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Gualeguay » Debate Pregon
Fecha: 01/06/2025 12:10
Hoy, en pleno siglo XXI, esos pilares están siendo erosionados a una velocidad que alarma a la comunidad científica, a los profesionales de la salud y a una porción cada vez mayor de la ciudadanía. Ya no se trata solo de promesas incumplidas o de ajustes puntuales. Se trata de un desmantelamiento estructural, deliberado y profundo que amenaza con romper definitivamente el contrato social que alguna vez tejió este país. El sistema científico nacional: la inteligencia expulsada. En la Argentina de 2025, el sistema científico nacional se encuentra en estado de emergencia. Desde la asunción del presidente Javier Milei en diciembre de 2023, 4.148 profesionales han abandonado el sistema de ciencia y tecnología, según datos del EPC/CIICTI. La cifra, de por sí alarmante, se vuelve aún más trágica al comprobar que muchos de estos científicos son jóvenes formados en universidades públicas, obligados a emigrar o a abandonar sus carreras por falta de oportunidades, de estabilidad y de reconocimiento. Esta sangría no solo vacía institutos, laboratorios y centros de estudio: eclosiona el futuro del país. El presupuesto destinado a Ciencia y Tecnología representa en 2025 apenas el 0,157% del PBI, menos de la mitad que en 2023 y una proporción inferior incluso a la de 2002, en plena crisis social y económica. El Gobierno, lejos de negar este recorte, lo admite abiertamente. Reconoce que no está cumpliendo la Ley Nacional 27.614 de Financiamiento del Sistema Nacional de Ciencia, Tecnología e Innovación, una norma aprobada por amplia mayoría legislativa, y se limita a decir que “nunca se cumplió”, sin más argumentos. Mientras tanto, los salarios de investigadores y becarios del CONICET han caído un 34,7% en términos reales y los salarios docentes de universidades públicas bajaron un 27,9%, colocándose por debajo de los niveles de hace dos décadas. Sin recursos, sin mantenimiento, sin insumos básicos, los laboratorios enfrentan cortes de luz, falta de limpieza, inseguridad y equipamiento dañado. Muchos proyectos han sido directamente interrumpidos. Incluso, los créditos internacionales ya otorgados para investigación —una forma estratégica de financiamiento que no depende del presupuesto local— han dejado de ejecutarse. Es una parálisis provocada no por falta de fondos sino por una decisión ideológica que desprecia el conocimiento. Hospital Garrahan: milagros con el cuerpo al límite. El Hospital Garrahan, uno de los centros pediátricos más importantes de América Latina, se sostiene a fuerza de profesionalismo y mística. Pero incluso el compromiso más férreo tiene un límite humano. En el último año y medio, 200 profesionales renunciaron, afectados por los bajos salarios, la sobrecarga de trabajo y la falta de perspectivas. A pesar de ello, en 2024 el hospital realizó 114 trasplantes, 633.293 consultas y 9.999 cirugías. ¿Cómo se explica esta productividad? Con una sola palabra: sacrificio. Hoy, 500 camas no cuentan con cobertura adecuada por falta de personal. Los salarios de médicos y técnicas están por debajo de la línea de pobreza, con jornadas laborales de 68 horas semanales más guardias adicionales que no compensan el desgaste físico y emocional. El presupuesto del hospital, congelado desde 2023, es una sentencia que amenaza con colapsar un sistema que atiende sin discriminar, sin pedir prepaga, sin calcular rentabilidad. El Garrahan es el hospital de niños más importante del país y de la región. En este sentido, cabe decir que el prestigio no se sostiene sin inversión. La excelencia no sobrevive sin cuidado. Hospital Bonaparte: la salud mental en abandono. En un país donde los índices de ansiedad, depresión y suicidios han aumentado, la salud mental debería ser prioridad. Sin embargo, el Hospital Nacional en Red Lic. Laura Bonaparte, referente en atención interdisciplinaria y formación de especialistas, está siendo vaciado sistemáticamente. Desde octubre de 2024, el intento de cierre, los más de 200 despidos en enero de 2025 y la suspensión de las Residencias Interdisciplinarias de Salud Mental han deteriorado no solo el funcionamiento interno del hospital, sino también el sistema de formación a nivel federal. Sin nuevas residencias, se frena el ingreso de profesionales a especialidades esenciales como psiquiatría, psicología, trabajo social, musicoterapia y terapia ocupacional. Esto afecta a hospitales y centros de salud de todo el país, desde la provincia de Buenos Aires hasta Salta, El Calafate y Catamarca. La salud mental no se cura con recortes. No hay contención posible sin equipos capacitados y condiciones laborales dignas. Discapacidad: el otro frente del olvido. Mientras hospitales y centros de investigación luchan por mantenerse en pie, otro pilar esencial del entramado social argentino también se resquebraja: el sistema de atención a personas con discapacidad. Esta semana, trabajadores del sector —prestadores, transportistas y centros de día— salieron a las calles en todo el país para visibilizar una situación que lleva meses en deterioro y que amenaza con volverse irreversible. Las demoras en los pagos, que ya superan los dos o incluso tres meses, están asfixiando la economía de quienes sostienen los servicios esenciales. Esta demora no es solo un problema administrativo: significa ingresos que se licúan frente a una inflación sostenida y estructuras que ya no pueden sostenerse. A esto se suma la falta de actualización del nomenclador nacional, herramienta clave para definir el valor de las prestaciones, congelada desde 2024. En un contexto de aumentos constantes y pérdida de poder adquisitivo, seguir trabajando sin una actualización justa equivale a la precarización absoluta. Pero tal vez lo más preocupante sea la incertidumbre respecto al futuro inmediato. Sin señales claras de continuidad, sin previsión presupuestaria ni respuestas de las obras sociales, miles de familias temen que el acceso a tratamientos, terapias y traslados desaparezca de un día para otro. La atención a la discapacidad no puede depender de la buena voluntad ni del sacrificio permanente de sus trabajadores. Es responsabilidad del Estado garantizar que los derechos conquistados no se conviertan en privilegios inaccesibles. Porque cuando se desatiende a quienes más apoyo necesitan, el deterioro no es solo institucional: es profundamente humano. La democracia exige más que el voto. La ciencia y la salud no son meros sectores del Estado. Son estructuras esenciales de la vida democrática. Una sociedad que no investiga ni cuida a sus enfermos, a sus niños, a sus pacientes mentales, es una sociedad que comienza a derrumbarse desde adentro. Las decisiones actuales no son neutras ni transitorias. Lo que se está desmantelando ahora tardará décadas en reconstruirse. Una generación entera de científicos, médicos, psicólogos, enfermeros, técnicos y trabajadores de la salud está siendo empujada a la frustración o al exilio. Argentina no carece de talento, ni de vocaciones, ni de compromiso. Lo que falta es una política que los valore, que los proteja y que entienda que sin salud ni ciencia no hay futuro posible. No es ajuste: es abandono. El discurso oficial que presenta estos recortes como medidas de eficiencia ignora que recortar en salud y ciencia es como apagar las luces de una casa para ahorrar energía: solo se gana oscuridad. No hay plan de país que sea viable sin conocimiento, sin tecnología, sin medicina pública accesible y de calidad. Lo que se necesita no es caridad ni heroísmo. Es política pública inteligente y justa, que entienda que la ciencia no es un lujo y que la salud no es un gasto, sino una inversión en humanidad. Porque un país que decide salvar sus hospitales y sus laboratorios, está eligiendo seguir existiendo con dignidad. Julián Lazo Stegeman
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