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Buenos Aires » Infobae
Fecha: 01/06/2025 03:19
Marcha en reclamo de la declaración de emergencia en discapacidad - Fotografía: Adrián Escandar El jueves, pasado el mediodía, una manifestación realmente inédita recorría las calles céntricas de la ciudad de Buenos Aires. Estaba conformada por algunos miles de familiares de niños con discapacidad que reclamaban por los subsidios directos o indirectos que dejaron de percibir como parte del plan antiinflacionario del Gobierno. Al pasar frente a la sede de la Agencia Nacional de Discapacidad, de a poco, los empleados –los que quedan de ellos- se acercaron a las ventanas del edificio: las cámaras pudieron captar el momento en que varios rompieron en llanto. Los testimonios de los afectados eran desgarradores. En ese contexto, se viralizó una declaración de Marlene Spesce, la mamá de Ian Mouche, un niño del espectro autista que ha participado de varias notas televisivas antes de este conflicto. Marlene y Ian contaron en su momento que Diego Spagnuolo, el titular de la Agencia Nacional de Discapacidad, les había dicho que “si una familia tiene un niño discapacitado, el problema no es del Estado sino de esa familia”. “¿Por qué yo tengo que pagar peaje y vos no?”, les habría preguntado el funcionario. Consultado por Esteban Trebucq, Spagnuolo negó esa anécdota. Cuando, luego, Paulino Rodríguez le preguntó a Marlene y a Ian, este se puso tan nervioso que no pudo terminar la nota. Naturalmente, ratificaron su versión de los hechos. El conflicto entre el Gobierno y las familias de chicos con discapacidad es apenas un capítulo más en la saga de conflictos que enfrenta en estos días al equipo del presidente Javier Milei con sectores muy sensibles y desprotegidos de la sociedad. Esta misma semana, el centro del debate público fue ocupado por los médicos y médicas, enfermeros y enfermeras, residentes, anestesistas y personal administrativo del Hospital Garrahan, el prestigioso centro de salud infantil que se ocupa, por ejemplo, de la atención del 40 por ciento de los niños argentinos con cáncer. El funcionamiento del hospital ha sido tan virtuoso que parte de sus ingresos proviene de las derivaciones que recibe de las empresas de medicina prepagas más caras. Marcha en reclamo de la declaración de emergencia en discapacidad Los testimonios de médicos que se encargan de la terapia intensiva o de residentes que trabajan en el sector de neonatología eran tan impactantes como los de Ian y su mamá. Personas que dedican su vida a que los niños puedan seguir su vida pese a haber nacido prematuros, o a salvar la vida de los hijos de otros, lloraban en cámara mientras argumentaban que la política oficial no les dejaba otra opción que abandonar el Garrahan, del cual ya se fueron cien profesionales de alto nivel: los primeros que se van de estas estructuras son los más capaces porque rápidamente son absorbidos por otras entidades. El debate público, por momentos, desdibujó las fronteras ideológicas habituales. El periodista Antonio Laje explicó: “A ver si entendemos algo. El Garrahan tiene 250 médicos. Sumale enfermeros, técnicos radiólogos. Es un hospital modelo, no de la Argentina, sino de toda la región. Vos no podés tener gente preparada, que estudió ocho años, o a un residente que trabajó cuatro años más, vos no podés pagarles 800 mil pesos. Vos no podés pagarle a un médico que está empezando su residencia en el Garrahan 600 mil pesos. No resiste ninguna lógica. Hace cuatro años también ganaban mal. Pero hoy, si encima durante todo el año no tuvieron aumento, quedaste recontradesfasado”. El diputado de centro derecha, Nicolás Massot, explicaba por su parte que los problemas del Garrahan se podrían solucionar con el dinero que el gobierno central destina a la Secretaría de Inteligencia del Estado. El presidente Javier Milei reaccionó en dos tiempos frente a este clima. El viernes por la mañana concedió una entrevista en la que dijo que el conflicto del Garrahan estaba “politizado”, que el hospital estaba “lleno de ñoquis”, depositados allí por “psicópatas kirchneristas”. Luego razonó en X de esta forma: “REFLEXION SEMANAL. Si todo el debate público actual gira en torno a mis modos, las peleas en X del @GordoDan y Dalma Maradona sobre la visión de Dieguito Fernando y las empanadas de sapo de Ricardito, a la luz del quilombo que heredamos, todo esto indica que vamos muy bien. TMAP”. TMAP es la sigla compuesta por las iniciales de la expresión “Todo Marcha de Acuerdo al Plan”, un lugar común de las huestes libertarias. Milei también explicó: “Cuando uno va contra los curros lo acusan de insensible” y difundió mensajes que definían como “opereta” a la protesta de los médicos y médicas del Garrahan. Curros, opereta, ñoquis, psicópatas kirchneristas. Protesta de residentes del Garrahan en reclamo de mejores salarios El Gobierno informó, por su parte, que dos tercios de la planta del hospital estaba integrada por personal no médico: burócratas, ñoquis, kirchneristas. No ofreció ningún documento que respaldara esos números. Era apenas algo que alguien decía. Los trabajadores en huelga desmintieron que fuera así: según ellos la proporción es exactamente la inversa. En cualquier caso, aún si los datos oficiales fueran ciertos, ese argumento no explica por qué el problema no se resolvió durante el año y medio que lleva la gestión oficial, ni tampoco por qué los residentes ganan 780 mil pesos y no les aumentaron durante el último año. Sin esos salarios, no se hubiera producido este conflicto ni la fuga constante de profesionales del Garrahan. Mientras pasaba todo esto, cientos de científicos marchaban caracterizados como El Eternauta, el director nacional del Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria detallaba la manera en que, con argumentos falsos, el Gobierno lo destruía de a poco. Y las fuerzas de seguridad lanzaban gases, como cada miércoles, contra la pequeña marcha de jubilados que reclama un aumento a sus magros ingresos. Un trabajador de la empresa láctea Verónica quebró en llanto en una radio porque él y sus 700 compañeros dejaron de cobrar y nadie se hacía cargo de su intemperie. Todas esas imágenes pueden ser enmarcadas de maneras diversas. Un crítico del gobierno podría afirmar, con todo derecho, que son consecuencia de una política oficial insensible que avanza sin tener reparos prácticamente frente a ninguna situación: desatender a niños con discapacidad o con enfermedades oncológicas parece realmente una enormidad. Pero un votante libertario podría defender lo que hace el Gobierno como un cumplimiento casi literal de las promesas de campaña. Milei está llevando a cabo un programa que nunca ocultó y fue respaldado por la mayoría de la sociedad. El entonces candidato expresó con claridad que no creía en la salud pública, que en todo caso el sistema actual debería ser reemplazado por uno de vouchers. Ese día en que gritaba “¡afuera!” cuando un periodista le mencionaba organismos del Estado, incluyó al Ministerio de Salud y al Conicet. ¿O no dijo que amaba ser “el topo del Estado”, el que lo destruye desde adentro? El apoyo a las familias de chicos con discapacidad, ¿no es un elemento más de la justicia social que el mismo presidente aborrece? Javier Milei y el Secretario de Salud de EEUU. Robert F. Kennedy Jr. La necesidad de tener cuentas fiscales ordenadas no asoma como un argumento sólido cuando se trata de problemas que se resuelven con muy poco dinero, y cuando se observan las prioridades generales del Gobierno. Las denuncias de corrupción que suelen acompañar cada aplicación del plan motosierra no han logrado convencer a casi ningún juez de su solidez, y la mayoría de las veces ni siquiera se producen. Si la motivación no consiste en cuidar el gasto, ni tampoco en cortar “curros”, tal vez haya otra cosa. En un costado de la discusión hay una convicción presidencial muy sólida, donde el Hospital Garrahan o la asistencia a personas con discapacidad son elementos incómodos. Por momentos se disimula, se justifica con técnicas discursivas o con datos parciales, pero está ahí, cada vez que Milei habla. Para él, el rol del Estado debe ser tan mínimo como sea posible: en todo caso será la sociedad, si es que le interesa, la que deba financiar los problemas de los débiles. Lo ha dicho cientos de veces. Tal vez por eso, ante el desafío de los trabajadores y trabajadoras del Garrahan, el Presidente no expresa solidaridad sino que contraataca. En una sociedad con tradición rebelde como la Argentina, tiene su lógica que haya protestas ante los efectos de la mirada libertaria sobre la vida real. Las hay y las habrá. Pero la novedad, la enorme novedad, es que el Gobierno y sus seguidores pueden avanzar, porque esas imágenes no dañan su proyecto de acumulación de poder. De hecho, hace solo dos semanas esas ideas fueron potenciadas por el impactante triunfo que tuvo en la ciudad de Buenos Aires y, desde entonces, Milei no deja de recibir buenas noticias. Mientras los familiares de chicos con discapacidad protestan, recupera algunos puntos de imagen y crece su poder político al sumar dirigentes de la provincia de Buenos Aires –intendentes, concejales, punteros, diputados— que hasta hace unos minutos pertenecían al PRO. El presidente argentino Javier Milei La fortaleza de Milei se podría explicar por una confluencia de factores superpuestos: su evidente carisma, esa capacidad para perforar la pantalla de los celulares; el control relativo, pero control al fin, de los precios de la economía; la falta de alternativas políticas reales, y el recuerdo de los gobiernos anteriores. Todo eso juega un rol, pero tal vez esté ocurriendo algo más. La elección del sorpresivo Milei reflejó un fuerte cambio en la escala de valores de un sector importante de la población. La continuidad del apoyo tal vez exprese que esa nueva cosmovisión ha llegado para quedarse, aunque incluya la convivencia cotidiana con situaciones humanas que solían percibirse como muy dramáticas, la construcción de una sociedad donde los más débiles son abandonados a su suerte, o a la suerte que les depare la macro. No es la primera vez que una sociedad decide que no hay lugar para débiles; tampoco la Argentina es el único país del mundo donde esto ocurre. Todo esto seguramente sea coronado por un triunfo en las elecciones de octubre, con lo cual el Gobierno se sentirá legitimado para avanzar con el criterio que ha aplicado con los niños con discapacidad o con el Garrahan. Y lo estará. Así que Ian Mouche, su mamá, y tantas otras personas deberán buscar caminos alternativos a los que la Argentina les ofrecía hasta hace muy poco. Se trata de un radical cambio de régimen. Y esto, cómo decirlo, recién empieza.
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