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» SL24
Fecha: 07/06/2025 11:12
Facebook Twitter LinkedIn WhatsApp El spot de campaña de Juan Monteverde en Rosario es, sin exagerar, la pérdida total del decoro. Con un eslogan que dice “El intendente que nos falta, elegido ahora”, intenta convencer a los rosarinos de que el 29 de junio van a elegir un cargo ejecutivo. Pero no. Se eligen concejales. Nada más. Nada menos. Monteverde se postula para un cargo legislativo, pero hace campaña como si fuera para la intendencia. ¿Publicidad engañosa? A esta altura, casi una burla a la inteligencia del votante. En San Lorenzo pasa algo parecido. Esteban Aricó, concejal y candidato, repite la misma lógica: no habla de proyectos legislativos, no plantea propuestas para su rol actual. Su discurso está centrado en atacar a Raimundo, como si se votara nuevamente una intendencia. Pero Aricó ya fue candidato a intendente en 2023. Perdió. Hoy ocupa una banca en el Concejo Deliberante, con un sueldo más alto que el de un empleado de comercio. ¿Qué hace con ese cargo? Lo usa para seguir en campaña. Este fenómeno se repite, se naturaliza, pero no está bien. No es serio, no es respetuoso, no es digno. Porque detrás de cada concejal que usa su banca para financiar una campaña ejecutiva, hay ciudadanos que pagan sus sueldos esperando que trabajen en proyectos legislativos, control del Ejecutivo y ordenanzas que mejoren la calidad de vida. Pero no. Lo que hacen es usar los recursos públicos para seguir armando campañas personales, muchas veces eternas, casi profesionales. ¿Cuánto cuesta una campaña? ¿De dónde salen los recursos? ¿Cómo hace Aricó, por ejemplo, para montar una maquinaria electoral por tercera vez consecutiva, con cartelería, redes, equipos, consultores y militancia paga? Desde hace 18 años cobra del Estado. ¿Ese es su único ingreso? ¿Y aún así puede sostener estructuras electorales millonarias? Preguntas incómodas que nadie responde. Pero que merecen una respuesta. Monteverde, en Rosario, empuja una narrativa de “intendente elegido ahora” como si el calendario electoral fuera una anécdota. Como si fuera lo mismo ser concejal o intendente. Como si el votante no importara. En ese modelo, lo institucional, lo legal, lo republicano queda de lado. Importa el show, el slogan, el título en redes. En San Lorenzo, Aricó adopta el mismo libreto. No legisla. Polariza. No propone. Señala. No construye. Ataca. Y lo hace con recursos del Estado, con el tiempo que debería destinar a trabajar por la ciudad desde el Concejo. ¿Quién le paga el sueldo mientras él dedica sus días a su tercera campaña? Todos los sanlorencinos. Estos concejales no tienen límites. Cobran entre dos y tres veces más que un trabajador común y sin embargo no cumplen la función para la que fueron votados. Ni se inmutan. El objetivo es uno solo: mantenerse en carrera. Como sea. Lo lógico, lo honesto, lo republicano, sería que renuncien al cargo si quieren dedicarse a militar por una intendencia. Que hagan campaña con su propio dinero, en su propio tiempo, sin el escudo del Estado, sin la estructura del Concejo, sin los sueldos del pueblo. La política no puede ser una carrera infinita financiada por los contribuyentes. Hay que volver al sentido común: quien ocupa un cargo tiene que cumplirlo. Y si quiere otro, que primero termine lo que empezó o que lo deje y rinda cuentas. En tiempos donde se exige eficiencia, honestidad y esfuerzo al trabajador, al comerciante, al emprendedor, es urgente exigirle lo mismo a la clase política. Si no hay decoro en lo mínimo, nunca va a haber responsabilidad en lo importante. Y si seguimos permitiendo estas campañas eternas, estos cargos usados como escaleras personales, estos sueldos usados como fondos de inversión electoral, entonces no hay esperanza de construir nada nuevo. Para cambiar el país, primero hay que cambiar las reglas del juego en cada ciudad. Empezar por pedirle a los concejales que hagan de concejales. Que legislen. Que rindan cuentas. Que trabajen. Que hagan lo que se comprometieron a hacer. Ni más. Ni menos.
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