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Buenos Aires » Infobae
Fecha: 08/06/2025 02:50
La crononutrición analiza cómo el horario de las comidas impacta en el metabolismo, regulado por el reloj biológico o ritmo circadiano (Freepik) El cuerpo de los niños no sólo responde a lo que comen, sino también a cuándo lo hacen. Estudios recientes y expertas consultadas por Infobae advirtieron que los horarios desordenados influyen más que las calorías o los nutrientes: afectan el sueño, desregulan las hormonas del apetito y elevan el riesgo de obesidad. El reloj biológico también regula el apetito La crononutrición es una rama de la nutrición que estudia cómo el horario en que se ingieren los alimentos afecta al metabolismo. Los ayunos prolongados no son recomendables en edad de crecimiento: afectan la saciedad y elevan la glucemia (Freepik) “Tiene en cuenta factores como el ritmo circadiano, llamado reloj biológico interno, que influye en procesos metabólicos y regula funciones como el sueño, la temperatura corporal, la liberación de hormonas y el apetito”, comenzó a explicar a este medio la licenciada en Nutrición María Emilia Botello (MN 12761), especializada en Nutrición Pediátrica. “En los niños, este reloj es particularmente sensible porque están en crecimiento, su gasto energético es alto y su desarrollo neurológico está en pleno proceso”, amplió. Los mecanismos de hambre y saciedad, mediados por hormonas como la melatonina, la grelina y la leptina, también están influenciados por estos ritmos. Según Botello, “cuando un niño come muy tarde o salta comidas, se desajustan estas señales naturales, y es más probable que pida alimentos en horarios irregulares, no se sienta saciado después de comer o desordene su sueño, lo que a su vez altere el apetito del día siguiente”. Qué mostró un estudio con escolares españoles El estudio VALORNUT evaluó a 880 escolares y reveló que las cenas tardías y los ayunos largos afectan el perfil metabólico (Imagen Ilustrativa Infobae) Un estudio liderado por el grupo VALORNUT de la Universidad Complutense de Madrid analizó el impacto de los horarios de alimentación en una muestra de 880 escolares de entre 8 y 13 años, procedentes de cinco provincias españolas. Se evaluaron los efectos de desayunos y cenas tardías, y de ventanas alimentarias prolongadas —más de 12 horas entre la primera y la última comida del día— sobre la calidad de la dieta y el perfil metabólico. Los resultados fueron reveladores: aunque no se halló una relación directa entre esos horarios y mayores índices de obesidad, sí se registraron marcadores metabólicos alterados. Los niños que desayunaban tarde mostraron niveles más altos de colesterol HDL (“bueno”) pero también una peor calidad nutricional en general. Aquellos con ventanas alimentarias extendidas presentaron valores menos favorables de glucosa y colesterol, además de mayores índices aterogénicos, asociados al riesgo cardiovascular. “La afirmación de que mantener hábitos regulares y horarios para comer es más importante que lo que se come y la cantidad está cada vez más respaldada con evidencia científica”, sostuvo Botello. “Por ejemplo, en el estudio realizado por la Universidad Complutense de Madrid, se obtuvo como resultado que una ventana de ayuno prolongado se relaciona con valores más elevados de glucosa y colesterol, y mayores índices aterogénicos”. Otra investigación publicada en el International Journal Behavioral Nutrition and Physical Activity citada por la especialista demostró que cenar temprano, seguido de una correcta higiene de sueño, se asoció con una mejora en la elección de alimentos saludables en el desayuno, y regulación del apetito a lo largo del día. “El estudio sugiere que lograr estos hábitos mejoran el gasto calórico, alineando el metabolismo con los ritmos biológicos”, enfatizó. Desorden horario, sueño corto y más “picoteo” “Comer fuera de horario altera la forma en que los niños usan los nutrientes”, explicó la nutricionista María Emilia Botello (Freepik) Uno de los hallazgos del trabajo fue que el 60% de los niños con ventanas alimentarias prolongadas también cenaban tarde y dormían menos horas. Según el equipo de investigación, esta combinación puede agravar el impacto metabólico, sobre todo durante una etapa de crecimiento. Desde una perspectiva clínica, la médica pediatra especialista en Nutrición Infantil y miembro del Comité de Nutrición de la Sociedad Argentina de Pediatría (SAP) y la comisión directiva de la SAP filial Bahía Blanca, Romina Lambert (MP 2.241) explicó que “el cuerpo está diseñado para tener periodos de trabajo y periodos de descanso. Alimentarse en el horario de descanso es forzar al metabolismo a trabajar en el horario que debe reparar y detoxificar”. Para Lambert, respetar el ritmo circadiano implica “comer en horarios de luz solar y descansar por la noche”, y destacó que ese simple hábito no sólo mejora la sensibilidad a la insulina sino también el perfil hormonal y la eficiencia metabólica. Desayuno, ayuno y colaciones: qué hacer cuando no hay apetito Saltarse el desayuno impacta en el estado de ánimo, el apetito y el rendimiento escolar, según especialistas (Freepik) A pesar de la recomendación de desayunar temprano, algunos niños no tienen apetito antes de ir a la escuela. Para Botello, esto puede estar relacionado con cenas tardías o demasiado abundantes. “En esos casos, además de controlar el horario de cena, se puede utilizar una estrategia práctica, ofreciendo una fruta, un yogur natural o un vaso de leche, complementando con una colación saludable en la mochila que pueda consumir durante la mañana”. Lambert coincidió en evitar los ayunos prolongados y propuso adaptarse a cada rutina familiar: “Lo importante es ofrecer alimentos de buena calidad nutricional. Esto es clave para que las señales de hambre y saciedad durante el día sean las correctas”. En caso de no querer desayunar antes de salir, la pediatra sugirió preparar una lonchera con “alimentos simples y reales, combinando proteínas, fibras y ácidos grasos de buena calidad, como huevo, yogur natural sin azúcar, fruta, frutos secos, muffins o galletas caseras sin azúcar agregada”. Por qué importa más el cuándo que el qué Desayunar en la primera hora tras despertar activa el metabolismo infantil y mejora la concentración en la escuela (Freepik) Tanto Botello como Lambert coincidieron en que el horario de las comidas puede tener más impacto que la cantidad de calorías ingeridas, especialmente durante la infancia. “No se trata de restarle valor a lo que el niño come —aclaró Botello—, pero sí de comprender que en la infancia, el cuerpo responde mejor cuando hay planificación”. Y remarcó que “comer en cualquier momento del día, sin planificarlo, desregula la liberación de insulina, altera la leptina (hormona de la saciedad) y favorece el ‘picoteo’ emocional”. Según Lambert, si bien respetar los horarios mejora la sensibilidad a la insulina, “este efecto es beneficioso sólo si la calidad de la alimentación es la adecuada. Si la alimentación es a base de alimentos ultra procesados altos en azúcar, sodio, grasas hidrogenadas y químicos, no sirve”. Cenar temprano y limitar pantallas antes de dormir fortalece los ritmos biológicos y mejora la salud metabólica infantil (Freepik) Los ultra procesados, según advirtió, “alteran señales de hambre y saciedad e inflaman el organismo, lo que predispone a enfermedades crónicas no transmisibles como sobrepeso, obesidad, insulinorresistencia y diabetes”. Qué estrategias ayudan a alinear la dieta con el ritmo circadiano Las especialistas coincidieron en que las intervenciones deben comenzar en el hogar. “El ambiente familiar repercute de manera directa sobre el desarrollo de conductas alimentarias de los infantes y fomenta su consolidación”, sostuvo Botello. Y tras señalar que “en Argentina se suelen realizar meriendas tardías que desplazan la cena”, evaluó que “en ocasiones no llegan a incluir los requerimientos diarios de nutrientes”. En ese sentido, dio algunas recomendaciones prácticas para tener en cuenta: Desayunar en la primera hora tras despertar . “Ajustando en ese horario, el niño activa su metabolismo y mejora el rendimiento escolar”, explicó la nutricionista. Cenar antes de las 21 . “Si se evitan las cenas tardías, se mejora el ritmo de sueño y la digestión previa al acostarse”, apuntó. Planificar comidas completas nutricionalmente cada cuatro horas. “Esto evita bajones de energía o picoteo entre comidas”, aseguró. Promover actividad física diaria . “El gasto energético genera mejor calidad de sueño, por ende el ritmo circadiano realiza una correcta liberación de hormonas”, explicó Botello. Limitar el uso de pantallas antes de dormir. “La recomendación es evitar su uso al menos una hora antes de acostarse”. Evitar ultraprocesados y promover alimentos reales ayuda a regular el apetito y prevenir enfermedades crónicas (Freepik) Lambert concluyó que “una ventana de 12 horas de ingesta y 12 horas de reposo digestivo es beneficiosa para el metabolismo. Ayuda a reparar la microbiota intestinal y eliminar las toxinas del cuerpo. Aunque siempre hay que evaluar cada caso”. Botello también subrayó la importancia de un enfoque personalizado: “Tener horarios estables para comer puede ser más efectivo que solo contar calorías o restringir alimentos”.
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