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» Diario Cordoba
Fecha: 11/06/2025 16:44
Julio Iglesias se ha comprado una mansión en un pueblo de la gallega comarca de Carballino, en Ourense: Piñor, a 135 kilómetros de Cangas del Morrazo, el pueblo costero de sus vacaciones infantiles. La casa tiene muchos lujos y muchos metros cuadrados, como era esperable, y le ha valido cuatro millones de euros. Por lo visto los lugareños están locos de alegría, además de pasmados. Julio Iglesias vuelve a sus orígenes (los de su padre, el ginecólogo Julio Iglesias Puga) y cambia su mansión con embarcadero en Biscaine Bay (Miami) por un retiro con helipuerto a una hora y media de la playa más cercana. Mi interés por Julio Iglesias era hasta hace poco inexistente. A diferencia de otros de esos cantantes de su generación que salían siempre a cantar con chaqueta y corbata, él nunca me pareció gran cosa. No tenía voz, ni gracia, ni bailaba, ni le veía ningún atractivo. Mi estupefacción por su éxito acompañó mi niñez y mi juventud, junto con las portadas de las revistas del corazón donde se hablaba de su vida de felicidad, su familia, su ruptura, divorcio, devaneos, sus nuevas conquistas, sus paternidades, las diferentes etapas del crecimiento de sus hijos y todas esas banalidades que alimentan desde hace décadas las revistas del corazón, y que nunca me interesaron, pese a que en mi casa se compraba el ‘¡Hola!’ cada semana. Había algo, sin embargo, que sí me gustaba del ‘¡Hola!’: cuando los famosos enseñaban sus mansiones. La de Julio Iglesias me fascinó. Sus palmeras, su embarcadero, su césped tan verde, las dos piscinas, la bodega y, al fondo, Miami, marcando las distancias con contundencia. Y la distancia, ahora lo sé, era importante. Tal vez lo más importante que tenía esa casa: que estaba muy lejos del barrio de Argüelles donde el cantante pasó su juventud y del Cangas de su niñez, muy lejos de España y muy cerca de la gloria de otros como él, de los Bee Gees a Ricky Martin. Vista desde aquí, esa distancia era insalvable. Que hoy esté tan puesta en todo esto tiene una explicación que me gustaría aportar a este artículo. Tengo una buena amiga librera, llamada Estrella y vecina de Valladolid, que me recomienda los libros más raros que he leído en mi vida. Quiero decir: libros que no leería sin su recomendación. Ya hace mucho que sé que por raro que sea el libro que me recomienda, me va a gustar. Así que hace unos días compré una biografía de Julio Iglesias escrita con brillantez por Ignacio Peyró y titulada ‘El español que enamoró al mundo’. Gracias a este libro, que he devorado en dos noches, sé lo que hizo Julio Iglesias para ser Julio Iglesias (y que no incluye cantar bien, como ya sabíamos) y quién le ayudó. También me ha dado para deducir que todo esto de la mansión gallega es el final, una claudicación, el regreso de alguien que asume que no va a bañarse más en el mar de Miami. Leo que antes de todo esto, Piñor solo era famoso por abastecer de ataúdes a los muertos de muchos kilómetros a la redonda. Algo me dice que el dato haría sonreír a Ignacio Peyró mucho más que a Julio Iglesias. *Periodista
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