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  • A dos velocidades

    » Diario Cordoba

    Fecha: 02/06/2025 05:14

    El mundo se mueve a dos velocidades. Todo se mueve a dos velocidades, incluso a tres o a cuatro. Recuerdo que cuando llegó el momento de que las comunidades desarrollaran sus estatutos de autonomía se impusieron dos velocidades y unas corrieron más y otras adoptamos esa segunda velocidad que nos dejó en un estado depresivo al comprobar que siempre habría comunidades de primera y otras seríamos sin remedio de segunda. El ferrocarril también se mueve a dos velocidades y nuestro parque automovilístico, y hay muchas velocidades cuando hablamos de las diferentes maneras en las que se mueve el mundo, aunque cada vez nos parezcamos más los unos a los otros y hay que buscar lugares en lejanías extremas para saborear la paz de las cosas hermosas, que en el mundo a primera velocidad pasan desapercibidas ante el ruido y la ruina de los que no somos nosotros y a los que podemos destruir sin sentir ni el más mínimo remordimiento. Gaza es un ejemplo de un territorio en velocidad detenida, helada, en violento gemido y desesperado aullido. Pero eso da igual, son pocos, cada vez menos y están en el lugar que algunos anhelan para cubrir el planeta con panes de oro y rostros claros de dulces modales. Siempre las dos velocidades compiten y son el dilema de una sociedad confundida y podrida que desenfoca sus virtudes como castigo a los pobres, a las mujeres y a todo lo que no sea usted, respetable caballero don dinero, que reparte a su antojo reconociendo muy bien quién es de primera velocidad y quién de segunda en un abominable intento de acabar con los de segunda para perpetuar a los de primera como eje central de un destino inequívoco entre la suerte y la mala suerte. Que la ciencia y la sabiduría son el motor de nuestra salvación es una evidencia que algunos pervierten para diezmar vidas y romper futuros. E imponer una primera velocidad que no solo es insolidaria, sino que además no duda en pisotear los pechos, los ojos y la esperanza de quien sueña con una salvación que quedó retenida en un Salón Oval cualquiera sin ventanas desde las que mirar el mundo y a tragos con la imprudencia de devorar y ser cada vez más islas en océanos sin más velocidad que la de entregar al vértigo las cosas que invisibilizamos, para ser dioses de todas las miserias posibles.

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