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  • Trump, Musk, Milei y la cuadratura del círculo

    » Primerochaco

    Fecha: 07/06/2025 15:12

    Por Adrián Simioni El enfrentamiento entre Donald Trump y Elon Musk no es solo un choque de egos megalómanos, sino una colisión de visiones del mundo que expone las fracturas profundas de nuestra era. Añadir a Javier Milei a esta ecuación, como un aliado incómodo de ambos, es intentar cuadrar el círculo: tres figuras que, aunque comparten ciertos rasgos, están separadas por abismos ideológicos, económicos y políticos. Este espectáculo, que parece sacado de una película distópica donde los titanes de Ciudad Gótica libran batallas que sacuden a la sociedad entera, no solo refleja sus personalidades descomunales, sino también las contradicciones de un mundo en transformación. Elon Musk no es un empresario al uso. Es la encarnación de sus empresas —Tesla, SpaceX, X— y su influencia trasciende los balances financieros. Un solo tuit suyo puede hacer tambalear el valor de sus acciones, como ocurrió recientemente cuando perdió 8.700 millones de dólares tras un cruce con Trump. Este último, en cambio, representa el poder político tradicional, aunque disruptivo, con un discurso antiglobalista que prioriza a «Estados Unidos primero» y rechaza las alianzas internacionales. Milei, por su parte, aparece como un outsider ideológico, un libertario radical que aboga por un Estado mínimo y el equilibrio fiscal a toda costa. Los tres, anti-woke y provocadores, comparten un rechazo a las narrativas progresistas dominantes, pero sus intereses y visiones del mundo chocan en puntos cruciales. La globalización es el primer campo de batalla. Trump, con su proteccionismo y aranceles altos, busca cerrar las fronteras económicas de Estados Unidos, una postura que complica el imperio global de Musk, cuyas empresas dependen de cadenas de suministro transnacionales, especialmente en China, donde fabrica la mayoría de los autos Tesla y recibe subsidios estatales. Milei, aunque aliado de Trump, abraza la globalización desde una perspectiva liberal, defendiendo el libre mercado sin restricciones. Esta contradicción quedó en evidencia cuando Milei, en su polémico discurso en España, intentó conciliar su liberalismo con un rechazo al «wokeismo» que resonó más con Trump que con Musk. Las alianzas geopolíticas profundizan la brecha. Trump se alinea con Rusia, un gigante de los combustibles fósiles, mientras que Musk está atado a China, el mayor mercado de Tesla y un líder en energías renovables. Milei, en Argentina, mantiene una relación pragmática con China, pero su discurso no se alinea claramente con ninguna potencia. Esta disparidad de intereses se agrava en el plano fiscal. Trump promete bajar impuestos internos, pero no le preocupa el déficit fiscal, compensado con aranceles que afectan el comercio global y, por ende, a Musk. Este último, aunque favorece reducir el gasto estatal, depende de exenciones fiscales para vehículos eléctricos y contratos públicos, como los de SpaceX con la NASA. Milei, en cambio, es inflexible: el déficit fiscal es el enemigo, y su solución pasa por un ajuste draconiano, sin excepciones. El cambio climático es otro punto de fricción. Trump, un negacionista declarado, impulsó el shale gas y se alió con productores de combustibles fósiles. Musk, en cambio, ha construido su fortuna sobre la narrativa de la sostenibilidad, con Tesla como estandarte de las energías renovables. Sin embargo, su postura anti-woke lo ha llevado a enfrentarse a boicots de sectores progresistas que, paradójicamente, son los principales consumidores de sus autos eléctricos. Milei, atrapado en una economía argentina dependiente del gas y el etanol, no encaja del todo en ninguno de estos polos, lo que lo deja en una posición ambigua. Este choque de titanes no es solo una pelea personal; es un reflejo de las tensiones de nuestro tiempo. La personalización de las empresas y los Estados, como señala el análisis, es un fenómeno nuevo. Musk no es solo el CEO de Tesla; es Tesla. Trump no es solo un político; es la encarnación de un movimiento. Milei, con su radicalidad, busca ser la voz de una revolución liberal. Pero sus visiones son como el agua y el aceite: no se mezclan. Las acusaciones cruzadas entre Trump y Musk —desde cuestionar intereses comerciales hasta insinuar vínculos con escándalos como el de Epstein— elevan la temperatura de un conflicto que trasciende lo personal y pone en juego el rumbo de la política y la economía globales. En este escenario, Milei queda descolocado, un aliado de ambos que no termina de encajar con ninguno. Su sueño de un mundo sin déficits ni intervencionismo estatal choca con las realidades prácticas de sus socios. Mientras Trump y Musk libran su batalla, la sociedad observa, atrapada entre la admiración por estos colosos y la impotencia ante su poder descomunal. Como en una película de ciencia ficción, el futuro parece estar en manos de estos emperadores modernos, pero sus contradicciones nos recuerdan que, incluso en Ciudad Gótica, hasta los titanes pueden caer.

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