabes son las pequeñas paletas que giran dentro de los motores, sometidas a temperaturas y presiones extremas. De su resistencia depende el buen funcionamiento de una aeronave. La ciencia como vocación Aunque el camino lo trajo a la Argentina, la pasión de Reynel por la ingeniería tiene raíces más antiguas. “Mi papá es ingeniero también. Estudió una carrera muy específica que se llama ingeniería aerofotogeodésica. Algo que sólo existe en Cuba, pero tiene que ver con topografía y construcción. Supongo que por él me incliné hacia este mundo”, cuenta. En Cuba, la formación secundaria es generalista. Los estudiantes egresan como bachilleres en ciencias y letras, y luego eligen su rumbo universitario. Reynel lo tuvo claro desde el principio. Hoy, su foco está puesto en terminar el doctorado -le quedan tres años- y proyectar una posible carrera dentro del sistema científico argentino. “Ahora estoy totalmente dedicado a investigar. Me interesa la posibilidad de seguir en este camino, aunque todavía no sé qué me deparará el futuro. Cuando termine el doctorado, ahí decidiré”, reflexiona. Argentina: oportunidades y desafíos Para Reynel, el sistema científico argentino ha sido una sorpresa positiva. Si bien no pudo especializarse en su país de origen, hoy valora el nivel académico local y el compromiso con la investigación. “En Argentina hay profesionales muy preparados. Es un país que históricamente ha estado a la vanguardia en ciencia y tecnología. Me siento agradecido de poder formarme acá y, al mismo tiempo, contribuir con mi trabajo”, asegura. Su caso es también un ejemplo de cómo las universidades públicas abren puertas no sólo a estudiantes locales, sino a jóvenes de toda la región que buscan desarrollar su potencial en un ambiente de investigación serio y colaborativo. Un futuro abierto Entre simulaciones, análisis de muestras y publicaciones científicas, Reynel sigue aprendiendo. El trabajo de investigación que realiza culminará en una tesis doctoral que, además de ser un logro académico personal, aportará nuevos conocimientos sobre un material tan versátil como estratégico. Mientras tanto, camina la ciudad de Posadas con ojos curiosos. Observa su crecimiento, sus ríos, sus contrastes. Y aunque está lejos de casa, sabe que está donde tiene que estar. “Yo quería superarme. Quería hacer algo más con lo que aprendí. Y hoy, con esta beca y este equipo, siento que lo estoy logrando”.
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