Contacto

×
  • +54 343 4178845

  • bcuadra@examedia.com.ar

  • Entre Ríos, Argentina

  • La renta

    » Diario Cordoba

    Fecha: 09/06/2025 04:16

    Todos los años se repite la misma historia. No hace falta apuntar nada para no olvidarlo, porque el rumor se termina extendiendo. Siempre hay algún compañero que avisa: «Ya han abierto el plazo, ya se puede presentar la renta», y en ese momento uno nota un ligero desfallecimiento. De nuevo, vuelve a toparse con lo que serían dos títulos inmejorables de relatos de terror: «Declaración de la renta» y «Certificado digital». Es difícil no sentir escalofríos. Algunos dicen pagar impuestos encantados, pero lo que les sucede en realidad es que ya no saben qué inventar para dejar claro que son buenísimas personas, y esa desesperación los conduce, lógicamente, al ridículo. En mi caso, asumo que soy un miserable, un canalla incorregible. ¿Por qué? Pues porque huyo del trámite con la Agencia Tributaria como huiría de la peste. «¿Qué día termina el plazo?», suele ser lo primero que le respondo al compañero previsor, y aplazo el trance todo lo posible. Este año, además, tenía que renovar el certificado digital. Menos mal que antes presenté la declaración de la renta, de lo contrario habría supuesto un cañonazo de estrés muy superior. Al parecer, mi ordenador ya es viejo, así que no puedo instalar el programa o lo que sea necesario para descargarme el certificado; tengo que recurrir a otro ordenador y luego importar el certificado (si notan que se han perdido, no se preocupen: a mí me pasa lo mismo). En definitiva, lo que supuestamente es tan sencillo que puede hacerse desde casa, en realidad es un tormento, puro cinismo burocrático. Además, uno puede tener la intención de ser honrado y, sin embargo, dejar de serlo con mucha facilidad: basta con equivocarse al hacer algo enrevesado. Y no es una cuestión de falta de responsabilidad. En caso contrario, ¿por qué existen tantos asesores fiscales? Sin duda, no tener que presentar declaraciones trimestralmente, entre otras cosas, me animó a dejar de ser autónomo. Uno tiene que saber cuántas heroicidades está dispuesto a asumir. Por último, pagar impuestos parte de una premisa demoníaca. Uno ingresa una cantidad, dispone de ella, ¡la ve! Sin embargo, llegado el momento, un porcentaje de esta desaparece. ¿A quién le puede agradar que le quiten lo que ha tenido? ¿Cuánto dinero hay que tener para mantenerse ajeno a esa sustracción? Si cobrásemos en neto y los impuestos se detrajesen automáticamente, la historia sería otra. Pero esta es la de siempre, la de la sonrisa y la puñalada. Alguno pensará que esto es un alegato contra los impuestos. En absoluto: tan solo es un grito sordo. *Escritor

    Ver noticia original

    También te puede interesar

  • Examedia © 2024

    Desarrollado por