11/06/2025 20:37
11/06/2025 20:37
11/06/2025 20:36
11/06/2025 20:36
11/06/2025 20:36
11/06/2025 20:36
11/06/2025 20:35
11/06/2025 20:35
11/06/2025 20:35
11/06/2025 20:35
Buenos Aires » Infobae
Fecha: 10/06/2025 04:59
James Earl Ray fue capturado el 13 de junio de 1977, tras escapar de la Penitenciaría Estatal de Brushy Mountain (Archivos KNS) El 13 de junio de 1977, James Earl Ray, el hombre condenado por asesinar a Martin Luther King Jr. en 1968, fue encontrado en las montañas de Tennessee mientras estaba escondido bajo un montón de hojas podridas. Apenas le asomaban la cabeza y las manos. Llevaba 54 horas huyendo de la policía: la mayor cacería humana en la historia de Tennessee había terminado. King Jr, líder del movimiento por los derechos civiles, defensor de la no violencia y premio Nobel de la Paz, fue asesinado el 4 de abril de 1968 mientras se encontraba en el balcón del Motel Lorraine, en Memphis. Tenía apenas 39 años cuando se encontraba en la ciudad apoyando a trabajadores sanitarios afroamericanos en huelga, en un contexto de creciente tensión racial. Su asesinato desató protestas en más de 100 ciudades de Estados Unidos y aceleró la aprobación de la Ley de Derechos Civiles de 1968. Su legado —la marcha sobre Washington, el famoso discurso “I Have a Dream”, su lucha contra la pobreza y la guerra en Vietnam— lo había convertido en una figura incómoda para sectores conservadores, supremacistas blancos y el propio FBI, que lo había espiado durante años. Fue en ese clima de polarización y resentimiento donde se gestó el crimen. Aunque el nombre de Ray sigue oficialmente vinculado a ese asesinato, para muchos es una herida que sigue abierta desde el punto de vista histórico y moral. Foto de la lista de los más buscados por FBI donde figura Ray La gran fuga: cómo escapó Ray y cómo lo atraparon La tarde del 10 de junio de 1977, en la cárcel de máxima seguridad de Brushy Mountain, en medio de los montes Apalaches, Ray llevó a cabo su plan junto a otros seis presos con los que había organizado una fuga meticulosamente planeada: durante días, escondieron tubos de metal en el patio, traídos clandestinamente desde el taller donde trabajaban. Los usaron para armar una escalera de unos cuatro metros, altura suficiente para trepar el muro del penal por un espacio donde sabían que el alambre electrificado no llegaba a cubrir una ranura entre la pared de piedra y el costado de la montaña. Ese día, poco antes del anochecer, fingieron una pelea en el patio para distraer a los guardias. La distracción sirvió y los siete escaparon. El guardia que tenían más cerca no disparó: se tropezó, cayó y se encerró accidentalmente dentro de su propia torre de vigilancia. Uno de los presos que corrían fue herido por algunos de los disparos que llegaron desde otra torre, pero los demás lograron cruzar. James Earl Ray fue el primero en subir la escalera y saltar hacia el otro lado del muro. Su objetivo —según declararía más tarde— era llegar a Canadá, esconderse y conseguir un nuevo juicio. Esa fuga desató un caos: se activaron las alarmas con seis silbatos de vapor, uno por cada prófugo. El momento en que James Earl Ray es encontrado debajo de unas hojas (Archivo KNS) El presidente Jimmy Carter ordenó al FBI que interviniera y se hiciera cargo de la búsqueda; y el gobernador demócrata de Tennessee, Ray Blanton, aseguró que el estado podría hacerse cargo. La prensa internacional siguió minuto a minuto la espectacular búsqueda. Hubo helicópteros, agentes federales, policías estatales, guardabosques, perros sabuesos y mil teorías conspirativas invadieron las montañas de Petros. Durante las primeras horas, la coordinación de la búsqueda fue caótica: las radios estaban interferidas, había helicópteros sin identificar y rumores de que tuvo ayuda externa alimentaron las versiones más delirantes sobre Ra y el crimen de Jr. Fueron los perros Sandy y Little Red, entrenados por los rastreadores Johnny Newberry y Sammy Chapman, que conocían cada recodo del terreno los que se convirtieron en protagonistas. Pese a lo que impensado, la clave fue la lluvia del domingo por la mañana, que humedeció el suelo y ayudó a retener el rastro del fugitivo. Mientras la mayoría de los equipos se dispersaba, los perros buscaron en silencio. No ladraban, solo olfateaban. Alrededor de las 2 de la madrugada del lunes 13 de junio, se detuvieron: Ray estaba allí, enterrado bajo hojas, inmóvil, con poco más de cien dólares y el pedazo de un mapa en el bolsillo. Ray, sentado en el centro. A su izquierda uno de sus abogados, en 1977 (Casa Antiques Inc.) “¿Estás herido?”, le preguntó un agente. “No. Estoy bien”, le respondió con voz baja. Fue trasladado de inmediato y lo llevaron a la cárcel. Quedó en una celda aislamiento. Pidió que le sirvieran un desayuno completo. Desde ese día, estuvo preso hasta el 23 de abril de 1998, cuando murió a los 70 años. La causa oficial de muerte fue complicaciones derivadas de una enfermedad hepática, contraída cuando recibió una transfusión de sangre posterior a un ataque sufrido en prisión en 1981, cuando fue apuñalado 22 veces por otros reclusos. Ray había pasado las últimas décadas de su vida encarcelado, buscando sin éxito un nuevo juicio que revisara su condena por el asesinato del reverendo Martin Luther King Jr. Aunque sostuvo su inocencia hasta el final, nunca presentó pruebas concluyentes. Fue incinerado y sus cenizas esparcidas en Irlanda, país de origen de su familia. Con la cabeza gacha, James Earl Ray es trasladado a prisión, el 11 de marzo de 1969 (AP) Detrás de la condena James Earl Ray era un delincuente común: había sido ladrón, estafador y fugitivo. Nació en Illinois en 1928 y pasó gran parte de su vida entrando y saliendo de las cárceles. En 1967 escapó de la prisión de Missouri escondido en un camión de pan. Durante su fuga, adoptó identidades falsas y comenzó a frecuentar círculos segregacionistas. Tenía ideas racistas, un historial violento y una obsesión con los movimientos de derechos civiles. Según las versiones oficiales, el 4 de abril de 1968, Ray alquiló una habitación frente al Motel Lorraine. Desde el baño compartido del piso superior, con un rifle Remington calibre .30-06, disparó a King, quien acababa de salir al balcón de su habitación. El disparo fue certero: impactó en la mandíbula y le atravesó la espina dorsal. Murió una hora después en el hospital. Amigos, familiares y líderes del movimiento por los derechos civiles se despiden de Martin Luther King Jr., asesinado el 4 de abril de 1968 en Memphis Ray huyó de la escena y comenzó un viaje por varios estados usando documentos falsos. Pese a sus artimañas para escapar, finalmente, fue detenido en el aeropuerto de Heathrow, en Londres, el 8 de junio de 1968, cuando intentaba abordar un vuelo a Bruselas con un pasaporte canadiense a nombre de “Ramon George Sneyd”. De inmediato, fue extraditado a Estados Unidos y, en marzo de 1969, se declaró culpable del asesinato para evitar la pena de muerte. Tres días después, negó todo y pasó el resto de su vida asegurando que era inocente y que había sido presionado a declararse culpable. A partir de entonces, dedicó el resto de su vida a intentar revertir su condena. Durante sus años en prisión, Ray mantuvo un perfil bajo, pero su nombre seguía en los titulares de los diarios. Insistiendo en su inocencia, habló también de “teorías conspirativas”: contrató a numerosos abogados —incluido Jack Kershaw, defensor de la idea de un supuesto “Raoul” que habría manipulado a Ray para cometer el crimen—; dio algunas entrevistas periodísticas proclamando su inocencia y hasta llegó a tener audiencias ante comités del Congreso con el mismo fin; declararse inocente. Aunque no pudo mantener el relato de los hechos sino que lo fue cambiando con el tiempo: primero admitió haber estado en Memphis el día del crimen del líder político, luego dijo haber sido un chivo expiatorio, más tarde involucró a la mafia, al FBI y a gobiernos extranjeros. James Earl Ray poco antes de enfermar y morir (The Tennessean) Pese a las múltiples versiones que brindó, nunca presentó pruebas concluyentes a su favor. Aun así, pudo llamar la atención del público y hasta generó simpatía en algunos sectores, incluidos miembros de la familia King, que expresaron dudas sobre su culpabilidad. A fines de los años 90, Coretta Scott King, la viuda de King, dijo que su esposo había sido víctima de una conspiración y que Ray fue apenas un chivo expiatorio. Uno de sus hijos, Dexter King, incluso lo visitó en prisión en 1997. “Quiero que sepas, desde lo más profundo de mi corazón, que creo en ti. Y mi familia también cree en ti”, le dijo en ese encuentro y lo relató frente a las cámaras. Ray volvió a declararse inocente. La familia de Martin Luther King Jr. respaldó en 1999 una demanda civil simbólica en Memphis que concluyó que el asesinato había sido producto de una conspiración que involucró a actores estatales y privados. Aunque ese fallo no tuvo consecuencias penales ni alteró la versión oficial, alimentó las dudas sobre la investigación original. Ray, que había muerto un año antes.
Ver noticia original