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  • El caso que sacudió a la cultura porteña: el exdirector de un museo que mató a su cuñado en el Palacio Anchorena y se suicidó

    Buenos Aires » Infobae

    Fecha: 03/06/2025 05:23

    El Museo Metropolitano de Buenos Aires funcionaba en la plata baja del Palacio Anchorena, ubicado sobre la calle Castex al 3200, en el barrio porteño de Palermo (Foto/Maps) Es un viernes frío de mayo y la calle Castex al 3200, en el barrio de Palermo, está casi vacía. La circulación de autos es nula y los peatones, muy pocos. Frente a esa quietud urbana se alza el Palacio Anchorena. Esa joya arquitectónica, que alguna vez fue sinónimo de la cultura porteña, hoy está tapiado y en sus accesos se acumulan telarañas. Donde antes había rejas y un jardín abierto al público, ahora hay un cartel de “Obra en construcción” y escombros. Desde la vereda, no se ve movimiento alguno. Solo el sereno, apostado en una garita, custodia un edificio que parece detenido en el tiempo. El contraste es brutal. Ese lugar, declarado patrimonio cultural a fines de los años 80, supo tener su propio esplendor. Durante más de una década, allí funcionó el Museo Metropolitano de Buenos Aires, con una galería de exhibiciones de arte e, incluso, un petit café. “Era como estar en París”, decían algunos. Hasta que un día, todo se quebró. Fue el 10 de mayo de 2005, cerca de las tres de la tarde. En una de las oficinas del primer piso se produjo uno de los episodios más trágicos de la historia cultural porteña: el exdirector del museo, Roberto Nakkache, asesinó al administrador —que además era su cuñado—, el prestigioso abogado Rafael Saiegh, y luego se suicidó. Los vecinos alcanzaron a escuchar los disparos. Poco después, patrulleros de la Comisaría 53ª de la Policía Federal arribaron al lugar y confirmaron lo que ya era un hecho irreversible: dos cuerpos sin vida, una pistola calibre 38 y el inicio de una investigación que, rápidamente, fue archivada. Veinte años después, el crimen sigue envuelto en un halo de silencio. Como el museo mismo. “Se llevaron a la tumba el secreto”, dijo a los medios el director del museo en aquel momento, Ignacio Smith. El Café del Museo tenía su lugar en el patio de entrada (Foto/Maps) Los hechos El asesinato seguido de suicidio conmocionó al mundo de la cultura y fue noticia de distintos diarios y portales. “Tarde de sangre en el Museo Metropolitano”, tituló Página/12. “Exdirector de un museo mató al administrador”, resumía Infobae. “Un histórico palacio francés, escenario de una tragedia”, sintetizaba Clarín. Los relatos coinciden: aquel martes de mayo, todo transcurría con normalidad en el museo. En ese contexto, el estruendo provocado por dos disparos sorprendió a los visitantes y empleados de la institución, entre ellos el nuevo director, que almorzaba en el restaurante del lugar. “En principio, el guardia de seguridad subió al tercer piso del Palacio Anchorena, pero no encontró nada fuera de lo normal. Entonces, revisó otros pisos. Al llegar al primero, escuchó los timbres de dos teléfonos celulares que nadie atendía. Abrió puerta por puerta hasta que ingresó a una de las oficinas, donde encontró los cuerpos de Saiegh y de Nakkache separados por un escritorio”, reconstruyeron los periodistas Gustavo Carabajal y Gabriel Di Nicola, del diario La Nación. “La escena del crimen era una habitación pequeña y lúgubre. Estaba iluminada con una luz amarilla, tenue”, le cuenta a Infobae una exfuncionaria del Juzgado Nacional en lo Criminal Nº 2, que integró el equipo judicial que intervino en la causa. “Pasaron muchos años”, agrega. A pesar de ello, la mujer todavía recuerda la imagen de los cuerpos de Saiegh y Nakkache. El primero, de 65 años, tendido en el piso; el segundo, de 66, en una silla con el arma al costado. No hubo testigos. Tampoco se escucharon gritos, ni forcejeos. “Hay gente que vio a Nakkache un rato antes el hecho, pero no lo notó alterado. Nadie lo había visto nunca con armas, se ve que la llevaba encima o la tenía guardada en la oficina”, informó por entonces Página/12. Según reveló el informe de la autopsia, no había rasguños ni hematomas en los cadáveres. En el cuerpo de Saiegh encontraron un proyectil entre el abdomen y el tórax que afectó el hígado, el páncreas y la aorta abdominal y que quedó alojado en la undécima vértebra dorsal. Roberto Nakkache, en cambio, tenía un disparo en la boca. El plomo quedó alojado en el cráneo. El hecho tuvo amplia corbertura mediática durante varios días “¿Por qué a él?” Después del crimen, se tejieron distintas hipótesis. La más firme apuntaba a una discusión tensa, al parecer motivada por cuestiones financieras. De acuerdo con las crónicas de la época, la relación entre los cuñados se había deteriorado hacía meses. El punto de inflexión fue el 7 de agosto de 2004, cuando falleció Lidia Nakkache, hermana de Roberto y esposa de Rafael. La muerte de la mujer desató una disputa económica. “Nakkache comenzó a reclamarle dinero a Saiegh que, como presidente honorario de la asociación que administraba el museo, decidió separarlo de la dirección poco más tarde”, detallaba Página/12. En efecto, en diciembre de 2004, Nakkache fue desplazado de la dirección del Museo Metropolitano, aunque continuó asistiendo al lugar. Después de casi seis meses, Saiegh le pidió que se retirara definitivamente. Él no lo soportó: le disparó, lo mató y luego se quitó la vida. “La última discusión entre Nakkache y Saiegh habría sido por una garantía”, precisaba La Nación. Según explicó el diario, el exdirector del museo tenía planeado alquilar un inmueble cerca del Hipódromo de Palermo, que iba a ser su nuevo espacio de trabajo. Para que pudiera hacerlo, su cuñado le había prometido que iba a hacer de garante, pero a último momento se negó. “Estaba acorralado económicamente y se sintió humillado”, confió al diario una persona cercana a Nakkache. Los documentos que la policía secuestró en la escena del crimen —entre ellos papeles con cuentas y anotaciones económicas— abonaban esa teoría. “Para los investigadores, es probable que Saiegh haya sido un ‘hombre de la plata’ y que su cuñado viviese de prestado. ‘¿Alguien se puso a pensar qué hacía un ingeniero en ese lugar? Díganme si no le estaban dando una mano prestándole ese espacio’”, le decía una fuente a Página/12. El entorno de Nakkache, en tanto, lo defendió. “Lo que quiero descartar es todo se haya originado por malversación de fondos en el Museo Metropolitano. Él nunca tocó un peso que no fuera de él. Era un hombre honesto. Toda decisión que tomaba la consultaba con Saiegh. No hacía nada sin su autorización”, afirmó a La Nación uno de sus amigos. En el círculo de los Saiegh evitan hablar del caso y prefieren llamarlo “una tragedia”. “Todavía nos preguntamos ‘¿por qué a él? Se ve que (Nakkache) quería matarse y se llevó puesto a alguien”, le dicen a Infobae dos décadas más tarde. El museo por dentro (Foto/Maps) El legado Los Saiegh son seis hermanos: dos mujeres y cuatro varones. Rafael era el segundo. Estaba casado con Lidia —hermana de Nakkache—, con quien tuvo tres hijos. Cuando ocurrió la tragedia en el museo, los chicos ya estaban atravesando el duelo por la muerte de su madre, ocurrida apenas unos meses antes. “Perdieron a la mamá y al papá con muy poco tiempo de diferencia. Tiempo después, los tres se fueron a vivir al exterior. Hoy son todos profesionales”, explican desde el entorno familiar. Rafael Saiegh era abogado, egresado de la Universidad de Buenos Aires (UBA) con estudios de posgrado en París. Entre 1995 y 2001, se desempeñó como asesor de la Comisión Nacional de Museos y Monumentos Históricos. Además, fue jefe de asesores de la Secretaría de Cultura en la gestión de Di Tella y jefe de difusión de Eudeba. Entre abril y octubre de 2002 ocupó el cargo de director ejecutivo del portal educativo Educ.ar, durante la gestión de su cuñada Graciela Giannettasio. Su familia estaba vinculada a la política y la cultura: era hermano de Miguel Saiegh, exlegislador bonaerense y esposo de Giannettasio; y de la arquitecta Diana Saiegh, quien fue, entre otras cosas, directora del Centro Cultural Recoleta y expresidenta del Fondo Nacional de las Artes. "Francia en las Islas Malvinas" (Editorial Emecé), el libro que Rafael Saiegh no llegó a presentar La última gran alegría de Rafael fue la edición de su libro Francia en las Islas Malvinas, publicado por Emecé: una obra de 399 páginas fruto de años de investigación sobre la presencia gala en el Atlántico Sur. “Nunca llegó a presentarlo porque en el medio pasó esta desgracia”, lamentan en su entorno. Días antes de su muerte, había distribuido ejemplares entre amigos cercanos con el pedido de que le compartieran sus críticas. “Él era un hombre bibliófilo y muy culto. Esta era la obra máxima de su vida y estaba muy contento. Me lo acababa de regalar”, recordó Torcuato Di Tella en diálogo con La Nación. A Roberto Nakkache lo conoció a través de Lidia, su hermana. Ingeniero, fue secretario de Obras Públicas en el municipio de General Pueyrredón, en la gestión de Mario Russak. quien fue intendente durante la última dictadura y también en los años 90. Estaba vinculado al mundo de la construcción y, como Saiegh, mantenía un pie en el ámbito artístico a través del museo. Algunas versiones indican que su vinculación con el Metropolitano se inició cuando, en su condición de ingeniero, fue convocado para colaborar en la restauración del lujoso —aunque ya algo deteriorado— Palacio Anchorena, construido en 1906 por el arquitecto Alejandro Christophersen. Más tarde, en 2002, accedió a la dirección de la institución, designado por la asociación civil Consejo de Buenos Aires, presidida por su cuñado. Durante su gestión impulsó la restauración de salas, organizó una muestra homenaje a Antonio Berni y promovió el alquiler de espacios para conferencias, exposiciones y ciclos culturales. Así se ve hoy la fachada del Palacio Anchorena, donde antes funcionó el Museo Metropolitano de Buenos Aires (Foto/Maps) Un destino incierto El Palacio Anchorena sigue en pie, pero ya no está abierto al público. El Museo Metropolitano, que alguna vez fue sinónimo de cultura, hoy es apenas una estructura tapiada, atrapada entre permisos de obra y un destino incierto. “Por ahora ahora todo esto está cerrado ‘a cal y canto’, con un anuncio no oficial de proyecto hotelero de lujo, que en el barrio exageran a ‘de los de tres mil dólares la noche’”, indicaba la ONG Basta de Demoler, acerca de los rumores de proyectos inmobiliarios que merodeaban al edificio. “La experiencia demuestra que es posible hacer un hotel en un edificio patrimonial sin necesariamente hacer el daño que hicieron en el Duhau de Alvear. A la vuelta del Anchorena, sobre Alcorta, está la vieja casa de Tradición, Familia y Propiedad, que sigue intacta en su estilo tudoresco y funciona como un muy pequeño hotel de gran discreción. También está La Maison de Carlos Pellegrini, impecable, elegante y rentable como rostro de un hotel internacional. Habrá que ir mirando de cerca qué ocurre con esta residencia de 1928 de alto valor cultural”, advertían. Por el momento, el lugar quedó detenido en el tiempo, como si entre sus paredes conservara el eco de una historia que nadie quiere recordar.

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