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    Fecha: 01/06/2025 10:38

    En el último tramo de la campaña electoral, La Libertad Avanza intenta hacer pata ancha en Misiones con los mismos discursos que le funcionaron en Buenos Aires- El desfasaje entre lo que ocurre en la provincia y las recetas foráneas- Diego Hartfield, el candidato de Toto Caputo y Federico Sturzenegger- El domingo se vota: la importancia de participar en las urnas- El kirchnerismo arrastra al peronismo a un punto de no retorno Finalmente y contra todo pronóstico, en Misiones se instaló la agenda de Buenos Aires. Muy probablemente, esta afirmación no se traducirá en votos el próximo domingo, cuando el electorado acuda a las urnas para elegir a sus representantes legislativos y, de alguna manera, señalar un rumbo para donde, esperan, marchen los temas que más le preocupan. Tras el viaje a Puerto Iguazú, del que “El Jefe” Karina Milei se bajó, desde Balcarce 50 decidieron tirar toda la carne al asador y presentar a su nuevo hombre, Diego “Gato” Hartfield, como el bendecido por La Libertad Avanza. “Harfield es Milei”, señalaron. De esta manera, buscan instalar la figura del exdeportista para que el capital electoral que cosecharon en las nacionales de 2023, se traspase, sencillamente, a su representación misionera. Con los libertarios pululando por la provincia desde hace más de una semana, se habla como en Buenos Aires: se discute en términos ajenos, se repiten frases importadas, se sostiene un discurso que no se condice con la realidad de la provincia. Eso es disociación: cuando la agenda política se corta tan lejos del territorio que ya ni se percibe el desfasaje. Como si repetir lo que Milei dice desde un atril alcanzara para entender qué le pasa a una madre en El Soberbio cuando le cortan la pensión por discapacidad a su hijo, o a un productor yerbatero que ya no puede afrontar la próxima zafra. La disociación llegó también con los candidatos libertarios. Desde Harfield hasta los portadores de sellos inventados al calor del algoritmo, como Martín Arjol y los que se presentan por dentro del Frente Renovador. Lo que pasó en Oberá, cuando los productores yerbateros marcaron la cancha, fue apenas la primera señal: pensaron que con repetir la épica del fin de la casta alcanzaba, que los medios nacionales harían el trabajo por ellos: terminaron teniendo que llamar a Patricia Bullrich, con todo lo que eso significa, para que venga a sostener la situación mediante el uso de las fuerzas de seguridad. El discurso fácil, pero sin anclaje. En este escenario, vale recordar que Harfield es el candidato de Toto Caputo y Federico Sturzenegger. A ellos se le suman los operadores financieros que no pisan Misiones, pero creen que pueden manejarla como si fuera una mesa chica de trading. En la city porteña, en las sobremesas de brokers y agentes de bolsa, la candidatura de Harfield se comenta con humor. El día que el portal de cotizaciones de la familia Marra publicó que el obereño quería ser gobernador de Misiones, más de uno escupió el café entre risas. Una mezcla de ignorancia con soberbia. Como si gobernar una provincia del NEA fuera igual que mover bonos en el panel líder. Más allá del ridículo, lo que unifica a todos los libertarios que se presentan como representantes de Milei en Misiones es lo que no dicen. Nadie habla del diezmo. Nadie habla de las comisiones. Nadie menciona los caminos que se cruzan por Yacyretá. Lo de Harfield recuerda en alguna medida a Sergio Lanziani, aquel ingeniero al que Alberto Fernández ubicó como secretario de Energía de la Nación, que se creyó el cuento del provinciano que llega a la Capital para triunfar: cuando tocó un poco de poder, se convirtió rápido al evangelio del reparto y dejó de responder las llamadas. Harfield, en ese espejo, parece una mezcla de Lanziani sumado al senador y exdirector ejecutivo de Yacyretá, Martín Goerling y Flavia Morales, otra que se obnubiló por las luces de la gran ciudad y pretendió caminar de la mano de Alberto Fernández, lejos de la tierra que la supo cobijar (y dar una banca de diputada nacional). Este maridaje, es un cóctel de ambiciones sin norte, sin territorio y sin pueblo. Y en el medio, la Renovación observa. No con miedo, pero sí con cautela. Porque si hubo un gesto de apoyo hacia Milei fue precisamente el de los votos misioneros en el Congreso. Ahora, desde el oficialismo esperan que ese gesto sea devuelto. No con fotos, sino con respeto por la realidad. Una realidad que conocen mejor los libertarios misioneros de base que cualquier operador de la city con aires de virrey. La cuestión de fondo es clara: si Harfield —y quienes lo rodean— vienen a ser un socio para dar gobernabilidad a la provincia, habrá que hablar en esos términos. Pero si son un caballo de Troya, metido por la ventana del discurso fácil, entonces la política misionera hará lo que siempre hizo: cuidarse. Porque en Misiones, la identidad se defiende. No se terceriza. Y si alguien se olvida de a quién representa, si se mimetiza tanto con el discurso ajeno que se convierte en títere, entonces la gente no lo toma como propio. Y sin pertenencia, no hay representación. Hay disociación. Como la que ya se está viendo. La campaña Misiones transita el tramo final de una campaña electoral que, aunque se vio sacudida en los últimos días por la aparición de los libertarios “puros”, no parece modificar sustancialmente el escenario político que se viene perfilando. De acuerdo a la consultora Analía del Franco, la ventaja en intención de voto sigue siendo clara a favor del oficialismo provincial. La irrupción de La Libertad Avanza, si bien genera ruido mediático, no alcanzaría para alterar el reparto mayoritario de bancas en juego. En esta elección se renovarán 20 escaños en la Cámara de Representantes (además de los concejos deliberantes de 10 localidades y el Defensor del Pueblo de Oberá), y la clave estará en cuántos de esos lugares logrará retener el Frente Renovador de la Concordia, que actualmente pone en juego 11 bancas obtenidas en los comicios de 2021. Otro factor central será el nivel de participación ciudadana. Si se repite la tendencia registrada en otros distritos del país, como la Ciudad Autónoma de Buenos Aires —donde la participación apenas superó el 50%—, el resultado podría no modificar demasiado la composición del recinto. Sin embargo, sí podría afectar la legitimidad y el respaldo político que los misioneros otorguen a las distintas fuerzas en competencia. Más allá de las encuestas y las apariciones de último momento, la campaña entra en su etapa decisiva con un electorado que parece mantener sus preferencias firmes, y con una dirigencia que busca consolidar su presencia en la Legislatura provincial ante un panorama nacional de alta volatilidad política. Por eso, este domingo es fundamental que cada misionero se acerque a votar. Porque no se trata solo de elegir candidatos, sino de ejercer un derecho y una responsabilidad que define el rumbo de la provincia. En tiempos de incertidumbre, participar es la forma más concreta de no dejar que otros decidan por uno mismo. Sin retorno El peronismo en su versión K, atraviesa un momento decisivo. La caída del macrismo como fuerza aglutinadora de la oposición no fortaleció al partido que lidera Cristina Fernández de Kirchner, sino que, paradójicamente, lo dejó al borde de un punto de no retorno. Sin rumbo claro, sin liderazgos renovados y con una dirigencia atrapada en su propio espejo retrovisor, el espacio parece más cerca de un repliegue nostálgico que de una reconstrucción política real. Algunos dirigentes comparan la crisis actual con el golpe que significó para el peronismo la derrota de Ítalo Lúder frente a Raúl Alfonsín en 1983. Salvando las distancias, en aquellos años de hegemonía radical, al justicialismo le costó varios ciclos encontrar un rumbo y una figura capaz de encolumnar a sus diversas vertientes. Ese hombre llegó desde La Rioja y se llamó Carlos Menem. Hoy, el escenario es incluso más fragmentado y no hay una figura de ese peso en el horizonte. Si Cristina Kirchner —en lugar de abrir camino a nuevas generaciones— insiste en posicionarse como única vía de escape ante el experimento libertario, no sólo estará estirando un ciclo agotado, sino que le hará un flaco favor al propio peronismo. Este sábado, Axel Kicillof lanzó su línea interna. Más allá de sus intenciones, hay una realidad que no puede ignorar: ningún gobernador de la provincia de Buenos Aires fue electo presidente por el voto popular en la historia argentina. Eduardo Duhalde lo fue por acuerdo del Congreso tras la crisis del 2001, pero esa es otra historia. Además, Kicillof es hijo político directo de Cristina y exministro predilecto de su segunda presidencia. Difícil imaginar que sea percibido como símbolo de renovación. Mientras tanto, la alianza que empieza a consolidarse entre los libertarios, sectores del macrismo y un radicalismo que tantea el pragmatismo, tiene un objetivo estratégico claro: disputar al peronismo su último bastión relevante, la provincia de Buenos Aires. Y lo hará con la narrativa del orden, el ajuste necesario y el antikirchnerismo como bandera. Lo más alarmante es que, a casi dos años del inicio del gobierno de Javier Milei, el peronismo K no supo ofrecerle a la sociedad una autocrítica seria. Ni de sus errores de gestión, ni de sus métodos, ni de sus nombres. En un país que ya cambió, pretende dar las mismas respuestas de siempre. Y sin una oposición fuerte, moderna, con propuestas y con vocación de diálogo, la democracia pierde uno de sus pilares fundamentales. La decadencia del kirchnerismo no debería celebrarse si no da paso a una alternativa mejor. Porque el país necesita más que nunca contrapesos reales, ideas nuevas y liderazgos que miren hacia adelante. No hacia atrás. Por Sergio Fernández

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