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Concordia » Diario Del Sur Digital
Fecha: 04/06/2025 05:30
Por «Corchito» González – Especial para Diario del SUR Digital PARA MUESTRA BASTA UN BOTON: La Caja Mixta es una muestra y claro ejemplo del desmanejo en el gobierno de Azcué. Una pregunta que ya parece chiste. Porque la respuesta siempre es la misma: un quilombo. La caja está fundida, no hay más créditos, y la plata… bien, gracias. Nadie sabe dónde está. O bueno, algunos sí saben, pero no lo van a decir. Hace unos días echaron al síndico, Cr Jorge Albornoz, un tipo con más de 30 años de trayectoria como síndico en la Caja, docente universitario, y reconocido por su trabajo. ¿El motivo oficial? Que su esposa presentó un amparo contra la Municipalidad por el temita (insignificante, claro) de la tasa de alumbrado. Una barbaridad, ¿cómo se le ocurre a la esposa de alguien vinculado al Estado reclamarle algo al Estado? Tremenda falta de etiqueta institucional. Y como la justicia no es suficiente castigo, lo limpiaron a él, por portación de cónyuge litigante. Lo que convenientemente olvidaron mencionar es por qué presentó el amparo la señora: porque la Municipalidad de Concordia y la Cooperativa Eléctrica están violando abiertamente la Resolución 267/24 de la Secretaría de Industria y Comercio de la Nación, que establece —de forma clarísima— que no se pueden cobrar conceptos ajenos en la factura de energía. Pero acá, como si nada, siguen enchufando la famosa «contribución única» y la tasa de alumbrado en la boleta de luz, total… el que paga es siempre el mismo. El único detalle es que todo eso es mentira. Albornoz no es empleado municipal, ni de la Caja, ni funcionario. Estaba ahí como síndico, nombrado por decreto, haciendo su laburo. ¿Y cuál fue su verdadero pecado? Hacerlo bien. El año pasado, el síndico había presentado una nota dirigida al intendente donde denunciaba irregularidades graves en la gestión del actual presidente de la Caja, y advertía sobre los problemas futuros que iban a explotar si no se tomaban medidas. Incluso fue más allá: anticipó que, de seguir así, la Caja podría quebrar a fines de 2025. En esa misma nota, Albornoz señalaba que era urgente bajar los gastos, porque la actual gestión los venía incrementando de forma irresponsable, llenando la Caja de asesores y profesionales que nadie pidió ni necesita, como si fuera una agencia de colocación política. Siempre se manejó con los recursos humanos propios, y ahora de repente parecía que hacía falta una consultora internacional para cobrar impuestos y dar préstamos. ¿Quién es el presidente? Un amigote de Azcué, un allegado político, parte del selecto club de los que hacen y deshacen sin dar explicaciones. Desde entonces, Albornoz venía pidiendo audiencia al intendente para hablar del tema. Pero claro, el intendente estaba muy ocupado no gestionando —una de sus actividades favoritas—, así que lo ignoraba sistemáticamente. Porque vamos a decirlo con todas las letras: el problema no fue el amparo de la esposa. Eso fue solo la excusa decorativa. El verdadero problema fue la denuncia. Las irregularidades. El desmanejo. Y, sobre todo, el peligro inminente de que todo eso tomara estado público. Los empleados, mientras tanto, empezaban a comentar por los pasillos el desmanejo interno, los atrasos, los sueldos bajos, el recorte de horarios, y todo mientras los vecinos se acumulaban en la puerta sin poder pagar los impuestos y servicios ni preguntar nada. En este contexto, lo que parecía un simple cortocircuito institucional se volvió una bomba con cuenta regresiva. Y entonces, a alguien se le ocurrió la solución mágica: echar al síndico antes de que presente su informe sobre los estados contables del ejercicio 2024. Porque claro, si el informe sale, los papeles hablan. Y si los papeles hablan, se terminan los cuentos. Y así, a pura tinta y decreto (el 332/25, para los amantes del detalle), lo reemplazaron por el contador Ignacio Luis Morante. ¿Quién? Buena pregunta. Ni trayectoria en lo público, ni experiencia conocida en estos temas. Pero bueno, lo importante acá no es saber, sino cerrar la boca y firmar lo que manden. Sería interesante —o milagroso— saber qué informó el nuevo síndico en los balances de la Caja. ¿Habló de la situación financiera? ¿Mencionó las irregularidades que había señalado Albornoz? ¿O simplemente firmó sin mirar, para que los accionistas —sí, porque la Caja tiene socios públicos y privados— no se enteren del descalabro? Pero lo más importante era tapar que los 2.400 empleados municipales (socios de la Caja) no descubrieran que no hay más plata para créditos. Porque si se enteraban de que perdían su única vía de financiamiento a tasas razonables, se armaba. Y en serio. Para muchos, esos créditos no son un lujo: son la única salida frente a una economía que los ahoga. Así que la orden fue clara: cerrar la boca, esconder los papeles y, sobre todo, que nadie abra la caja… porque el olor a podrido no se disimula más. Lo insólito del caso es que el propio decreto que echa a Albornoz reconoce que cumplió fehacientemente sus funciones. Es decir, lo rajaron por hacer bien su trabajo. Hermoso. La lógica Mileísta al palo: si algo funciona, hay que destruirlo. Lo que llama la atención es el mutismo del Concejo Deliberante. Nadie pidió ver el expediente que Albornoz elevó al intendente, nadie lo citó para que dé explicaciones. ¿Esperan que la Caja explote para recién ahí hacerse los sorprendidos? Vamos, muchachos, aunque sea por vergüenza, finjan que controlan algo. Pidan la nota, pregunten algo. O mínimamente, hagan como que les importa. Mientras tanto, la Caja se sigue hundiendo. Los créditos están congelados, los empleados desmotivados, los proveedores sin cobrar, y los vecinos sin respuestas. Pero eso sí, puertas adentro, todo sigue bajo control… del desgobierno. Para los empleados de la Caja, la única “solución” a la vista es que la Municipalidad ponga —así nomás— unos 300 millones de pesos, como quien busca cambio para el colectivo, para que al menos vuelvan a dar créditos y la Caja genere algo de ingresos. Porque hoy por hoy, el déficit operativo real supera los 300 millones anuales. Sí, una bicoca. Y lo más tragicómico del asunto: si la Caja no tiene plata, no puede dar créditos. Y si no da créditos, no genera ingresos. Y si no genera ingresos… ¿para qué existe? Básicamente, estamos ante una institución que ha sido privada de su única razón de ser. Es como un cajero automático sin billetes, pero con muchos asesores adentro. Ahora resta ver qué genialidad se le ocurre a Azcué y a Ferreyra para salir de este berenjenal. Quizás convoquen otra consultora, algún primo con Excel, o simplemente prendan una vela a San Crédito. En fin, Azcue y compañía siguen demostrando que no pueden administrar ni una fotocopiadora. La Caja no es la excepción, es el ejemplo perfecto. El modelo de gestión es simple: si alguien dice la verdad, hay que silenciarlo. Total, después siempre hay otro que firme. Si “la Caja Mixta es una muestra”, no queremos ni pensar lo que va hacer “la película entera». Mientras tanto, no abran la Caja. Porque sigue oliendo… y cada vez peor. ¡En fin, será hasta la semana que viene! ¡Saludos a Tío Rico, sí ese, el de las cooperativas!
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