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  • Las sillas vacías

    » El litoral Corrientes

    Fecha: 01/06/2025 11:53

    n En muchos lugares de la histórica Corrientes, donde abundan restos de casas antiguas sin excluir a las modernas, cuando se acercan ciertos eventos como cumpleaños, casamientos, bautismos, velorios, se acostumbraban a reunirse gentes de diversas procedencias, los parientes que vemos de vez en cuando, los amigos que siempre están, más los entrometidos que por un morbo especial se cuelan en ambos casos, en las alegrías y tristezas ligan un trago, un convite o algo ké sea, como dice el correntino. Sin embargo los momentos más especiales son las fiestas de fin de año, la familia está creciendo implica que los hijos son menores, ambulan un rato por la zona y vuelven a la hora establecida por la familia, la mesa alrededor de la cual se sientan los acoge con agrado, observando a cada uno con la delicadeza de siempre, forman un grupo grande, el brindis transforma el escenario en una algazara de copas que chocan y abrazos, buenos deseos sinceros y de los otros, falsos, porque en todos lados se cuecen habas, como dice el refrán. Como todo es finito, el destino que cada ser humano trata de forjarse en la fragua de la vida en la mayoría de los casos, se convierte en centrífugo (separador). Forman su familia, se dividen los compromisos, la consecuencia de ello es que quedan como secuela sillas vacías, las mesas dejan de ser la zona de apretujamiento, para convertirse en sitio de distanciamiento, los hijos se van, amigos que partieron, vaya uno a saber cuántas situaciones más. Así ocurría en la casona vieja que se sostiene en la calle Vera al mil cuatrocientos, resiste al tiempo y a los destructores del pasado arquitectónico. En ese lugar el gran salón de entrada tiene acceso con una escalera de material construida en tiempos en que el río no estaba contenido por la costanera, obligaba a los habitantes ribereños a construir en alturas, las inundaciones eran frecuentes las aguas cubrían las calles y se animaban hasta la plaza fundacional 25 de Mayo. En el añoso caserón de la calle Vera, los festejos de fin de año eran multitudinarios, sus puertas, ventanas, pisos, paredes y techos conservan parte de la energía de quienes allí se reunían, eran otros tiempos que uno añora, saudade del pasado. Para esas fechas, la actividad comenzaba desde temprano a la mañana, se cocinaba… recuerdo todavía que los pollos, pavos, luego de perder la vida eran introducidos en ollas de agua caliente para desplumarlos, verduras, hortalizas, más frutas corrían por otro lado el destino que les tocaba Al caer la tarde el movimiento era frenético, las mesas se preparaban con todas las galas posibles. Digo bien, las mesas porque se agregaban otras al efecto, sillas que mágicamente aparecían a su alrededor daban un fantástico paisaje de risas, bullas y música. Una noche ventosa, fría del mes de mayo de comienzos del siglo XX, las dos mujeres coincidieron en el misterio, mito o leyenda de la Niña de la muñeca Una la escuchó en Paraguarí de dónde provenía y la otra de Castilla la Vieja, su origen alrededor del fuego de sus pobres hogares, con la luz mortecina como cómplice. El tiempo fue pasando, de varias mesas quedó una, alrededor de ella sobraban las sillas, sin contar las que se agregaban anteriormente, los hijos se marcharon algunos para siempre, otros se adhirieron a los nuevos parientes de esposos y esposas como es la vida Allá por la década de 1970 cuando el puente era un sueño en marcha, quedaban los restos de la familia, todos hacían lo mejor para evadir la nostalgia, evitaban los recuerdos tristes y las lejanías, olvidos, falta de cariño, había que estar alegres sonreír aunque por dentro doliera, es lo normal en todos los tiempos. Una noche de 1972, ahora que trato de recordar pero no estoy seguro, estábamos los sobrevivientes del naufragio familiar, unos estaban ocupados otros en Europa, los sin noticias de puro haraganes, pero al fin en el pequeño grupo que flotaba en la canoa de los supervivientes está-bamos nosotros, mis padres y yo. Todo marchaba bien porque el viento nos favorecía, reinaba la risa, los brindis anticipados antes de la medianoche para recibir el nuevo año, pero las miradas pesarosas se dirigían a los sitios vacíos, las sillas vacías, espacios imposibles de llenar, las lágrimas corrían secretamente, no salían a la superficie porque eran contenidas en el alma dolorida. Quiso la suerte –o la mala suerte –como ocurre frecuentemente en Corrientes que se cortara la luz, la oscuridad era casi total, el cielo encapotado cargado de nubes de agua contribuía a la escenografía, casi nadie se movía al comienzo, algún encendedor hacía tentativa de alumbrar. De pronto como si algo mágico hubiera tocado al tiempo vivido, las sillas vacías y otros espacios comenzaron a iluminarse con una luz extraña, reverberente, como con fosforescencia, que asomaban en los lugares vacíos. Los antiguos recordados muertos lentamente fueron cobrando formas, reían, brindaban; dicharacheros mostraban los mejores momentos de la vieja casona, las sillas no estaban vacías, los cuerpos de aquellos que partieron, que eran muchos jugaban con nosotros, estupefactos no nos movíamos de las sillas, ellos de pronto advirtieron nuestra presencia, alzaron sus copas a modo de brindis, también se asustaron los espíritus al advertir que habían cruzado el otro plano. Eso ocurrió seguramente por la fortaleza de la invocación de los que nos hallábamos allí hacíamos, oficiamos de agentes de transmigración. Pasado el susto brindamos con nuestros ancestros que vestían ropas antiguas. Lo llamativo del caso es que unos cuatro o cinco de los es- pectros, eran desconocidos para nosotros los más jóvenes, uno de ellas era la hija fallecida de Manuela, que se acurrucaba con su mamá fantasmal, que le prodigaba cariñosos besos; la escena que vivíamos si bien nos introducía en el mundo del miedo, pronto se esfumó ese sentimiento para dejar entrar la alegría. Revivimos durante el corte de luz las fantásticas reuniones familiares del ayer con Colá, Evaristo, Manuela, Titi, Vari, etc De repente volvió la luz, con velocidad desaparecieron las iridiscentes imágenes que se introdujeron en paredes, pisos, techos y ventanas demostrando que viven en la casa, en otro plano. Nos miramos con asombro y susto, tratando de disimular que nada vimos, no lo logramos por supuesto, mi padre junto a mi madre levantaron lentamente las copas, vasos o lo que fuera a tener a mano, brindamos entre no- sotros, luego comenzó no se quien a brindar con el techo, nosotros con las paredes y siguió la cadena de brindis con nuestros lémures. Aprendimos la lección se corte o no la luz, haya cirios o no, linternas y otras yerbas, brindamos con los vivos y con los muertos, están entre nosotros no hay sillas vacías, es falso el pensamiento, sus energías perviven para protegernos o acompañarnos hasta el final del viaje temporal, que iniciamos al nacer y culmina cuando la muerte nos re-clame el boleto en la parada correspondiente. Felicidades a todos en estas fiestas, vaya si me han hecho derramarlágrimas mis queridos fantasmas, a todos los recuerdo con el amor de siempre, las sillas, queridos amigos, no están vacías jamás, están con nosotros se trasladan de acullá en la historia para estar presentes en nuestras ri-sas, sollozos, alegrías y penas, todos estamos de viaje en la vida y dejaremos a nuestros seguidores, herederos, sillas vacías esperamos que en el futuro derramen al menos unas lágrimas por el recuerdo.

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