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  • La alienación como problema epocal

    Parana » Inventario22

    Fecha: 05/06/2025 13:27

    Lacan, en el Seminario Los cuatro conceptos fundamentales del psicoanálisis, plantea dos operaciones, alienación y separación, para explicar la constitución del sujeto en relación al Otro. La elección forzada lo conduce a perder el ser, alienándose a un significante que lo va a representar ante el Otro, que opera como otro significante. Luego la falta, la castración, le permite al sujeto desalienarse, separarse del Otro con el objeto “a”. Alienación y separación no se producen de una sola vez, sino que implican una dialéctica constante, un trabajo permanente de separación y desidentificación del sujeto, que se aliena y se enreda con las identificaciones y los significantes del Otro. Lacan pensó estas dos operaciones en relación al discurso del amo, y actualmente transitamos una época hegemonizada por el discurso capitalista en su mutación actual, tecno neoliberalismo o, como afirma Yanis Varoufakis, “tecnofeudalismo”, en el que las corporaciones tecnológicas constituyen la nueva forma de dominación. En la Conferencia de Milán, Lacan escribe el matema del discurso capitalista: el sujeto queda en el lugar del agente comandando el pseudo lazo social sin ninguna determinación, castración ni tope de lo imposible. Si la verdad del amo era la castración, en este discurso el amo instrumenta la verdad a su gusto. Hoy “los señores nubelistas” son agentes, nombres propios contables, dueños de las plataformas y de las “verdades” que se imponen por viralización. Lacan señaló los efectos catastróficos de este discurso que rechaza la verdad, niega la falta, la división subjetiva, elimina el deseo y promete satisfacción plena con objetos de consumo. Unos días después de la conferencia referida, en el Seminario ...OU PIRE (…o peor), Lacan afirmó que el del capitalista sería un discurso que funciona bien, pero termina mal, destinado a estallar, discurso marcado por la pulsión de muerte y un imperativo superyoico de goce que lo lleva a su consumición. Esto es insostenible. La mutación del capitalismo produjo varias consecuencias, queriendo en esta ocasión centrarnos en una fundamental: la tecnología cibernética y la virtualización del mundo recortaron un nuevo cuerpo erótico virtual, y concomitantemente, un nuevo goce que podemos denominar cibernético o de la virtualidad (redes, plataformas, jueguitos, videos, etc.), goce que carece de límites o diques, implicando una reconfiguración de la sensibilidad, de las formas de vida, del amor, la amistad, etc. Con la revolución cibernética emergió una nueva realidad --la virtual-- y la vida pasó a transcurrir en las redes, las aplicaciones, llegando la virtualidad a calar tan profundamente en lo social, que gran parte de la subjetividad cuestiona al mundo “real” si contradice al virtual. El mundo devino “burbuja”, se fue configurando y solidificando un auge de los grupos identitarios. Las burbujas toman la forma de tribus donde se aportan datos, gustos experiencias, comentarios, fotos, películas, etc. Los grupos de Facebook, Instagram, Tiktok y Twitter implican pertenencias y referencias que reproducen y solidifican identificaciones. La realidad virtual exacerba la alienación, el mundo cibernético aporta y refuerza identificaciones. Las redes denominadas sociales resultan ser el lugar donde se confirman prejuicios y se encuentran todas las respuestas, sin que importe si la información es verdadera o falsa. Una cultura que se presenta como un campo minado de tecnología digital produce individuos identificados al operador y a sus características: inmediatez, eficiencia, simultaneidad y fenómenos de multitasking. Esta expresión supone la capacidad de realizar dos o más tareas de forma simultánea y efectiva, lo que implica, por una parte, una mayor velocidad, y, por la otra, más superficialidad y pensamiento binario al modo del algoritmo, aumentando exponencialmente los componentes emotivos en la comunicación y debilitando la racionalidad. El individuo del grupo queda identificado al ideal y desabonado del lazo social, entrando en una cárcel que deja al yo amarrado a lo igual, clausurando al sujeto singular. La clausura identitaria eclipsa la singularidad, la diferencia, convirtiendo al sujeto de la falta en un individuo identificado. El yo puede identificarse con un lugar que está en las antípodas de su autoconservación o de los intereses de clase. El sujeto colonizado vota fundamentalmente por sus identificaciones. Esta clausura identitaria tiene la capacidad de homogeneizar, generando comunidades de goce administradas por el mercado. Las fuertes identificaciones ocultan tanto la división del sujeto como los antagonismos que constituyen lo social. Las redes conforman burbujas cibernéticas, agrupamientos que tienden al cierre identitario, de ahí al odio, al racismo y la xenofobia hay un paso, dado que el agrupamiento en una identidad clausurada se sostiene en el odio al diferente. La identidad afirmada a través del rechazo del otro deviene en una máquina de guerra que destruye la otredad. Una trama de identificaciones, ideales, imperativos, creencias y mecanismos de captura psicológica conducen a la obediencia inconsciente y hacen que las personas adhieran casi ciega e hipnóticamente a posiciones violentas, neofascistas, que van en contra de la propia vida, los derechos y que, en definitiva, hacen existir al poder. Nos encontramos con individuos alienados y sometidos al poder que no se perciben como tales ni se hacen cargo de la sumisión al contrario, se creen individuos libres e independientes, cuando en realidad se trata de una relación fascinada, acrítica y sugestionada con el poder. Estamos en presencia de un individuo que habita una sociedad de masas uniformada y adormecida en una hipnosis colectiva, que cumple órdenes desde lo inconsciente, consume compulsivamente, se cree libre y ciudadano, siendo en verdad un esclavo de la nube que no se reconoce como tal. La causa de la esclavitud ya no es solo atribuible a un poder exterior, sino que está interiorizada y es inconsciente... no se registra como tal. La época caracterizada por los grupos identitarios cerrados, el odio, la velocidad superficial, la caída de la verdad como ordenadora del lazo y del pacto, refuerzan voluntariamente la alienación. Se apunta al individualismo en términos opuestos a la idea de sujeto dividido y se rechaza la singularidad. La palabra como vía de creación de sentido se releva por mandatos o imperativos que dejan al sujeto bajo alienación y sometimiento. El nuevo erotismo con las redes se traduce en autoalienación compulsiva, adictiva. ¿Quién no cae seducido y queda enredado, atrapado, identificado, hipnotizado ante el canto de sirenas que representan las redes? ¿Cómo logra el sujeto de esta época la separación o la desidentificación? Las condiciones no parecen ser las más favorables para mantener la hipótesis del inconsciente, el sujeto dividido y la propuesta del psicoanálisis. ¿Cómo causar deseo de separación? El psicoanálisis resulta subversivo respecto del discurso capitalista al dar palabra al cuerpo pulsional, sexuado y mortal del que no se quiere saber nada. La práctica del psicoanálisis hace objeción a la voluntad total de reconfiguración virtual del mundo y está en la vereda de enfrente del fascismo, la xenofobia y la crueldad. Permite subjetivar la verdad de un padecimiento singular, que se diferencia del que definen los manuales, las clasificaciones y etiquetas. La experiencia del análisis constituye una posibilidad de separación, esto es, de ir en contra de la alienación epocal alimentada por prejuicios ideales, fake news, demonizaciones y mentiras. El poder perdería sus efectos “mágicos” si vamos en contra del mecanismo del encantamiento social hipnótico y acrítico a través del análisis personal, la política y una verdadera pedagogía emancipatoria, si restituimos los tres imposibles que planteaba Freud, propendiendo a un deseo de separación que, en un mismo movimiento, reencuentre al sujeto con el deseo inconsciente. Nora Merlin es psicoanalista.

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