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» Elterritorio
Fecha: 03/06/2025 05:40
Se trata de una casona que data de principios del siglo XX que aún conserva en todos su espacios detalles de antaño. La tranquilidad la rodea con sonidos del monte y visitas poco frecuentes lunes 02 de junio de 2025 | 21:47hs. Fotos: Marcos Isaac No nos llevó mucho tiempo llegar. Con Cacho al frente del móvil, salimos de la redacción alrededor de las 15 y llegamos a la estancia apenas unos minutos después. Tomamos la ruta 12 y después de que giramos hacia ruta 105, nos recibió el monte que rodea a esta espectacular casa familiar antigua. De más está decir que el aire cambia. Ese ambiente cargado que teníamos hace minutos en la ciudad de Posadas ahora se transformó en un ambiente fresco, con viento, donde podíamos ver un montón de árboles y diversos tipos de vegetación que nos recibieron en el acceso a la estancia Santa Inés. Marcos, el fotógrafo, empezó a alistar su cámara y César, el camarógrafo, vio en el camino distintas tomas para hacer y mostrar cómo es el acceso a la casona. Cacho hizo chistes sobre el auto, sobre que tal vez habría que empujar un poco debido al barro que se formó por las lluvias recientes. Fue solo un chiste, ya que pudimos acceder sin ningún tipo de inconveniente. A pesar de que había diluviado el día anterior en esa zona. ¿Por qué un fotógrafo? ¿Por qué un camarógrafo? ¿Por qué dos personas para tomar imágenes? Se preguntará el lector. Es que el espacio no tiene desperdicio. Los árboles están prácticamente al natural, y distintas otras especies dan la bienvenida. El camino para llegar es largo, pero no tanto; serán unos cinco minutos desde la ruta 105 hasta la primera casona, la primera ruina que se puede lograr avistar. Y quien llega por primera vez se preguntará: “¿Esto es la estancia Santa Inés?” Por una edificación vieja, un poco abandonada, que se nota que era de la antigua yerbatera. Al girar la mirada, se ven unas casitas más pequeñas donde se encuentran las personas encargadas de cuidar el lugar. Pero no, todavía no se llegó al atractivo principal. Es más, todavía no llegamos al estacionamiento asignado. Antes de que nos reciba Lucía, Marcos recordó los distintos puntos donde hizo fotos para las quinceañeras y para los casamientos. El lugar es mágico y útil para crear ficción. En la puerta principal está Lucía junto a su mamá, y un grupo de trabajadores arreglando unas columnas de madera. Enseguida nos contó que en realidad esa no era la puerta principal, sino que ingresamos por el fondo, porque en 1903, cuando su abuelo se había instalado, había comprado ese lugar y el frente de la casa era lo que hoy es la parte trasera. El frente entonces queda en la parte de atrás, y nos mostró dónde antes había una ruta que unía la Estancia con Santo Tomé, Corrientes. Al llegar al frente verdadero de la estancia, vimos la impresionante belleza de la fachada, que estaba rodeada de vegetación y adornada con buen gusto. Como en casa Mientras Lucía nos contaba que la casona está rodeada de monte nativo, algo la detuvo: fue el sonido de los monos carayás que se venían acercando a curiosear. Había tres personas que no conocían y se acercaron un poco para ver mejor. Le pregunté si venían pensando que teníamos comida, y dijo que no. Ella los conocía bien: era una familia que había tenido sus dos crías y venían todas las tardes a dormir y también a curiosear un poco. Jamás se acercaban a los huéspedes, un poco por miedo, tal vez. Pero en realidad es algo para celebrar, ya que lo mejor es que ellos no se acerquen a la gente. El patio es impresionante, muy amplio. Hay una pileta de la cual también se puede disfrutar si se es huésped, y mesas y sillas afuera donde se puede pasar la tarde. Un espacio amplio que incluso sirve para poner una carpa y poder festejar una fiesta afuera. Antes de ingresar a la casona, fue eso lo que respondió Lucía: en ese espacio se pueden realizar fiestas de quince o casamientos debido al gran patio, pero que lo que siempre tratan de cuidar es la tranquilidad, ya que se trata de un turismo rural. Se puede celebrar pero con un grupo reducido de personas, tal vez hasta ochenta personas, pero no más que eso. Ingresamos y la sorpresa nos recibió: belleza en la madera que estaba presente en toda la casa, tanto en los muebles como en las ventanas y las puertas. Las aberturas son altas, para refrescar y permitir que ingrese el aire frío desde la parte de arriba, especialmente en temporada de mucho calor en Misiones. También estaban diseñadas para el ingreso de luz, para que la casa esté siempre iluminada. Algunos ventanales tenían mosquiteros, porque también hay que tener en cuenta que tanto ahora como en la época en que la casa se construyó, los bichitos misioneros dicen presente. Inmediatamente Marcos encontró un lugar ideal para las fotos que le haría a nuestra protagonista del día de hoy, a Lucía Pagliari, bisnieta del fundador de la Estancia. Decidió que quería una foto en las sillas antiguas frente a la chimenea. César, mientras tanto, admiraba la decoración. También encontraron una mesa llena de armas antiguas que coleccionaba el propietario de la casa. Lucía aclaró que él simplemente las coleccionaba, le gustaba, pero que nunca las usó y mucho menos para cazar. A él le gustaba el monte, le gustaba la selva, le gustaban los animales, y es por eso que la casa hoy está rodeada de verde. Eso se conserva como el legado de lo que quiso su abuelo, Pedro Núñez. Huéspedes por una hora Las tomas del camarógrafo dentro de la casona comenzaron. Había una gran cantidad de antigüedades: adornos, muebles, una biblioteca hecha con distintos tipos de maderas, donde Nuñez había dejado plasmado el distinto peso que tenían las maderas. Para ello, convirtió cada trozo de especie nativa en un libro falso que acomodó en una biblioteca. Cuadros, historia, todo servía para embellecer el ambiente. Enseguida pregunté por el alojamiento: ¿Cómo sería pasar un día ahí? Lucía contestó que no hay cantidad de días específicos, que se puede estar una tarde, un día, una semana... Todo es cuestión de charlarlo. El espacio se reserva, y si bien pueden estar varias familias juntas, siempre se busca la privacidad, la comodidad y, sobre todo, la tranquilidad. Por eso, la dueña de casa aclaró que si hay una familia con niños, se busca que no estén muy cerca de una pareja que espera estar sola, por ejemplo. Lucía y su madre, Nanny Núñez, también viven en el lugar, entonces nos surgió la duda: ¿Y la comida? Quien quiera venir a alojarse, ¿cuenta con desayuno o almuerzo? Lucía respondió que sí, que se podía elegir una pensión completa, y en la casona estaba la mejor chef: su mamá. Pudimos convencer a Nanny de sacarle algunas fotos, ya que se mostraba un poco tímida. Nos contó también que le encanta cocinar, que es ella quien se levanta temprano a preparar todo para sus huéspedes. También, muchas de las plantas que se encuentran alrededor de la casa son utilizadas en la gastronomía del lugar. Nos quedó claro lo útil de todos los frutos que tenían en la casona, al probar un agua limonada con frutas extraídas en ese momento de la huerta. Nada más rico que algo natural y hecho en el momento. Un poquito de menta, también menta de la huerta, claro. Mientras disfrutábamos de esos sabores naturales, encontramos en la parte de atrás -hoy ingreso- una casa de unos cuatro por cinco metros, pequeñita pero muy linda, que adentro estaba acondicionada como un bar. También la barra, las mesas, todo era de 1900. Había licores, había whisky... que a veces algunos primos usaban a brindar en el lugar. Por eso, todavía el espacio puede usarse y no se arruina, porque, como Lucía nos comentó anteriormente, la casa está hermosa, intacta, porque se usa. Si la casa estuviera abandonada unos meses, se destruye por completo. La estadía no puede ser más hermosa y tranquila. Es un momento para desconectarse, olvidarse del celular y pensar en las huellas que uno deja en su andar. El abuelo de Lucía dejó su legado, dejó su historia, y la familia lo sigue perpetrando, lo sigue transmitiendo y comparte con toda la comunidad misionera, argentina y más allá. Toda esta historia de los yerbales, del monte, de la selva y de la riqueza y beneficios de la naturaleza misionera se encuentran en las hectáreas de la Estancia Santa Inés. Locación por los 100 años En la Estancia Santa Inés se filmó parte del spot televisivo conmemorativo por los 100 años del diario El Territorio, bajo el lema "Nuestra historia es contarte la tuya", que se puede ver en todas las plataformas. La producción estuvo a cargo de la productora Cuatro Monos, mientras que las instalaciones de la estancia, con su arquitectura de principios del siglo XX y su entorno natural, fueron utilizadas para recrear la década de 1930, en una narrativa que destaca la conexión de un abuelo con el diario El Territorio.
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