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  • Jueces para Rulfo

    » Diario Cordoba

    Fecha: 10/06/2025 03:34

    La semana pasada impartimos en el Ateneo de Córdoba una conferencia dedicada a uno de mis autores de cabecera. Vargas Llosa se nos fue en abril con la merecida vitola de autor total. El escritor de Arequipa fue uno de los vagones insignia del ‘boom’ latinoamericano, aunque su literatura descarnada y visceral pareciera desengancharse de los cánones del realismo mágico. Todo lo contrario: hablamos de una prosa cargada de onirismo, si bien ese prodigioso subconsciente se nutre de vivencias personales o de radiografías de personajes que brujulearon con el poder. La literatura del ‘boom’ tiene su propia cartografía, con unos narradores que se convierten a su pesar en unos más interesantes libertadores. México es para Juan Rulfo, por su prodigiosa manera de interpretar el lenguaje de los difuntos. El país azteca destila surrealismo y una de sus últimas manifestaciones ha sido la elección de jueces mediante votación popular. Esta iniciativa de la presidenta Sheinbaum es un rebufo de su predecesor, un López Obrador con arrebatos populistas y místicos, que entendía que esa particular democratización de la judicatura se convertiría en un lúcido atajo contra la corrupción. El ‘frikismo’ es universal, y he visto la campaña de algunos candidatos cuyo cainismo recordaba aquella escena de Espartaco en la que los esclavos sublevados obligaban a dos patricios romanos a luchar como gladiadores. El escrutinio de estas particulares elecciones no superó el 13%, acaso escamada la ciudadanía de que esta iniciativa fuera también una autopista para que el narco introdujera candidatos afines. Puede resultar nefasto sacralizar ese propósito supuestamente ‘naif’ de articular la democratización del mérito; y más en un estamento que desde la carcomida y trina distribución de Montesquieu, vinculó su prestigio a su rigor, pero también a su independencia. Tampoco seamos ingenuos, pues allá donde no llegan las urnas, se deslizan -y algunas veces reptan- los intangibles del poder; esos que aspiran a colocar a uno de los suyos en el Tribunal Supremo norteamericano; o hacen risible el dolor de muelas que Hitler prefirió antes que un segundo encuentro con Franco, comparado con cada renovación del consejo general del poder judicial. Lejos de la vía Sheinbaum, y no exenta de buenas intenciones, está la impulsión por parte del Gobierno de unas becas para los opositores a la carrera judicial. Más que subvención, habría que hablar de subversión, por cierta obsesión del Ejecutivo de calibrar el contrapoder de la judicatura, entendiendo que las nuevas hornadas de jueces siguen teniendo el sesgo de familias pudientes y el estereotipo de una ideología conservadora. Unos prejuicios que afloran por la discriminación de estas becas, que también deberían hacerse extensibles a otras oposiciones de largo recorrido. El surrealismo sigue estando muy vivo . *Licenciado en Derecho, graduado en Ciencias Ambientales y escritor

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