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Buenos Aires » Infobae
Fecha: 03/06/2025 05:17
Del otro lado - Agustina Murcho “Yo me acuerdo que a los 11 años le preguntaba a mi papá si estaba gorda”, reveló Agustina Murcho, licenciada en Nutrición y especialista en Trastornos de la Conducta Alimentaria (TCA), al rememorar sus primeros síntomas. En una conversación libre de prejuicios, desgrana su lucha contra la anorexia y la bulimia. “A mí me hicieron mucho bullying cuando era chica en el colegio”, confesó y describió cómo estas experiencias la condujeron a restringir su alimentación, buscando atención y aceptación. Víctima del estigma y las presiones sociales, Murcho brindó una mirada reveladora sobre la enfermedad que la acechó durante años. “Es como un iceberg: lo de arriba es lo que se ve, las dietas, los ayunos... y lo de abajo es todo lo que uno tapa con la comida”, advirtió. Es que, más allá de los signos visibles, en los TCA subyacen problemas emocionales profundos y complejidades psicológicas. “Es una enfermedad como cualquier otra”, puntualizó Agustina y destacó la importancia del apoyo familiar y profesional en su proceso de recuperación. Aunque los trastornos de la alimentación la llevaron a un abismo de autodestrucción, también la encaminaron a una vida dedicada a ayudar a otros a enfrentar y superar estos mismos desafíos. Agustina Murcho: "Me acuerdo que a los 11 años ya le preguntaba a mi papá si estaba gorda". (Gastón Taylor) Luis: — ¿Qué es un trastorno de la conducta alimentaria? Agustina: — Es un trastorno psiconeurobiológico que altera la conducta alimentaria. ¿Qué es esto? Que no hay un solo factor. No es que la persona quiere adelgazar porque sí o le gusta comer, sino que hay muchas causas que hacen que lo pueda desarrollar. Te lo explico como si fuese un iceberg: lo de arriba es lo que se ve, las dietas, los ayunos, las obsesiones, el exceso de ejercicio, los vómitos, laxantes, atracones. Y lo de abajo es: todo lo que uno tapa con la comida. Luis: — ¿Cuándo tuviste el primer síntoma de un trastorno de alimentación? Agustina: — Yo me acuerdo que a los 11 años ya le preguntaba a mi papá si estaba gorda. Estábamos andando en bici y le digo: “Papá, ¿estoy gorda?” Y él me respondió: “¡Ay! Agustina. Dejate de hinchar. No”. Pero después sí me acuerdo de que a partir de los 13 o 14 años empecé a restringir y a sacar ciertas comidas de mi alimentación. Luis: — ¿Qué pasó durante esos años en tu vida? Agustina: — A mí me hicieron mucho bullying cuando era chica en el colegio y lo que yo me di cuenta era que yo quería llamar la atención, quería que me quieran. Entonces, dije: “Voy a dejar de comer para que se preocupen por mí” porque en el colegio me decían que era gorda. Luis: — Y no lo eras. Agustina: — No, no lo era. Me dejaban de lado. Yo la pasé muy mal en el colegio cuando era chiquita, así que creo que todo lo que me pasó después tiene que ver con eso. Luis: — ¿Qué trastornos llegaste a transitar? Agustina: — Anorexia y bulimia. En general, después de una restricción, que es la anorexia, se genera un descontrol alimentario, que son los atracones. La bulimia son atracones, seguidos de métodos compensatorios: ayunos, laxantes, diuréticos y vómitos. En la anorexia se come lo menos posible, menos de lo que uno necesita para vivir y hay mucha distorsión de la imagen corporal. Son los pacientes restrictivos. En la bulimia hay atracones, es decir, una ingesta muy grande en un período muy corto de tiempo. No es que comés tres alfajores, es mucha cantidad de comida, más de lo que podés comer en un día, pero en un periodo corto de tiempo, seguido de métodos compensatorios. Pero se tiene que dar cierta cantidad en cierta cantidad de meses para que haya un diagnóstico. Luis: — ¿Cómo era un día tuyo en ese momento? ¿Qué cosas te restringías? Agustina: — Yo no quería comer nada. Era chicles todo el día. Lo único que comía era calabaza y después no quería comer nada más. Iba al colegio y no comía. Llegó un punto muy crítico en el que no me dejaban bajar las escaleras en el recreo porque no podía seguir quemando calorías.... Luis: — ¿En casa se dieron cuenta rápido lo que estaba pasando? Agustina: — Sí, fue rápido. Después, cuando empecé a recuperar peso, el tema de los atracones no se nota porque estaba “en un peso saludable”, pero no era un peso saludable por mi conducta. Luis: — ¿Sentías que te estabas haciendo esto por vos misma o lo hacías por los demás? Agustina: — Yo sentía que por los demás. Después en terapia te das cuenta que tiene un origen propio. Lo que yo tenía era un tema de baja autoestima. Me hablaba muy mal... Luis: — Hablale a una chica que, como vos, a los 13 años, está transitando TCA y se siente sola, no encuentra dónde está la ayuda. Agustina: — Hay veces que en la misma casa hacen dietas o te dicen que estás gorda o te llevan a un nutricionista y te restringen. O en la misma casa pueden haber padres con un trastorno. Entonces, es muy difícil para el hijo poder hablar. Pero para aquellas que tienen confianza con los padres, pidan ayuda en el entorno. Luis: — Un primer paso es ponerlo en palabras. Agustina: — Exacto. Y que no les dé vergüenza porque pasa mucho esto. Como un trastorno mental no se ve, te tratan de loco. De hecho cuando se habla sobre trastornos alimentarios en los medios o en las redes, la gente comenta: “Hay gente que no tiene para comer y miren ustedes lo que hacen, quieren llamar la atención”. Y en realidad no. Nadie quiere estar así. Luis: — Imagino que también debe haber una mirada juzgadora sobre la falta de voluntad, con frases como: “Dale, comé, que vos podés”. Agustina: — Sí. El tema de la fuerza de voluntad, tanto para comer como para parar de comer, tiene que ver con el centro del cerebro que se llama corteza prefrontal, que es la del control de impulsos. En una persona restrictiva funciona demasiado. Entonces, por más que quiera comer, el cerebro dice: “No, no, no” y tira miedo y ansiedad. Y no podés. En una persona que es más compulsiva, esa parte funciona menos. Entonces, no puede frenar los impulsos. No es una cuestión de voluntad. "Yo no quería comer nada. Era chicles todo el día y lo único que comía era calabaza", recordó Agustina sobre su adolescencia. (Gastón Taylor) Luis: — ¿Cómo pudiste salir de estos trastornos? Agustina: — Básicamente me obligaron. Yo en realidad sabía que lo que estaba haciendo estaba mal. De hecho, estudié, me recibí y dije: “No puedo atender pacientes así”. No me da la cara. Todos sospechaban, pero mi hermano me encontró una vez con una bolsa de comida que era para atracones y le dijo a mi mamá: “Agus no está bien”. Ahí me dijeron: “Dejá todo y te vas a tratás porque si no te tratás, vas a perdér todo”. Luis: — ¿Y cómo fue ese tratamiento? Agustina: — Empecé a ir al hospital de día. Tuve que dejar el trabajo y me dijeron: “Hasta que no termines con esto, te quedás acá, perdés todo: salidas, laburo, pero tu salud está primero”. Así que básicamente fue obligada. Fue re difícil y lo que me dijeron ahí cuando entré, es lo que le digo hoy en día a mis pacientes: lo más fácil de solucionar es lo alimentario porque no es el problema, es la punta del iceberg. Cuando empecé a cortar con los atracones, ahí empecé a tener emociones que no venía teniendo y temas para hablar en terapia que tenía totalmente anestesiados. Luis: — Vos decías la punta del iceberg es comer compulsivamente y por debajo lo que sostenía tu iceberg, ¿qué había ahí abajo? ¿Lograste identificarlo? Agustina: — Ausencia de autoestima. Yo soy una persona que le cuesta mucho expresar sus emociones, entonces estaba tapando mucho con eso. Mis papás se separaron cuando yo era muy chiquita y yo siento que no tengo recuerdos de eso, por ejemplo. Entonces no sé si todo ese tiempo yo lo habré tapado también con la comida, sumado a que soy una persona muy impulsiva y tengo un cerebro que es vulnerable para eso. Luis: — ¿La comida funcionaba como un anestésico? Agustina: — Sí. No pensás en otra cosa… Luis: — ¿Vivías pensando en la comida? Agustina: — Sí. Luis: — ¿Se curan estos tipos de trastornos? Agustina: — Te recuperás. Podés vivir como una persona totalmente “normal”. Obvio que hay días que no te sentís muy bien, pero si yo veo que me vienen los pensamientos relacionados con la comida, sé que es porque me está pasando otra cosa y busco resolverlo. Siempre queda algo, algún pensamiento de lo que comiste, algo queda. Pero ya lo sabés manejar porque sabés cómo funciona y tenés herramientas. "Como un trastorno mental no se ve, te tratan de loco", advirtió la nutricionista. (Gastón Taylor) Luis: — La ayuda del núcleo familiar fue fundamental en este proceso. Agustina: — Sí, no sé qué hubiera pasado si mis viejos y mi hermano no me ayudaban. Pero en ese momento era un odio... Los odiaba. Pero sé que no era yo, era la enfermedad. Lo digo y se me pone la piel de gallina. Pero fue así... Luis: — ¿Qué cosas pudiste hacer a partir de sanar? Agustina: — Hice un viaje hace poco con mis dos hermanos y mis dos cuñadas, que antes no lo hubiera podido hacer. Trabajar, vivir sola porque no podés vivir solo con esta enfermedad, o podés, pero es mucho más difícil. Por eso mi mensaje es que si alguien está padeciendo esto, trátenlo, porque la vida sin un trastorno es otra cosa. Y que no dé vergüenza porque nadie elige tenerlo. Es una enfermedad como cualquier otra. Luis: — ¿Qué se siente poder ayudar a otras personas que están atravesando este tipo de trastornos? Agustina: — Cuando me dicen: “Es una pavada, pero me pude comer un alfajor”. Yo les respondo: “No, no es una pavada. Yo entiendo lo que es que puedas enfrentarte a ese alimento que tanto miedo te da”. Y hoy en día con las redes sociales es muy difícil porque te demonizan todo, todo está mal, todo te enferma, todo es veneno... Luis: — Imagino que son dos problemas: la demonización de los alimentos y la imposición del modelo de flacura o de cierta belleza. Agustina: — Sí, también hay mucha desinformación y cada vez hay chicos más chiquitos con trastornos. Luis: — ¿Es un trastorno que afecta más a las mujeres? Agustina: — Afecta más a las mujeres, pero ahora también se ve mucho en hombres lo que es la vigorexia, que es el trastorno alimentario que lo llaman anorexia reversa. Las personas pueden tener muchísima masa muscular, pero se ven muy flacos. Entonces están todo el día en el gimnasio. Que no se malentienda. Está bueno ir al gimnasio, hacer actividad física, pero cuando pasa a ser una obsesión, cuando te condiciona la vida, dejas de ir a eventos o comer ciertas cosas por la masa muscular, ahí es un problema. Algunos toman esteroides y nunca les es suficiente. Eso se está viendo mucho ahora en hombres y hay que abordarlo.
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