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  • Niñez interrumpida: más de 138 millones de niños trabajan en el mundo y en Argentina no hay cifras oficiales desde 2017

    » Noticiasdel6

    Fecha: 12/06/2025 09:31

    La reciente liberación de 56 niñas, niños y adolescentes víctimas de explotación laboral en Michoacán, México, evidenció que el trabajo infantil sigue siendo una realidad alarmante en la región. El caso, ocurrido en febrero de 2024, reveló las condiciones infrahumanas en las que muchos menores son obligados a trabajar, especialmente en sectores rurales y en contextos de alta vulnerabilidad. No se trató de un hecho aislado: según el último informe elaborado de manera conjunta por la Organización Internacional del Trabajo y Unicef, publicado en las últimas horas, más de 138 millones de niños y niñas en el mundo están involucrados en el trabajo infantil, y más de 50 millones realizan tareas peligrosas que comprometen su salud, su desarrollo y su derecho a la educación. Este año, el lema de la campaña mundial de concientización es “Los avances son claros, pero aún queda mucho por hacer: ¡aceleremos nuestros esfuerzos!”.Ese mensaje pone en agenda una problemática invisibilizada en muchos países, pero que persiste como una de las formas más extendidas de vulneración de derechos de las infancias. La pobreza estructural, la falta de empleo digno para los adultos, las crisis humanitarias y el acceso desigual a la educación son algunas de las causas que perpetúan esta realidad, muchas veces naturalizada. Aunque el 12 de junio no responde a un hecho puntual, fue la fecha elegida por la OIT para lanzar en 2002 su primera campaña mundial contra el trabajo infantil. A partir de entonces, la jornada quedó instituida como Día Mundial contra el Trabajo Infantil, con el objetivo de dar luz a la problemática y promover acciones concretas para erradicarla. Esa decisión reforzó el camino iniciado por distintos convenios internacionales y acuerdos multilaterales que establecen, entre otros puntos, la edad mínima para trabajar y la prohibición de las formas más extremas de explotación infantil. En el plano simbólico, la fecha también remite al recuerdo de Iqbal Masih, un niño paquistaní que fue esclavizado desde los cuatro años en una fábrica de alfombras. Iqbal logró escapar, denunció las condiciones de explotación infantil en la que él y sus compañeros vivían, y se convirtió en un activista internacional hasta su asesinato en 1995, a los 12 años. Su historia recorrió el mundo y mostró la violencia a la que muchos menores continúan expuestos. La situación crítica de las infancias en cifras “No es posible cerrar los ojos ante la explotación de los niños, privados del derecho a jugar, a estudiar y a soñar”, dijo el Papa Francisco en el Ángelus del 12 de junio de 2021 al referirse al trabajo infantil, tema al que jamás le corrió la cara. “Los niños son el futuro de la familia humana: nos corresponde a todos la tarea de favorecer su crecimiento, su salud y su serenidad”, llamó entonces a reflexionar. En ese momento, el informe conjunto de la OIT y UNICEF estimaba que al menos 160 millones de niñas, niños y adolescentes en todo el mundo estaban involucrados en alguna forma de trabajo infantil, y que 79 millones de ellos realizaban tareas peligrosas. Cuatro años después, el panorama no cambió lo suficiente: según el último informe de ambos organismos, publicado este miércoles, 11 de junio de 2025, 138 millones de menores siguen en situación de trabajo infantil, y 54 millones realizan actividades que ponen en riesgo su salud, su seguridad o su desarrollo. Aunque las cifras muestran una leve baja respecto a las de 2020, la reducción no es suficiente para alcanzar la meta global de erradicar el trabajo infantil para 2025, tal como lo establece la meta 8.7 de los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) de Naciones Unidas. Este compromiso insta a los Estados a adoptar medidas inmediatas y eficaces para eliminar el trabajo forzado, erradicar la esclavitud moderna y la trata de personas, prohibir y eliminar las peores formas de trabajo infantil —incluido el reclutamiento de niños soldados—, y poner fin al trabajo infantil en todas sus formas. El ritmo lento y desigual en la reducción del trabajo infantil se explica por múltiples factores: recortes en programas sociales, aumento de la pobreza, desplazamientos forzados, informalidad laboral y barreras estructurales en el acceso a la educación, según el informe OIT/UNICEF. Pese al compromisos adoptados por las naciones, el trabajo infantil sigue presente, especialmente en los sectores agrícola, doméstico y manufacturero, y afecta de manera desproporcionada a los hogares más vulnerables. En América Latina y el Caribe, la cifra también muestra una leve disminución: pasó de 8.200.000 en 2020 a 7.300.000 en 2024. Sin embargo, más de la mitad de estos niños realizan tareas peligrosas. Es por esto que la región enfrenta desafíos particulares como el trabajo infantil en zonas rurales, la informalidad laboral y la persistencia de estereotipos culturales que normalizan el trabajo precoz como forma de contribuir a la economía familiar. Frente a este escenario, UNICEF y otros organismos internacionales insisten en que la erradicación del trabajo infantil no puede lograrse sin políticas integrales que incluyan educación gratuita y de calidad, protección social efectiva y empleo digno para los adultos. Estas condiciones son fundamentales para reducir la dependencia económica del trabajo infantil y garantizar que niños y niñas puedan ejercer plenamente sus derechos. “A pesar de los avances en la concienciación y los esfuerzos por combatirla, sigue siendo una lacra persistente que roba la infancia y el futuro de innumerables niños y niñas”. UNICEF El trabajo infantil en Argentina: una deuda silenciada Aunque en Argentina el trabajo infantil es una forma de explotación prohibida por ley, aún persiste una deuda estructural con la infancia. Las actividades que muchos niños, niñas y adolescentes realizan –ya sea en el ámbito doméstico, rural o urbano– interfieren con su salud física y emocional, obstaculizan su escolaridad, restringen el acceso al juego y reducen sus posibilidades de proyectar un futuro con autonomía. Según la Encuesta de Actividades de Niñas, Niños y Adolescentes (EANNA) realizada por el INDEC entre 2016 y 2017, el 10% de los menores de entre 5 y 15 años participa en al menos una actividad productiva. La cifra se eleva al 20% en zonas rurales. Entre los adolescentes de 16 y 17 años, los porcentajes ascienden al 31,9% a nivel nacional y al 43,5% en contextos rurales. Aunque estos datos ya tienen varios años, siguen siendo la principal fuente oficial disponible, lo que se traduce en parte del problema para los especialistas: sin estadísticas actualizadas, no se pueden diseñar políticas públicas eficaces. “La situación es muy compleja y está directamente ligada a la pobreza estructural, la informalidad laboral de los adultos, la falta de acceso a la educación y los roles culturales que naturalizan el trabajo precoz”, resume Alejandra Perinetti, directora nacional de Aldeas Infantiles SOS Argentina. Según explica, las zonas más afectadas por el trabajo infantil son las áreas rurales del noreste y noroeste argentino, aunque también se registran altos índices en regiones como la pampeana y Cuyo. Allí, los niños y niñas suelen ser incorporados a tareas de cosecha –como yerba mate, té, uva o manzana–, trabajos de construcción artesanal, acarreo de agua y leña, o actividades productivas familiares En contextos urbanos, en cambio, es frecuente su participación en tareas de cuidado, limpieza, elaboración de alimentos o incluso construcción. Las niñas, en particular, enfrentan una sobrecarga en labores domésticas que, aunque invisibilizadas, también son consideradas trabajo infantil bajo la legislación vigente. “Muchas veces se piensa que quedarse en casa a cuidar hermanos menores no es trabajo, pero lo es, y afecta profundamente su desarrollo”, advierte Perinetti. La especialista remarcó que, además de datos, se necesita un enfoque integral de intervención. “La manera de revertir esta situación es generando políticas públicas que lleguen a esas familias, apoyarlas para que puedan mejorar sus ingresos sin tener que recurrir al trabajo infantil. También hay que concientizar a empleadores, porque nuestra ley es clara: el trabajo infantil es una violación de derechos”, afirma. En ese sentido, destaca la labor de espacios como la Comisión Nacional para la Erradicación del Trabajo Infantil (CONAETI), que articula acciones con provincias, organismos internacionales y organizaciones de la sociedad civil. Sin embargo, pone el foco de alerta en que los avances no alcanzan y que las respuestas no deben centrarse en la sanción, sino en la “protección, el desarrollo y la inclusión de las infancias más vulnerables”. La falta de datos recientes sigue siendo señalada como una de las principales trabas para abordar el trabajo infantil en Argentina. La EANNA sigue siendo la única fuente oficial y nacional vigente. Desde entonces, no se realizaron nuevas mediciones públicas, pero algunas instituciones académicas, como el Observatorio de la Deuda Social Argentina (ODSA-UCA), realizó un estudio, tomado hoy como una de las estimaciones más actuales: en el segundo semestre de 2022, registraron un 14,8% de trabajo infantil entre los 5 y los 17 años. Sin embargo, estos estudios, aunque valiosos, no reemplazan la necesidad de contar con estadísticas oficiales, sistemáticas y de alcance federal. Estrategias para una infancia libre de explotación laboral Aunque en los últimos años se redujeron las cifras del trabajo infantil, sigue siendo alta y organizaciones como UNICEF sostienen que los esfuerzos aislados no alcanzan. Su erradicación necesita una respuesta estructural y multisectorial, centrada en atacar las causas profundas que perpetúan esta forma de explotación infantil. Entre ellas, la pobreza en los hogares, la precariedad laboral de los adultos, la desigualdad de género, la falta de acceso a servicios básicos y la deserción escolar son algunas de las más determinantes, según el organismo. En ese sentido, UNICEF propone un enfoque integral que articule políticas públicas sostenidas en tres pilares: protección social, acceso universal a la educación de calidad y promoción del trabajo decente para los adultos. Estos componentes deben estar acompañados por mecanismos eficaces de vigilancia laboral, normas claras que penalicen las formas más extremas de trabajo infantil y campañas de sensibilización que cuestionen las normas culturales que lo naturalizan. La organización también impulsa intervenciones específicas en territorios vulnerables. En países como Nepal, Camboya o México, desarrolla programas que incluyen transferencias de dinero condicionadas, apoyo psicosocial a las familias, reingreso escolar, y generación de redes comunitarias de protección infantil. En paralelo, trabaja en coordinación con gobiernos, sindicatos y empresas para identificar cadenas de valor donde persiste el empleo infantil, especialmente en los sectores agrícola, doméstico y manufacturero. El abordaje, según UNICEF, no puede ser parcial ni intermitente. Requiere voluntad política sostenida, inversión pública y un compromiso real por parte de todos los actores implicados. Sin esos componentes, el trabajo infantil seguirá reproduciéndose como parte del círculo estructural de la pobreza y la exclusión. (Fuente: Infobae)

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