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» El litoral Corrientes
Fecha: 01/06/2025 11:59
Por Eduardo Ledesma Versión gráfica: Belén Da Costa En este episodio especial de Eduardo Ledesma Pregunta, que se emitió en el Día del Documentalista en Argentina, conversamos con el fotoperiodista y comunicador Migue Roth, un nómada de la imagen y la palabra, formado en Comunicación Social y Fotoperiodismo, con especialización en periodismo documental sobre crisis humanitarias. Desde la Patagonia al Kurdistán sirio, donde documentó la vida en Rojava tras la caída del ISIS, hablamos sobre documentalismo, libros, gestión cultural y periodismo. Además, nos cuenta sobre el PampaDocFest, el festival que celebra el cine de no ficción en Colonia Santa Teresa, La Pampa, llevando el arte a espacios rurales y no convencionales. ¿Quién sos Migue? Es buena esa pregunta porque no me la hicieron antes. Ante todo quizás soy patagónico y eso me define mucho. No pongo un lugar específico de la Patagonia porque me gusta identificarme como una región, y además porque me he movido y mi familia se ha movido bastante. Son más bien nómadas, como los ancestros de parte materna. Al mismo tiempo también me gusta definirme como lector. Me encanta y creo que en la práctica del oficio al que me dedico, que es el del periodismo y la comunicación, me gusta mucho escribir, solo que esto de definirme como escritor a veces suena muy grandilocuente y qué curioso que sea así. A veces nos puede resultar tan pesado esa etiqueta cuando hay otros rubros que lo sienten como un un honor decirlo. Por eso he optado por alguna vez presentarme como un lector. Y mucho más complejo también quizás. Es complejo sí por lo que implica especialmente en entornos en los que vivimos de infoxicación donde es difícil detenerse. Hay una vertiginosidad que invade casi todo e impide detenerse para esto, para dialogar, para tener en las manos un libro y dedicarle tiempo a la lectura. Acá se justifica eso que estás diciendo en tu obra “Sin piedad: viaje a las sombras de la compasión sudamericana”. ¿Qué es este libro? Es una crónica y está ilustrado muy bien. Chapeo con eso porque está ilustrado por una colega amiga, Julia Duca, que supo llevar a lo concreto de una obra artística esas crónicas, esas palabras. Yo le iba contando al respecto y también le mostraba algunas imágenes (porque me dedico al mundo de la fotografía y al documentalismo) y le contaba para que tuviera referencias pero traducirlo de palabras a dibujos no es tan sencillo y ella lo supo hacer muy bien y me sentí muy cómodo con eso. Es un conjunto de crónicas que dan cuenta de mis encuentros en los viajes que tuve la oportunidad de realizar por toda Sudamérica durante años. Casi una década de viajes. Yo había comenzado desde muy jovencito, después de mi adolescencia cuando terminé el secundario. Viajaba a dedo y tenía ese objetivo que tenían los más jóvenes antes, creo, de mover el cuerpo y hacer ese viaje latinoamericano. El periplo latinoamericano. Sí y la verdad que viajar para un latinoamericano, para un argentino patagónico, en la época en la que lo hice -post 2001- en esa época de crisis era muy difícil. Entonces, la única alternativa era moverte a dedo con todo lo que eso implica. Yo buscaba los senderos latinoamericanos, no la postal turística, porque quería conocer el corazón latinoamericano. Por eso me dirigí a Bolivia por una cuestión estratégica también porque geográficamente ya venía leyendo de que es el corazón latinoamericano. Quería llegar, conocer esa cultura y pude hacerlo así, viajando un poco en colectivo y otro poco a dedo. Me encontré en esos viajes con personas que confrontaban con las ideas que yo ya tenía establecidas o preestablecidas y no confrontaban mal. A mí siempre me asombra, y siempre te lo digo: que me encantaría tener la posición ante la vida que hay que tener para para cubrir crisis, para cubrir catástrofes, para estar ahí enfrentándote con la muerte todo el tiempo. Es un trabajo hermoso, romantizado tal vez, porque después hay que ponerle el cuerpo ¿no? Pero, ¿qué buscas en estas coberturas límites? Creo que comenzó de una manera y el libro por ejemplo siempre da cuenta de eso y también por eso se fue transformando. Yo me crié en un barrio obrero en la Patagonia, un barrio de trabajadores del ferrocarril, mi abuelo fue toda la vida ferroviario hasta la época del menemismo donde se cerraron tantas líneas y desaparecieron tantos pueblos y puestos de trabajo y él también se quedó sin trabajo. Eso cambió mucho la dinámica familiar. No se llegaba a fin de mes, pero la abuela por ejemplo, hacía mate cocido no sólo para mí sino para los nenes del barrio. Todos estábamos más o menos en la misma. Hoy lo llamaríamos en situación de pobreza, pero fue una infancia así, no triste, pero sí con muchas carencias. Y con los años empecé a notar esa desigualdad que al principio uno cuando es niño lo tiene naturalizado. Mis mejores amiguitos eran trece hermanos, jugábamos al fútbol en la placita. Y a uno de los hermanos mayores, con otros amigos, los veíamos haciendo algo raro con una bolsa y era que estaban consumiendo Poxirrán, y después nos enteramos de lo que les producía y era como algo cotidiano que con los años empecé a darme cuenta de que no necesariamente era algo que tenía que ser natural y le pude poner nombre a eso, que era desigualdad. Con los años empecé a conocer que habían formas de contrarrestar esa desigualdad o la injusticia y me enamoré de esas filosofías o de esas formas de creer y dije ok, me gustaría formar parte de esto de las luchas, de las resistencias. Además era un momento muy álgido el 2001-2002 donde había movimientos populares de recuperación de fábricas, chicos de la misma edad que yo iban y hacían ollas populares y salían a pelear por los derechos que después disfrutamos nosotros. Esas cosas me gustaron mucho y dije ‘yo también quiero conocer más qué está pasando en nuestra Sudamérica y a ver qué puedo hacer yo’. Entonces la palabra ahí, ¿qué es para vos? Es un refugio. A veces es más que un refugio, es una salvación. Puede ser una herramienta y un arma también ¿no? Tal cual, se puede transformar en una mano extendida o se puede transformar en un arma. Pero creo que la palabra como tal para mí ha sido un refugio porque en momentos de dolor o de incomprensión yo recurría a las palabras. Algunas veces para bocetar mis ideas, mis sensaciones y pasarlo de abstracto a algo concreto. A objetivarlo. Exacto. Objetivarlo, y era terapéutico sin saberlo. De forma genuina, natural y después vi que eso también podía colaborar para con otros que pasaban por algo similar. Ahí sí, en una primera instancia dije ‘esto sí tiene una función casi redentorista’. Después entendí que no, cuando ya había comenzado a practicar el oficio, yo no le iba a dar voz a los sin voz ni a hacer un periodismo redentorista, sino que podía colaborar con mis palabras, con fotografías, con el trabajo documental a mostrar esas historias, amplificarlas. Historias de los demás que a mí me interpelaban y con eso, de alguna forma transformar. Vos sos patagónico. Viviste en el mundo también. Ahora estás en el norte, en Misiones, y sin embargo nos reunimos todos los años aquí en La Pampa, en colonia Santa Teresa, para hablar del cine documental. ¿Por qué? Surgió por otros motivos el festival. Veníamos trabajando con una agenda cultural bastante activa en el pueblo y en el marco del centenario dijimos ‘hey hagamos un evento más fuerte, más consistente’. Entre realizadores, documentalistas, periodistas, colegas, amigos que no nos estábamos viendo, que antes nos solíamos encontrar en otros festivales, se generó eso tan bonito para que periodistas de provincias se pudieran encontrar. Además, un encuentro con la comunidad del lugar que pueda conocerlos, que nos pueda conocer como realizadores y nosotros a ellos. Ese también es parte del objetivo, o sea La Pampa tiene esa característica que nos ofrece, tener otros ritmos, otro tiempo. Es un entorno tranquilo que nos invita a leer, a conversar, a pensar juntos.
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