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Parana » Informe Digital
Fecha: 03/06/2025 12:33
Rusia y Ucrania continúan tan alejadas como siempre, y los avances en las conversaciones directas en Estambul han sido insignificantes. Si bien se ha acordado el intercambio de más prisioneros, Moscú y Kyiv siguen marcando una profunda distancia en cuanto a cómo poner fin a esta costosa y amarga guerra. Rusia ha mostrado una inflexibilidad notable, entregando a los negociadores ucranianos un memorando que reitera sus exigencias extremas, que en esencia significan una rendición de Ucrania. Siempre se habían mantenido expectativas bajas sobre la posibilidad de un compromiso por parte del Kremlin, pero ahora parece que Moscú ha eliminado cualquier señal de disposición para suavizar sus demandas. El memorando exige que Ucrania se retire de cuatro regiones parcialmente ocupadas que Rusia ya ha anexado, a pesar de no haber logrado capturarlas por completo. Esta concesión territorial ha sido rechazada repetidamente por Kyiv. Además, establece condiciones estrictas, como limitar las fuerzas armadas ucranianas, prohibir su adhesión a alianzas militares, el alojamiento de tropas extranjeras y la adquisición de armas nucleares. Este panorama de desmilitarización radical es inaceptable tanto para Ucrania como para gran parte de Europa, que ve al país como una barrera contra la expansión rusa. Las demandas incluyen, además, el restablecimiento completo de lazos diplomáticos y económicos, la renuncia a reparaciones y el levantamiento de las sanciones impuestas por Occidente. Esta lista de exigencias del Kremlin, aunque bien conocida, refleja su visión de un futuro para Ucrania como un Estado subordinado, sin un ejército significativo ni independencia real. Esta inflexibilidad se produce a pesar de factores que podrían haber hecho reflexionar al Kremlin. En primer lugar, Ucrania ha demostrado tener la capacidad técnica para atacar en el corazón de Rusia, a pesar de las evidentes disparidades en territorio y recursos. Los recientes ataques con drones contra bombarderos estratégicos rusos en bases ubicadas a miles de kilómetros de Ucrania son un ejemplo claro de esto. Parece que Ucrania tiene cartas en la mano y las está jugando de manera efectiva. En segundo lugar, las últimas exigencias del Kremlin llegan en un momento de creciente frustración del presidente estadounidense, Donald Trump, respecto a sus propios esfuerzos de paz en Ucrania. Trump ha manifestado su descontento hacia su homólogo ruso, Vladimir Putin, a quien acusó de haber “perdido la razón” tras los numerosos ataques rusos contra Ucrania la semana pasada. Ahora, Trump enfrenta presión, ya que uno de los pilares de su política exterior en un posible segundo mandato —lograr un pronto cese de la guerra en Ucrania— parece inestable. Existen poderosas cartas que podría jugar, como aumentar la ayuda militar estadounidense o imponer nuevas sanciones severas, apoyadas en gran medida por el Senado. El senador Richard Blumenthal, uno de los principales impulsores de un proyecto de ley bipartidista que busca imponer nuevas medidas “paralizantes” a Moscú, acusó a Rusia de “burlarse de los esfuerzos de paz” durante las conversaciones de Estambul y, en un comunicado en X, dijo que el Kremlin estaba “tomando el pelo” a Trump y a Estados Unidos. No está claro cómo reaccionará el impredecible presidente estadounidense ni qué acciones tomará, si es que decide actuar. Sin embargo, el desenlace de la guerra en Ucrania y la negociación para alcanzar un acuerdo de paz están íntimamente ligados a la actual administración en la Casa Blanca. La obstinación de Putin y su respuesta rígida ante los llamados a la paz podría obligar a Trump a actuar.
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