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  • Muchas pantallas y pocos libros: por qué es fundamental hablar de alfabetización

    Buenos Aires » Infobae

    Fecha: 06/06/2025 06:49

    Un 37% de los estudiantes vive en hogares con menos de cinco libros (Imagen ilustrativa Infobae) Aprender a leer es un tema pendiente para millones de argentinos. Aunque la frase parezca alarmante, los datos lo confirman: los resultados de las pruebas Aprender 2024 difundidos por la Secretaría de Educación Nacional muestran que apenas el 45% de los alumnos logra los niveles de lectura esperados al finalizar el primer ciclo de la primaria y, además, 1 de cada 5 estudiantes de nivel socioeconómico bajo no puede leer un texto simple (frente a apenas un 3,3% en el nivel socioeconómico alto). La situación no cambió mucho respecto de 2019, cuando se difundieron los resultados de las pruebas ERCE, de Unesco, que advertían que casi la mitad de los estudiantes de tercer grado (46%) no alcanzaba los niveles mínimos de comprensión lectora. Aprender a leer –y comprender– en los primeros años de escuela es una condición básica para todo lo que sigue. La lectura y la escritura son la llave que abre la puerta a otros aprendizajes, a la participación en la vida en sociedad y, para muchos, a la posibilidad de imaginar un futuro distinto. Es urgente que la alfabetización inicial sea una prioridad educativa, y en ese camino, la Campaña Nacional por la Alfabetización impulsada por Argentinos por la Educación y más de 200 ONGs representa una oportunidad para visibilizar la problemática que tenemos hoy e impactar en decisiones que lleven finalmente a lograr que todos los chicos y chicas, sin importar su origen social, puedan leer, comprender y disfrutar de la lectura. En este contexto, la escuela tiene un rol crucial, pero la alfabetización también se da en el entorno en el que los chicos crecen. Según las pruebas Aprender 2023, un 37% de los estudiantes vive en hogares con menos de cinco libros, y un 13% directamente no tiene ninguno. Tener libros en casa no asegura por sí solo que un niño aprenda a leer mejor, pero sí crea un clima, una disponibilidad, una familiaridad con los libros y con el lenguaje escrito que favorece enormemente ese proceso. Diversos estudios han confirmado que el acceso a libros impresos en el hogar tiene una relación positiva con el desarrollo lector y con el hábito de lectura en la infancia. Frente a este panorama, hay una tensión creciente: el rol que ocupan las pantallas. Un informe de la OCDE sobre lectura y formatos digitales advierte que los estudiantes que leen principalmente en papel obtienen mejores resultados que aquellos que lo hacen en formato digital. Además, dato no menor, quienes leen en papel disfrutan más de la lectura que aquellos que solo leen en soportes digitales. Esto no debería sorprender: leer un libro no es solo acceder a un contenido, es una experiencia que requiere concentración sostenida, algo cada vez más escaso en la cultura digital. En este punto, la escuela aparece como el último espacio donde todavía es posible construir ciertas condiciones para que la lectura suceda. Pero ese espacio también está en tensión. Argentina es el país donde más estudiantes se distraen en clase por el uso de sus propios celulares de los 80 evaluados por PISA: un 54% admite que se dispersa por usar su teléfono. Además, otro 20% se distrae a raíz de que sus compañeros usen sus respectivos teléfonos. Las notificaciones, la presión de estar conectados todo el tiempo y la falta de límites o normativas claras en el uso de dispositivos en las aulas está generando una enorme dificultad en las condiciones básicas para enseñar y aprender. Alfabetizar en el siglo XXI es también enseñar a leer en entornos saturados de estímulos, a sostener la atención, a construir sentido en medio del ruido. No se trata de negar la tecnología ni de idealizar el papel impreso, sino de poner sobre la mesa una conversación seria sobre cuándo, cómo y para qué usamos lo digital en la educación. Mejorar los niveles de comprensión lectora requiere, por lo tanto, de políticas públicas que se adecúen a los nuevos tiempos, de inversión sostenida tanto en materiales como en formación docente y de evaluaciones continuas que permitan diagnosticar y medir avances. Pero también conlleva una responsabilidad colectiva, ya que como sociedad debemos hacer todo lo posible para que cada chico y cada chica pueda abrir un libro, leer una historia y encontrar en esas páginas algo más que palabras: una oportunidad.

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