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Buenos Aires » Infobae
Fecha: 01/06/2025 06:34
Acto de Axel Kicillof en La Plata El Justicialismo gobierna la estratégica provincia de Buenos Aires por segundo período consecutivo de la mano de Axel Kicillof gracias, en gran medida, a que el repliegue estratégico del kirchnerismo hacia ese territorio en 2023, una unidad con fuerte impronta pragmática y la dispersión de la oferta opositora le permitieron sobrevivir al “tsunami” libertario. Hoy el panorama se avizora a todas luces muchísimo más complicado: no solo las fricciones entre el espacio lanzado por el gobernador (MDF) y el kirchnerismo amenazan con una posible ruptura que acabe consumando el estallido final de una alianza política que cruje desde hace ya bastante tiempo y choca contra las lógicas ambiciones de liderazgo de Kicillof, sino que esta vez los libertarios sellaron un “acuerdo” con el PRO (que incluso podría incluir también a un sector importante de la UCR). Todo ello, en el marco de unas elecciones que, contrariamente a la tradición provincial, serán desdobladas y que que se prevén como las más caóticas e impredecibles de la historia del distrito. Unas elecciones cuyos plazos (el de las instancias provincial y nacional) se entrecruzan, y que de cara al primer capítulo del 7 de septiembre genera incluso dudas al interior de la propia Justicia electoral en torno a temas tan relevantes como si la inscripción de los frentes que vence el próximo 9 de julio se materializará a nivel de cada sección electoral o se unificará en el nivel provincial y, vinculado a ello, las dudas en absoluto menores respecto a si es posible entonces que a nivel local (concejales) haya una configuración de alianzas diferente que el que se acuerde a nivel provincial (legisladores). Incógnitas que, sin dudas, tendrán un impacto que va mucho más allá de la siempre importante ingeniería electoral. Unas elecciones que se perfilan como una oda a la tradicional política territorial pese a que el clima de época da cuentas de la continuidad de la generalizada impugnación a una dirigencia tradicional que se percibe muy alejada de las demandas y preocupaciones de la ciudadanía. Por cierto, toda una paradoja para el oficialismo nacional que, pese a potenciar la narrativa anti-casta, se verá obligado a jugar con estas reglas que azuzan la ferocidad y exposición a cielo abierto de las internas partidarias, con la nada despreciable asistencia de sus socios del PRO y la UCR en muchos de los 135 distritos bonaerenses. Unas elecciones de medio término que, además, siempre fueron una piedra en el zapato para el kirchnerismo, aún en su prime. Es que el kirchnerismo no gana una elección intermedia en territorio bonaerense, nada más ni nada menos, que desde 2005, cuando en el cenit de la presidencia de Néstor Kirchner, con la propia Cristina Fernández encabezando la boleta de senadores nacionales “masacró” a “Chiche” Duhalde y dirimió la interna del justicialismo. A partir de allí se sucedieron 20 años de sucesivas derrotas, tanto en los tiempos en que el kirchnerismo estuvo en el gobierno como en la oposición, desde la resonante derrota del propio Kirchner (en una candidatura “testimonial” a diputado secundada por el entonces gobernador Scioli) contra el empresario Francisco de Narváez en 2009, contra Sergio Massa en 2013, contra Esteban Bullrich en 2017 (está vez contra Cristina) y, finalmente, contra Diego Santilli en 2021. A pesar de todo, el viejo anhelo del macrismo, ahora adoptado por los libertarios, no solo de derrotar sino de acabar definitivamente con el kirchnerismo no terminará de consumarse. Es que al igual que le pasó a Mauricio Macri hace exactamente una década, Milei entiende que necesita construir como “enemigo” al kirchnerismo. Más aún después de haber doblegado al PRO en territorio porteño y cumplir con el objetivo de integrarlo -bajo sus condiciones- a un frente bonaerense, Milei desea un “mano a mano” con el kirchnerismo que le permita intentar capitalizar electoralmente el ya lanzado slogan “kirchnerismo o libertad”. Una “necesidad” que explica, en gran medida, los esfuerzos del oficialismo para “facilitar” -con el concurso de aliados legislativos- que Cristina sea candidata, lo que los libertarios entienden como un hecho altamente funcional en dos sentidos: por un lado, al subirla al ring y otorgarle centralidad la mantienen como “problema” para el propio peronismo en tanto “tapón” para un proceso de renovación, a la vez que, por otro lado, buscan escenificar una suerte de escena mesiánica que pretende emular a San Jorge venciendo al dragón. En este marco, se entiende por qué Kicillof necesita mostrar un gesto de autoridad que de cuentas de su voluntad de emanciparse de Cristina, construir un proyecto con identidad propia, y satisfacer a los dirigentes que lo siguen (que en muchos casos están “cansados” de los manejos de La Cámpora). Pero también se entiende por qué necesita que, al menos por ahora, no se llegue al extremo de la ruptura. No solo Kicillof y su círculo rojo, sino varios actores de peso dentro del amplio espectro del peronismo, e incluso algunos representantes de poderes facticos, están convencidos de que el gobernador es el vehículo para terminar con la hegemonía kirchnerista dentro de la fuerza política fundada por el General Perón. Sin embargo, pese a este temperamento que obviamente no pasa desapercibido en las terminales cristinistas, tanto la ex presidenta como Kicillof saben que romper hoy sería habilitar una avanzada de los libertarios que los dejaría a las puertas de un resonante triunfo. Cabe preguntarse, entonces, ¿qué estará dispuesto a sacrificar cada uno en está interna? ¿Primará una vez más el criterio de unidad pragmática? ¿Se expondrá el gobernador a una ruptura y posible derrota como prenda de cambio para construir un camino propio?, ¿Qué estará dispuesta a resignar Cristina en un proceso que aunque pueda darle centralidad coyuntural avizora un previsible declive? Así las cosas, lo cierto es que se avecina un mes clave de cara a la fecha donde se deberán cumplimentar los primeros pasos formales para las elecciones provinciales (9 de julio), en un contexto donde tanto el gobernador como la propia ex presidenta comienzan a jugar cada vez más a fondo (al acto de ayer del gobernador le seguirá la entrevista exclusiva de Cristina en C5N), con el telón de fondo de un gobierno nacional que parece haber encontrado una estabilidad macroeconómica que le permitirá llegar a las elecciones ya no solo con aire sino con algunos activos electorales potentes (como la baja inflacionaria), y que ve en una interna peronista que probablemente no termine de dirimirse este año un hecho muy funcional de cara a la reelección de 2027.
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