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» Voxpopuli
Fecha: 12/06/2025 10:04
La escena fue cruda y directa. Espert, en pleno Congreso, no dudó en reflotar un tuit del 2014, donde se dirigía a Florencia Kirchner con un explícito: «Flor Kirchner. ‘Parece q mi pecado es ser Kirchner’. Y si tesoro bonito, ser una Hija de Puta Literal es jodido». La frialdad con la que el diputado expuso este insulto, a la vista de un público heterogéneo y ante la presencia de otros legisladores, subraya una táctica bien definida: la provocación como estrategia política. La reacción fue inmediata y contundente. El público presente, incluyendo diputados y senadores nacionales, repudió fuertemente la anécdota. El senador y exgobernador de San Juan, Sergio Uñac, fue uno de los más vehementes en su condena, utilizando su cuenta de X para expresar su «REPUDIO TOTAL y ABSOLUTAMENTE» la «falta de respeto, la violencia y misoginia de Espert». Uñac no se anduvo con rodeos, afirmando que «Este tipo de expresiones perpetúan una cultura de odio, machismo y degradación hacia las mujeres. No hay contexto ni justificación posible para este tipo de insultos, que atentan directamente contra la dignidad, integridad y humanidad de quienes los reciben». El «Libertarismo» y la Cultura del Odio: ¿Un Legado de Milei? Lo ocurrido con Espert no es un hecho aislado, sino que se inscribe en un patrón de comportamiento que ha tomado fuerza con el auge del libertarismo en Argentina, especialmente bajo la influencia de figuras como Javier Milei. La retórica de la «libertad» y la «batalla cultural» que proclaman, a menudo se traduce en una agresividad desmedida, una descalificación constante del adversario y una justificación de cualquier tipo de ataque verbal en pos de la «honestidad brutal». Milei, con su estilo directo y confrontativo, ha utilizado repetidamente epítetos y descalificaciones extremas para referirse a opositores, periodistas y críticos. Esta forma de comunicación, cargada de ira y desprecio, ha permeado en sus seguidores y en otros dirigentes de su espacio, creando un ambiente donde el insulto se normaliza y la incitación al odio se convierte en una herramienta política. Espert, al reflotar un insulto tan bajo, no solo emula esta conducta, sino que la refuerza, sugiriendo que en este «nuevo» marco político, todo vale. La preocupación no es solo por la vulgaridad, sino por las consecuencias más profundas. Cuando los líderes políticos validan la agresión verbal extrema, se erosiona la capacidad de debatir ideas de forma constructiva y se fomenta una polarización que puede derivar en formas más graves de violencia social. El ataque a la dignidad de una persona, y más aún de un familiar que no está directamente involucrado en la arena política, cruza una línea ética fundamental. Este tipo de expresiones no son un signo de valentía o transparencia, sino de una profunda falta de respeto y una peligrosa incitación al odio. La «violencia libertaria», manifestada en estas expresiones que buscan «pudrirla» y generar escándalo, plantea serias preguntas sobre el futuro del debate público en Argentina. ¿Se convertirá el insulto personal y la descalificación en la nueva norma? La reacción de repudio en la UCA y las palabras de Uñac son un recordatorio vital de que, a pesar de la audacia de algunos en cruzar los límites, la sociedad aún valora el respeto y la civilidad como pilares de la democracia.
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